Hace apenas tres años nos entusiasmábamos con la propuesta de música juvenil basada en el porro ancestral que hacía el grupo santandereano Cabuya. Hoy, tristemente, debemos anunciar que Cabuya no va más. Sus integrantes afrontaron diferencias conceptuales y decidieron cortar por lo sano antes de afectar la amistad. Tal vez, en el fondo, sea una buena noticia porque de un proyecto se han desprendido dos. El primero se llama Palenke Stereo y anuncia disco para el segundo semestre. El segundo es Velandia y La Tigra: sencillamente, uno de los trabajos más sorpresivos en la historia reciente de la música colombiana.La Tigra es el proyecto del guitarrista, cantante y compositor Edson Velandia: discípulo digno de Blas Emilio Atehortúa y ex integrante de la Banda Municipal de Piedecuesta, por mencionar sólo un poco de su pasado musical. Cansado de que toda la nueva música colombiana sea fusión, Velandia decidió inventarse un género nuevo al que llamó ‘rasqa’ (la ortografía también es de su invención). “Estaba cansado de mezclar porro con ‘funk’ y en verdad el término fusión ya no aplica”, explicó la semana pasada de paso por Bogotá. Sin embargo, cuando se le preguntó a qué suena la ‘rasqa’, mencionó al menos cuatro ritmos preexistentes: carranga, guabina, rumba y rock.Once rasqas, el primer álbum de Velandia y La Tigra, está lleno de sorpresas. Una de ellas es la aparición constante de interludios entre una canción y otra, a la manera de cuñas radiales. En ese sentido recuerda el clásico álbum Sell Out de The Who, sólo que esta vez los productos anunciados se enmarcan dentro de lo que el compositor llama “ficción popular colombiana”: las canciones son transmitidas por la emisora La Jodencia y cuentan con el patrocinio de “Amoral: la pastilla para el amor”.La otra gran sorpresa, la definitiva quizá, es un manejo soberbio del lenguaje que parece una bofetada a tanta rima fácil y tanta frase de cajón que inunda hoy nuestra radio. Edson Velandia se confiesa seguidor de la poesía, y se nota en estrofas contundentes que bien podrían leerse sin la música:Si búscasme dar canillaSerá que la tienes duraTan solo pinto a la jevaQue puédame dar torturaEstrofas así recuerdan lo que alguna vez escribió Antonio Caballero sobre León de Greiff: “Las esdrújulas, los arcaísmos, los neologismos, no nacen de la erudición pedante sino que cumplen una función musical: el sentido puede ser simulado o puede no existir, lo que cuenta es el sonido de las palabras”.Más radical aun es El advenimiento del Castillo-Mujer, primer disco de la presunta agrupación Meridian Brothers. En realidad, Meridian Brothers es el proyecto de Eblis Álvarez, compositor bogotano residente en Dinamarca cuyas obras para percusión y vientos han sido grabadas por ensambles de música contemporánea. El advenimiento... es, por así decirlo, su intento de incursionar en la música popular.Entrevistado desde Copenhague, Álvarez explicó que su manera de escribir letras se basa en una técnica que él llama ‘perspectiva imposible’: “Voy guiando al escucha por una aparente sucesión de hechos que podrían tener lógica, pero que son incoherentes”. Hecha la aclaración, entiende uno mejor estos versos, que son puro surrealismo:Tengo una máquina pa’ entrarA la ciencia popularDel festín, la diversiónTubos y válvulas, presiónQue habrá de terminarDe acoplar la reacciónClaro está que no le auguramos mucho éxito en la radio. Pero esto ya no es problema de los Meridian Brothers, sino de la radio.