La escuela del futuro ya no es un edificio. Es un sistema vivo, flexible y en transformación constante. Los modelos tradicionales ya no bastan para responder a los desafíos del siglo XXI. Las universidades dejaron de ser templos de conocimiento a los que se asiste por unos años, y la educación se entiende hoy como un proceso continuo que acompaña a las personas durante toda la vida.

Mientras América Latina sigue luchando por garantizar acceso y equidad, en otros países ese futuro ya se vive: una educación centrada en el ser humano, impulsada por la tecnología y guiada por la inteligencia artificial (IA)

Andrea Escobar Vilá, directora ejecutiva de la Fundación Empresarios por la Educación (FExE), ha dedicado años a estudiar las percepciones y realidades del sistema educativo colombiano. Sus hallazgos revelan una paradoja.

Andrea Escobar Vilá, directora ejecutiva de la Fundación Empresarios por la Educación (FExE) | Foto: Suministrada-API

Para el 95% de los hogares la educación es importante; pero cuando se les pregunta ¿para usted qué es la educación? el porcentaje se reduce alrededor de 14 puntos”.

Esa distancia entre lo que se dice y lo que realmente se entiende sobre el papel de la educación muestra una brecha cultural que atraviesa todos los niveles sociales. Esa desconexión también se refleja en la percepción de su utilidad.

“Si bien la educación es importante en un 94%, cuando se consulta sobre su utilidad para la vida diaria, baja a un 64%”, precisó Escobar.

No se trata de falta de interés, aclaró, sino de contextos adversos. “Tienes jóvenes que quieren estudiar y que están pidiendo más información; y por otra, los entornos son poco seguros, la violencia y la falta de oportunidades siguen sacando a los niños y adolescentes de la escuela”, señaló.

“Uno de los factores más importantes para que un hogar, un padre o cuidador saque a su niño de la escuela son los temas de conflictos y de violencia, más allá de los temas de aprendizaje”, advirtió Escobar Vilá.

Esto revela que el bienestar emocional se ha convertido en una condición esencial para aprender. “Si queremos que un niño permanezca en la escuela, hay que trabajar en tener ambientes de aprendizaje sanos, en paz y que protejan al estudiante”, afirmó.

Las cifras confirman esa tendencia. El 59% de los jóvenes considera que tener mejores ambientes –bienestar, comida, transporte, apoyo emocional– pesa más que el prestigio de una universidad.

“El bienestar emocional es crítico para la juventud de hoy”, señaló Escobar Vilá. Y los docentes lo saben: más del 65 % afirma que la formación en manejo de emociones es la herramienta que más necesita para su desarrollo profesional.

De acuerdo con la directora ejecutiva de FExE, esa transformación del rol docente, dijo Escobar, es uno de los grandes desafíos. “El reto como país es fortalecer la labor del maestro mediante formación continua, desarrollo profesional y mejores condiciones para ejercer su labor”, explicó.

El futuro educativo, sin embargo, no se construye solo con sensibilidad. También requiere información, planificación y visión, “de lo contrario estamos frente a un sistema que no puede tomar buenas decisiones”, advirtió Escobar Vilá.

Otra estadística que genera alarma es la que reporta que, en Colombia, el 54% de los jóvenes no continúa estudios después del colegio; además, el 16% asegura no tener motivación ni apoyo emocional para seguir aprendiendo. “No nos sirve de nada ampliar la oferta cuando vamos a tener tasas de deserción y altas tasas de insatisfacción”, añadió.

El reto de américa latina

Mientras tanto, otros expertos plantean que la revolución educativa ya está en marcha. José ‘Pepe’ Escamilla, director asociado del Instituto para el Futuro de la Educación del Tecnológico de Monterrey, lo resumió de esta manera: “Estamos en un mundo de aprendizaje para toda la vida; y ese es el gran reto que tienen los sistemas educativos”.

José “Pepe” Escamilla Director asociado del Instituto para el Futuro de la Educación, Tecnológico de Monterrey | Foto: Guillermo Torres Reina

Para Escamilla, la IA transformará radicalmente la relación de las personas con el conocimiento. “Va a ser el asistente perfecto de aprendizaje para el estudiante, para el profesor, para el padre de familia, para el director de la escuela, para el sistema educativo completo”, afirmó.

Sin embargo, advirtió que hay que tener muy claro que no es un fin en sí mismo: “Es el medio para lograr los grandes fines de la educación, que es la formación integral de los estudiantes”, precisó.

En su visión, el docente dejará de ser un transmisor de contenidos para convertirse en un acompañante de la enseñanza. “Tiene que dejar de ser el experto en contenidos y pasar a ser el experto en aprendizaje”, señaló Escamilla.

Los estudiantes también deben asumir un papel más activo. “El gran impacto de la IA es su empoderamiento para que puedan tener el control de su propio proceso de aprendizaje”, precisó.

Desde el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Ximena Dueñas advirtió que América Latina no puede quedarse atrás. Hay un reto muy importante en términos de acceso y de calidad. En la región, solamente uno de cada tres estudiantes de 20 a 24 años accede a la educación superior. El desafío, es elevar esa cobertura al 50 % en la próxima década.

Ximena Dueñas Especialista sénior en educación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) | Foto: Guillermo Torres Reina

Pero alcanzar ese número no basta. “No es solamente tener un título, es tener una calidad para poder emplearse y generar ingresos”. En la región, la desigualdad sigue siendo una herida abierta: el 60% de los estudiantes de bajos ingresos que ingresan a la educación superior la abandonan antes de graduarse. Para revertir esa tendencia, Dueñas propone adaptar las instituciones a la demanda laboral, “y eso implica cerrar las brechas de habilidades”. Una de las rutas, agregó, es fortalecer la educación técnica y tecnológica.

“La educación possecundaria no universitaria, lo que se conoce como educación técnica profesional, es un cuello de botella en nuestra región”. Al igual que Escamilla, insistió en que “el aprendizaje tiene que ser continuo y flexible”.

La educación del futuro, concluyeron los expertos, no será un conjunto de dispositivos ni un catálogo de carreras. Será un ecosistema que integre bienestar emocional, aprendizaje continuo, formación docente, tecnología responsable y equidad social. En algunos países, ese futuro ya empezó. En América Latina, aún es un proyecto en construcción. Pero la dirección está trazada: el conocimiento ya no pertenece a las aulas, sino a la vida misma.