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Industria Brasil enfrenta importaciones chinas baratas

La etiqueta "Hecho en China" está provocando una violenta reacción en Brasil debido a que las importaciones baratas perjudican a los productores locales, colocando presión sobre la nueva presidenta, Dilma Rousseff, para que contraataque.

18 de enero de 2011

Brasilia - Mientras que Brasil se presenta como uno de los pocos países del mundo con un robusto crecimiento, su surgimiento como potencia económica oculta desequilibrios fundamentales y profundos, especialmente en la industria de las manufacturas.

Desde repuestos de automóviles a zapatos y textiles, las importaciones están inundando el piso de las fábricas y estantes de supermercados en Brasil.

El ministro de Hacienda, Guido Mantega, dijo que la industria brasileña está siendo afectada por una "guerra cambiaria" global con China, Estados Unidos y otros países que deprecian el valor de sus monedas para impulsar las exportaciones.

Novelis, una unidad de la india Hindalco Industries, cerró el mes pasado su fábrica en la ciudad nororiental de Salvador, culpando por el cierre a los crecientes costos y el fortalecimiento de la moneda de Brasil.

"Si esta es una guerra, nosotros somos los soldados que están recibiendo los golpes", dijo María Chagas, una de cientos de trabajadores metalúrgicos despedidos por Novelis.

El real brasileño se ha apreciado más de un tercio frente al dólar en poco más de dos años y las importaciones de China han aumentado con fuerza. Sólo el año pasado, subieron un 60 por ciento.

"Los chinos nos están matando. Si no hacemos algo pronto, nuestro poder industrial se desmoronará gradualmente", dijo Raul Klein, vicepresidente del grupo industrial brasileño del calzado Abicalcados.

Los problemas de Brasil remarcan cómo la reunión de esta semana entre el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y su homólogo chino, Hu Jintao -en la que el tema del yuan ocupará un rol central- repercute más allá de las fronteras de esos países.

GUERRA SILENCIOSA

Rousseff, preocupada por las políticas de China, se está alejando de la postura de su predecesor y mentor, el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, que veía a Pekín más como un aliado que como un enemigo en su esfuerzo por reducir la influencia de Estados Unidos y Europa en Latinoamérica.

La funcionaria pública de carrera que asumió como presidenta el 1 de enero ha prometido llevar el sensible tema del yuan a una reunión de abril del grupo de economías emergentes BRIC (Brasil, Rusia, India y China).

Rousseff podría buscar incluso estrechar vínculos con Washington para presionar a Pekín sobre el tema, dijo un ministro de Gabinete.

El crecimiento económico de alrededor de un 7,5 por ciento el año pasado en Brasil, debido en parte a los altos precios de las materias primas del país, ha ocultado parcialmente el problema del real sobrevalorado y la guerra cambiaria, un término acuñado por Mantega el año pasado.

"Esta ha sido una guerra silenciosa, difícil de percibir debido al crecimiento general. Pero una vez que miras los números, es alarmante", dijo Rogerio Cesar de Souza, de Iedi, una consultoría paulista financiada por la industria.

La producción industrial ha sido en su mayor parte plana desde agosto del año pasado y el balance comercial en bienes manufacturados ha variado desde un superávit de 5.000 millones en el 2006 a un déficit de 71.000 millones el año pasado.

Las importaciones chinas saltaron a 25.600 millones de dólares el año pasado, más que los 16.000 millones del 2009 y 5.300 millones de dólares en el 2005.

China es ahora el segundo mayor proveedor de Brasil después de Estados Unidos, con cerca del 80 por ciento de sus ventas compuestas por bienes manufacturados.

Un principal culpable es claramente el real, que según Goldman Sachs es la divisa más sobrevalorada del mundo.

Sin embargo, también refleja la aparente incapacidad de Brasil de lidiar con muchos de los temas a largo plazo que lo convierten en un país en que resulta caro y complicado operar.

Tasas de interés de dos dígitos, un rígido mercado laboral, desincentivos para exportar productos con valor agregado y una carga impositiva de alrededor del 38 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) son algunos de los principales obstáculos que enfrentan los negocios brasileños.

"No hemos estado haciendo nuestra tarea. Es un problema brasileño, no chino ni estadounidense", dijo Augusto de Castro, vicepresidente de la Asociación Brasileña de Comercio Exterior.

Brasil figura en el puesto 127 de un estudio del Banco Mundial sobre el ambiente operativo para los negocios en 183 países.

"Esta es una gran bandera roja de ineficiencia. Brasil puede ser un gigante que está despertando, pero es demasiado gordo y torpe para esta carrera internacional", graficó Humberto Barbato, director de Abinee, un grupo de la industria de electrónicos.

(Reuters)