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La portada del libro editado por Salamandra.

Reseña

‘Ante todo no hagas daño’: las memorias de un neurocirujano

La editorial Salamandra recién publicó en el país el libro del prestigioso doctor británico Henry Marsh. La obra, galardonada y aplaudida por la crítica, mete al lector en la sala de cirugía.

Martín Franco Vélez
1 de julio de 2016

Hace unos días, el médico que me atendió en la EPS despachó la consulta en cinco minutos. Y no hablo en sentido figurado: ni siquiera se tomó la molestia de hacerme quitar los zapatos, y menos de mirarme a los ojos. Por eso, tal vez, por estos días en que los doctores son cada vez más cuestionados (a lo mejor ni es su culpa, pero qué le hacemos), vienen bien las memorias de un colega honesto.

Henry Marsh, uno de los neurocirujanos más respetados de Inglaterra, lleva más de 30 años explorando el cerebro humano. Y sus memorias tienen el gran acierto de ponernos a nosotros —pacientes quejumbrosos— del otro lado: el del doctor. Así, pues, Marsh nos muestra que los médicos no siempre son esas personas frías que aparecen tras la puerta de un quirófano para transmitir malas noticias. En este libro está el miedo a equivocarse, las consecuencias que tiene hacerlo (un error en una operación de cerebro no es cualquier cosa: puede dejar a la persona paralítica o en estado vegetativo), y el terror que produce la confianza ciega de los pacientes en alguien que también es humano, como ellos.  

Ante todo no hagas daño es un libro humilde. No sé qué otra virtud deba tenerse para aceptar —y narrar, por encima del prestigio y el ego— episodios como el de la mujer que quedó paralítica porque Marsh, confiado, pasó por alto los síntomas de una infección postquirúrgica, o la niña de 18 meses con un tumor enorme que murió tras una segunda operación que no sirvió de mucho. “Los desastres se quedan más grabados que los éxitos —escribe—. Con el tiempo van quedando atrás, pero los últimos te pasan siempre factura”.

Con una prosa sencilla, Marsh logra meter al lector en la sala de cirugía (y revela cosas como que, al ser el órgano que produce el dolor, el cerebro no tiene la capacidad de sentirlo), al tiempo que lo fuerza a dejar de ser paciente. Quizás sean mejores sus palabras para concluir: “Cuando estamos en el hospital, enfermos, temiendo por nuestra vida y a la espera de una cirugía aterradora, tenemos que confiar en los médicos que nos tratan. (…) Muchas veces, para superar nuestros temores, incluso atribuimos a los médicos cualidades sobrehumanas. Si la operación es un éxito, el cirujano es un héroe; si fracasa, un villano. La realidad es completamente distinta. Los médicos son humanos, como el resto de nosotros. Gran parte de lo que ocurre en los hospitales es cuestión de suerte, y la suerte puede ser buena o mala. El médico pocas veces tiene control alguno sobre el éxito y el fracaso”.