La izquierda en el mundo ha tomado como propias unas peleas que no le pertenecen. Lo peor es que muchas veces esas luchas van en contra de sus mismos principios e ideología. Son los reyes de las contradicciones.
La ideología de género y la defensa de las minorías son algunos de esos frentes, pero últimamente se han puesto del lado de grupos que tienen cero tolerancia con esas costumbres y con otras minorías, y que además son terroristas y asesinos.
Uno de esos temas ha sido estar del lado de Palestina, con todo lo que ello implica: Hamás, entre otros. Petro ha tomado esta causa como propia, tanto así que le importa más el problema palestino que la violencia en el Cauca o el Catatumbo. Incluso, le ha pedido a los colombianos que se enlisten para pelear en esas latitudes.
Estar con Palestina es estar en contra de Israel y del pueblo judío, claramente el pueblo más perseguido en la historia de la humanidad. La izquierda, por cuenta de esto, quedó en el mismo lado de Hitler y del nazismo.
La historia de los judíos en Colombia se remonta al siglo XVI, aunque la comunidad de hoy llego en el siglo XX, antes y después de la Segunda Guerra Mundial, cuando se establecieron en diferentes ciudades, principalmente en Cali, Barranquilla y Bogotá. En siglo XVI habían llegado algunos grupos que se asentaron en Antioquia y terminaron siendo parte del mestizaje y se convirtieron al catolicismo. De hecho, descendientes de esos judíos hoy en día han venido optando por la ciudadanía española por la vía del sefardí.
En Colombia hay una comunidad de más o menos cinco mil personas de origen judío. Son pocos, pero han tenido una gran trascendencia en nuestra economía en diferentes sectores: banca, textil y confecciones, comercio, hotelería, alimentos y bebidas, principalmente. Son grandes generadores de empleo y desarrollo económico. Los datos más conservadores hablan de que en sus empresas generan más de trescientos mil empleos directos.
Ojalá la inmigración hubiera sido más grande. Argentina tiene más de trescientos mil judíos, o Estados Unidos, donde incluso hay más judíos que en Israel. A todos los países a donde han llegado, han traído desarrollo. Muchos de ellos han llegado al país sin nada, y prácticamente todo lo han logrado en Colombia.
Ahora, Petro pretende convertirlos en sus enemigos. Solo el hecho de romper relaciones con Israel es un despropósito: siempre han sido un buen aliado de Colombia en diferentes temas como seguridad y agricultura —recuerdo cuando llegó a Colombia la tecnología de riego por goteo que ayudó a mejorar la productividad en lugares desérticos—, además de ser receptor de exportaciones colombianas.
Como colombianos no podemos dejar que Petro se ponga del lado de los enemigos del pueblo judío sin ninguna razón válida, más allá de echar cuentos incompletos, historias con pedacitos de verdad y muchas mentiras, como siempre.
La colonia judía en Colombia está compuesta por colombianos que vibran con la Selección, con nuestros ciclistas y que día a día se despiertan temprano a hacer patria. No dejemos que Petro acabe también con esto.
Han aparecido dos temas adicionales que los colombianos no deberíamos permitirle a Petro y a su Gobierno: cambiar el tratado de libre comercio con Israel, que debe pasar por el Congreso, y expulsar a la delegación diplomática israelí del país.
A veces me pregunto si la estupidez y la ignorancia no tienen límites.