Charlie Otero es un reconocido chef cartagenero, embajador iberoamericano de la gastronomía para la Organización Mundial del Turismo, apasionado por lo que hace y conocedor de la comida colombiana.

Su larga carrera artística lo ha llevado alrededor del mundo, donde no solo ha tenido la oportunidad de conocer, sino que ha llevado los platos típicos colombianos a rincones inimaginables en el planeta. Gracias a su amplia experiencia, también ha tenido la oportunidad de transmitir sus saberes a comunidades que desean aprender el arte culinario.

Charlie resalta mucho su experiencia trabajando con las reclusas de la cárcel distrital de mujeres en Cartagena, quienes participaban del restaurante ‘Acción Interna’, el primer lugar atendido por personas privadas de la libertad en el país.

Allí, Otero tuvo la oportunidad de transmitir sus conocimientos gastronómicos a las mujeres que hacían parte del proyecto, pero al mismo tiempo él aprendía de ellas. “Trabajar con las mujeres en prisión fue liberador para mí, yo les decía que ellas eran para mí las mujeres más libres del mundo. Cuando tú no das por sentado tu libertad es cuando más la aprecias. Y creo que en ese momento empiezas a convertirte en un ser libre”, dijo mientras recordaba con nostalgia.

Como esa, muchas son las experiencias que lo han llevado a este punto en su vida, Charlie cuenta que para cocinar comida colombiana, hay que estudiar y conocer su historia, esa es la razón por la cual estuvo en San Basilio de Palenque aprendiendo a hacer dulces tradicionales de la costa y también la consecuencia de haber estudiado cada ingrediente puesto en sus platos.

Él lleva años en esto de la cocina y aunque no todo ha sido color de rosa, en 2020 atravesó lo que en sus palabras fue de los momentos más difíciles de su vida. Justo en el momento en el que el mundo se encerró y la vida se detuvo, Charlie fue diagnosticado con un linfoma de Hodgkin. Esta noticia le cayó como un balde de agua fría que lo hizo poner los pies en la tierra.

“Tenía cáncer en la médula ósea y por unos momentos yo creo que eso hizo que hiciera como una reflexión de que hay que vivir todos los días, porque yo decía no me importa si me muero mañana, pasado, en dos meses, en 10 años; yo voy a vivir el día y voy a aceptar los retos y voy a vivir las aventuras (...) La vida es una oportunidad de todos los días. Despiertas todos los días y todos los días te plantea una oportunidad de hacer las cosas y si las haces mal, la vida misma te da la oportunidad de disculparte contigo mismo”.

Se mudó de Cartagena a Bogotá para iniciar su proceso con la quimioterapia, momentos oscuros, dijo, pero al mismo tiempo al mirar atrás solo resalta el aprendizaje que obtuvo de esa experiencia.

Orgullosamente, dice que es sobreviviente del cáncer y agradece mucho a la vida por una nueva oportunidad para vivirla. Durante su tratamiento no dejó de hacer lo que ama, pero por condiciones físicas no lo hacía con la misma intensidad. Sin embargo, tiempo después llegó lo que él llama su “naufragio afortunado”.

Normalmente, la palabra naufragio está relacionada con hechos negativos, para este apasionado chef fue todo lo contrario. Su naufragio lo llevó a la isla de Tierra Bomba y el Club de Playa Marlín, fue su salvavidas.

Dicen que después de la tormenta viene la calma y Charlie puede confirmarlo desde la experiencia. En medio de sonrisas cuenta que al recibir el llamado para crear desde cero el menú de Marlín, lo primero que vino a su cabeza fueron las tradicionales carimañolas, pero obviamente debía incluir su toque original y es donde nacen: las carimañolas de albahaca y queso o las de mariscos con tinta de calamar.

Luego de recibir esa noticia tan esperanzadora, su trabajo se puso en marcha, quería crear los platos más originales de Cartagena y que al mismo tiempo lo transportaran a su infancia. “Yo digo que la cocina es nostálgica, te recuerda a tu mamá, a la abuela.

“Yo vivo en Bogotá y Cartagena es, no sé, es mi fuente de nostalgia y es mi fuente de creación. Aquí crecí, aquí tengo mis memorias de gusto y de amor, están acá; que son las que me impulsan a crear, me mantienen creativo en la cocina. Entonces eso fue fantástico”, manifestó.

Finalmente, Otero resalta una característica muy especial de la comida colombiana y es que “a pesar de la violencia o los problemas en que vivamos, todo lo hacemos con amor”, dicen que el amor mueve montañas, pero en este caso se llega al corazón a través del estómago.