El Vichada es un diamante en bruto. Tiene un alto potencial de desarrollo y podría convertirse en una de las despensas del país con vocación exportadora, gracias a sus recursos naturales y biodiversidad endémica. Sin embargo, el departamento carece de una buena infraestructura para el suministro de servicios públicos y el acceso a la educación. Desde otras regiones se deben importar productos básicos para garantizar la seguridad alimentaria de sus pobladores.

Hasta aquí, el segundo departamento más grande de Colombia, llegó la Asociación Colombo-Francesa de Investigadores (Colifri) para apoyar y fortalecer al desarrollo económico y social de las comunidades más vulnarables. Investigadores colombianos y franceses, junto con empresas y entidades públicas, trabajan en la implementación de soluciones de energías renovables y en el fomento de su uso en los sectores agrícola y del turismo.

Un ejemplo de esta iniciativa es el desarrollo de seis biodigestores para que pequeños productores puedan transformar sus residuos en una fuente de energía renovable. Flor Agudelo procesa diariamente diez kilogramos de excretas de porcinos para producir biogás en su finca, que le permite reemplazar los combustibles convencionales –leña y cilindros de gas– y disponer de energía de manera continua para uso doméstico. Lo mismo sucede en la planta de sacrificio animal de Puerto Carreño, en donde el gas producido se está aprovechando para sustituir los combustibles fósiles.

Actualmente, la asociación trabaja en el desarrollo de un nuevo proyecto en el Vichada para el acceso al agua potable de poblaciones indígenas. “También estamos desarrollando programas como Dipava –Desarrollo integral sostenible e innovador para agregar valor en cadenas productivas agropecuarias con enfoque territorial–, que busca convertirse en una herramienta de apoyo para el crecimiento y el fortalecimiento del campo colombiano”, explica el presidente de Colifri, Julien Chenet.

Julien Chenet. El éxito de las estrategias, puntualiza Chenet, está en incluir a las comunidades en los procesos de investigación. Promover la relación entre la ciencia y los saberes locales para resolver los desafíos en los territorios ha sido clave.

Lea también: ¿Cómo proteger la Amazonia?