Sobre la carrera 20B, antes de llegar a la estación 76 de Transmilenio, hay una fábrica de artesanías en cobre. Esa empresa se llama ‘Gitanos de Colombia’ y está en cabeza del artesano Ángel Gómez que desde hace diez años se dedicó a recuperar piezas de ese metal para restaurarlas y venderlas. “En ocasiones me traen la vasija, otras veces yo las fabrico. Es un negocio muy rentable”, dice Gómez, quien nació en Briceño, Boyacá, un pueblo de la zona panelera de Colombia, donde vendía estos implementos de cocina elaborados en cobre. Pero tuvo que desplazarse porque se quedó sin clientes. Los fabricantes de panela dejaron de comprar sus vasijas porque se dieron cuenta de que podrían preparar este producto con otros instrumentos.Como buenos gitanos, no les importaba caminar de un lugar a otro para buscar nuevos clientes. Así fue como dejaron de lado la fabricación de ollas para la agroindustria panelera en Antioquia, Cundinamarca, Tolima, Boyacá y Santander. Le puede interesar: Los últimos gitanos de Antioquia Limpiar o fabricar una pieza es todo un ritual. Para hacer una regadera, por ejemplo, se compra la lámina de cobre, se corta según los moldes, se arma y se solda; luego se brilla y finalmente se pone a la venta. Para restaurar una artesanía el trabajo es más complicado: se lava con bicarbonato, se limpia y se brilla con ungüentos especiales, que son secretos de familia. Lo que hace el artesano colombiano es martillar la pieza a través de las técnicas tradicionales. Lo único innovador que usan ahora es un taladro y cortador de metal.El arte de trabajar el cobre en la comunidad gitana es milenaria y ha pasado de generación en generación. Pero, según Ángel, ahora va a ser más complicado mantenerla porque sus hijos no se quieren dedicar a la artesanía; ellos quieren estudiar como Santiago Gómez, su hijo mayor de 16 años y quién quiere ser ingeniero. “El cobre es muy bueno para la salud. Por eso uno usa una pulsera de ese material para que absorba el ácido de la sangre y desintoxique el organismo”, comenta Ángel. “Yo no sé por qué los colombianos le tienen tanto miedo al cobre para cocinar, si sirve para el reumatismo”, agrega. Sin embargo, el cobre tiene una cantidad de efectos tóxicos que al ser absorbidos a través de la piel llegan a los músculos y puede producir calambres, según el homeópata Tomás Quiroz. El artesano tiene expuestas piezas de Oriente Medio y de Colombia. En la entrada de la fábrica hay colgadas unas vasijas de Turquía, donde es común usarlas para preparar el famoso café turco. Los colombianos las usan para decoración. Puede conocer más sobre: Los gitanos Gómez hace parte de los cerca de 4000 gitanos en Colombia. Su padre, que es gitano puro, se casó con una Gashé, una colombiana que se dedicaba al comercio de caballos en los mismos pueblos de zonas paneleras y que ahora se encuentra de vacaciones. El artesano y sus hermanos se dedicaron al cobre por encima de leer la suerte o estudiar. “Yo prohibí en la casa la lectura de la suerte porque si eso fuera verdad los gitanos no seríamos pobres. También me dediqué con mis hermanos al cobre porque no nos gustaba estudiar y queríamos mantener la tradición familiar. Con todo, mi padre no se dedicaba al cobre porque, como los gitanos nos bañamos cada seis meses, durante el oficio el cobre suelta un polvo que nos pone a oler maluco y a mi padre no le gustaba”, comenta Ángel. En Colombia, el pueblo gitano es considerado por el Estado como grupo étnico y goza de la protección especial para que se conserven sus formas de trabajo tradicionales, sean protegidos de la violencia, tengan atención en salud y acceso a vivienda. Puede ver: Los herederos de Melquiades Hoy en día Ángel Gómez, junto con sus tres hermanos, preservan su cultura a través de las artesanías que producen y restauran en sus fábricas bogotanas, y que venden a ingenieros para la realización de extractores y elementos de decoración en sus obras industriales, como campanas para las cocinas, regaderas para plantas y para la ducha, cafeteras, campanas, candelabros y joyeros.