Hay quienes miden el tiempo y quienes lo sienten. David Silver pertenece a la segunda estirpe: la de los alquimistas que transforman los segundos en belleza. Copropietario de The Vintage Watch Company y autor de Vintage Rolex: The Largest Collection in the World, David no solo vende relojes, sino que preserva la emoción del tiempo. Su vida entera gira en torno a una idea que él mismo repite con calma inglesa y precisión suiza: “El tiempo es algo para atesorar, cuidar y recordar”.
La historia de Silver comenzó con un legado familiar y una infancia rodeada de tictacs. Su padre, John Silver –quien dedicó su vida a la relojería y la joyería– fundó en 1995 The Vintage Watch Company en Burlington Arcade, Mayfair: una meca para coleccionistas de relojes y celebridades. “Recuerdo las fundas de goma que se ponían sobre las esferas para evitar rayarlas; venían en muchos colores. Ojalá nunca hubiera abierto las cajas. ¡Ahora valdrían una fortuna!”, recordó Silver sobre los Swatch que su padre vendía en la década de 1980.
Desde entonces, el reloj se convirtió en un símbolo. Y bajo la mirada de su padre, aprendió que la experiencia no se compra, sino que se enseña. “Es molesto oírlo, pero ahora que soy padre, lo entiendo”, aseguró. En su tienda, David no era el hijo del dueño, sino un empleado más destinado a aprender de cada error. “Cuida tus acciones y tus acciones te cuidarán a ti”. Ese era el mantra que repetía su padre.
Esa disciplina moldeó su ojo para la autenticidad. “Tras años manipulando relojes Rolex antiguos, se aprende de tacto y sensación, y eso los libros no te lo enseñan”, explicó Silver, destacando que “los errores, los defectos, la pátina… aumentan la rareza e individualidad de un reloj. Poseer algo que otros no tienen, eso es lo que importa”.
Detrás de su colección, la más grande de Rolex vintage del mundo, hay un acto de amor. Cuando se le pregunta cuánto pesa la intuición frente al conocimiento técnico en una compra perfecta, responde sin dudar: “Noventa a diez”. No busca complicaciones mecánicas, sino armonías visuales. En su concepción del lujo, David Silver rompe con cualquier idea de ostentación. “El estilo relajado es la clave. Los detalles son los que hacen a la persona”, sostuvo. Para Silver, en una era que confunde exclusividad con exhibición, el verdadero lujo no es la visibilidad, sino la individualidad.
Su libro, un archivo monumental de fotografías y referencias, celebra la evolución de Rolex y de quienes, como Hans Wilsdorf –fundador de Rolex–, soñaron con que un reloj de pulsera pudiera desafiar el tiempo: el nacimiento del Oyster en 1926, la hazaña de Mercedes Gleitze cruzando el Canal de la Mancha, el Submariner que acompañó al Everest, los Day-Date Stella que evocan la paleta de Warhol. “Algunas de estas piezas son obras de arte. Me recuerdan a Frank Stella, por sus colores vibrantes. En su momento no fueron apreciadas; hoy son tesoros. ¡Es como una tienda de golosinas!”, confesó.
Silver, sin embargo, no idolatra a Rolex. Su colección es más una carta de amor a la marca y a su capacidad para capturar la era de cada creación. No le interesan las biografías de quienes usaron las piezas, sino la historia universal que representan. En su colección conviven reyes, pilotos, científicos y soñadores, todos unidos por una sola certeza: el tiempo bien vivido.
Entre los más de 6.000 relojes que ha catalogado hay uno que nunca vendería: un Rolex GMT Pepsi de 1966 con correa de cuero, portada de la primera edición japonesa de su libro. “Ese no tiene precio”, aseguró. Y quizá por eso su definición de lujo sea tan humana: “El lujo consiste en vivir el momento”. Para Silver el verdadero privilegio no está en poseer, sino en elegir el ritmo al que se desea vivir.
Hoy, con su nueva edición de Vintage Rolex se mira en los reflejos de las vitrinas de Burlington Arcade y sonríe. “La gente me entiende y comprende mi punto de vista. No soy un excéntrico; soy alguien que vive, respira y encarna lo que promueve”, concluyó.