Adriana Marmorek, escultora. | Foto: Santiago Gutiérrez Viana

Arte

La arquitectura del deseo

La escultura de Adriana Marmorek ha sido una muestra de las posturas de la gente frente al placer y al deseo. Su próxima exposición sobre el encaje y el deseo promete ser tan llamativa como el tema mismo ¿Cómo la prepara? Una entrevista con la artista.

Santiago Gutiérrez Viana
23 de abril de 2011

“¿Sabes? Uno siente imposibilidad de hablar porque lo que cuenta es una foto, un instante de pensamiento. No alcanza a mostrar la experiencia de lo vivido. Una entrevista siempre es un lugar difícil”, dice la escultora Adriana Marmorek para excusarse con los lectores con una gracia deliciosa.

Pero lo que tiene que decir esta bogotana está muy bien puesto en su obra y en lo que cuenta sobre los resultados de un tema de investigación que adelanta desde hace diez años y que reúne con un nombre inquietante: la arquitectura del deseo.

“El nombre era mas complicado. Era la artefactualidad del placer”, explica. Pero aunque el nombre hoy sea distinto, el tema detrás de su interés es el mismo. Ella quiere entender las posturas de la gente frente al placer y al deseo y para conseguirlo ha mirado el asunto desde ángulos de la filosofía, de la legislación sobre el deseo o de los preceptos de las religiones. Aún hoy, cuando la expresión del deseo parece más libre que casi nunca, hay matices, hay formas de ver y de sentir que son distintas y que todavía justifican de sobra más investigación.

En parte porque lo que se desea y cómo se desea cambia sin cesar. “La arquitectura es una construcción, es un artificio. Los elementos que nosotros relacionamos con el deseo son construidos mediáticamente, publicitariamente”, asegura.

Y hasta ahora, el resultado que le parece más llamativo de su pesquisa es que el campo en el que entró parece no tener fin. “No importa que hilo hale, siempre hay una historia. Hay aproximaciones filosóficas o literarias que me llevan a caminos tremendamente interesantes e inagotales”, señala.

La estrategia que se planteó para abordar la arquitectura del deseo es muy particular. “Como el asunto es tan grande, planteo pequeños recorridos”, manifiesta. Uno de esos pequeños recorridos fue el que la llevó a montar las instalaciones de su última exposición “Él tocador”. El tocador sin tilde, el mueble, le permitió encontrarse con su historia en Versalles y en el estilo Rococó. Pero él tocador con tilde, el sujeto, el hombre que toca, la movió por otros rumbos. En esa parte de la investigación encontró elementos fascinantes, como por ejemplo las instrucciones que recibían los emperadores chinos para tocar una mujer, que luego se volvieron base del Tao y el Tantra, señala.

La investigación se vuelve luego tocadores, fotografías, objetos y videos, con referencias sexuales explícitas o insinuadas, que mueven el deseo del espectador o que lo hacen preguntarse cosas como la relación entre el placer y un mueble en extinción o con los espejos que son la lucha propia con el ideal deseado.

Los encajes
“Planteo mi ruta a partir de pequeños recorridos. Un recorrido abre puertas a otro recorrido”, añade Adriana Marmorek. Ahora su nuevo viaje en el universo del deseo la llevó al encaje, que será el tema de su próxima exposición en el segundo semestre de este año.

“El encaje es un cliché. No es el único. Habría que hacer un reinado para saber cuál es más importante, porque también están los pintalabios o los tacones”, señala.

Los trabajos con los tocadores la llevaron hasta el encaje, haciendo una transición que no deja de tener ingredientes poéticos. “La madera de los espejos está tallada como un encaje. Los adornos de los muebles también”.

Hasta ahora hay mucho de lectura y de información, aunque ya hay fotos, bosquejos y maquetas de su exposición.

De nuevo parte de la historia, desde su aparición en los vestidos de mujeres o la desaparición de los vestidos de los hombres durante la Revolución Francesa. Ha buscado en textos de filósofos, ha mirado los pliegues en todas sus formas y en particular el tejido de Penélope, que aunque no bordaba encajes, hiló con Odiseo una de las narraciones de deseo humano más fantásticas de la historia.

La Penélope griega la llevó a la Penélope moderna, la de Ulises de Joyce. Y hablar con Adriana Marmorek sobre Ulises puede ser una tarea tan entretenida como leer la novela del escritor irlandés.

“Realmente el encaje ha estado presente muchas veces en mi investigación, pero no me había dedicado a estudiar su historia, su origen y su relación con el deseo”, concluye. ¿Qué saldrá de este crisol de fusión de ideas? Las probabilidades, como en el caso de las exposiciones anteriores, posiblemente jugarán a su favor. En últimas la del encaje promete ser una propuesta novedosa y llamativa, que resulta de estudiar con una sensibilidad diferente un asunto que ha movido al arte y a la humanidad, desde siempre.