investigación

Huérfanos de afecto

Un reciente estudio muestra que la falta de contacto físico en los primeros años de vida altera la química del organismo.

12 de febrero de 2006

John Watson, un reconocido investigador del comportamiento, de principios del siglo pasado, aseguraba que el afecto paternal debía ser dosificado para no maleducar a los hijos. "Nunca los abrace ni los bese y tampoco los deje sentar en su regazo", les aconsejaba a los padres. Muchos aún se rigen por estos patrones para disciplinar a sus pequeños. Pero un estudio publicado en la revista Proceedings of the National Academies of Science encontró que en los primeros años de vida el contacto de los bebés con sus padres es vital para su desarrollo afectivo posterior. El trabajo se realizó con 18 niños que habían pasado un año en orfanatos de Rumania y Rusia antes de ser adoptados por parejas de Milwaukee, Estados Unidos. El trato que les dieron en estas instituciones fue bueno pero se limitó exclusivamente a darles alimentos y otros cuidados básicos. El contacto físico fue mínimo. Utilizando pruebas de orina, los investigadores lograron detectar que el nivel de una hormona llamada vasopresina en la sangre de los adoptados era más bajo que la del grupo de control, integrado por 21 niños de hogares normales. La vasopresina es una sustancia crucial en el reconocimiento de seres familiares. Para la investigación, además, se les pidió a los niños involucrarse en juegos interactivos de computador, primero con sus madres y luego con desconocidas. La interacción consistía en contar sus dedos, hacerse cosquillas y tocarse la cabeza, actividades que, según se ha demostrado previamente, aumentan los niveles de otra hormona: la oxitocina, encargada de establecer lazos de apego entre las personas. Cuando la que prodiga el contacto es una persona familiar, el nivel de oxitocina aumenta aun más. En el estudio, el grupo control tuvo el aumento esperado en sus niveles de oxitocina, pero no sucedió lo mismo con los niños adoptados, quienes mantuvieron los mismos niveles, a pesar de que sus madres tuvieron contacto físico con ellos. Si bien esto no quiere decir que los niños huérfanos no puedan construir relaciones afectivas sólidas, el trabajo ayuda a entender por qué algunos individuos tienen dificultades emocionales y barreras para establecer amistades cuando han sido criados en ambientes desprovistos de afecto. "Esta es una ventana para entender la base biológica por la cual suceden estos problemas y cómo podríamos atacarlos", dijeron los investigadores.