Este viernes 7 de enero, Víctor Escobar será el primer colombiano en recibir la eutanasia sin ser un paciente terminal, pero sí con una enfermedad incurable.

Luego de varios años de batallas judiciales para conseguir la aprobación de la eutanasia, el lunes 11 de octubre de 2021 se conoció que el Juzgado 17 del Circuito de Cali ordenó a Coomeva EPS conformar un comité científico que acompañe al caleño Víctor Escobar, de 59 años, en el proceso de ponerle fin a su vida de una manera digna.

Escobar tiene una grave enfermedad pulmonar crónica que lo mantiene postrado en una cama, con una movilidad reducida. El fallo del juez ordenó a Coomeva EPS adelantar, acompañar y garantizar el proceso de eutanasia a este paciente en el menor tiempo posible, “que no podrá ser superior a lo que el paciente indique o máximo 15 días después de reiterada su decisión”, dice el documento.

Este viernes 7 de enero, a las 2:30 p. m. Escobar asistirá al lugar designado por su EPS para dar fin a la enfermedad que lo aqueja, por lo que sus últimas horas de vida las pasará rodeado de sus seres queridos y recibiendo fuerzas de todas partes de la nación.

Historia de una vida de lucha

“¿Y si me muero esta noche?”, le dice Víctor Escobar a su esposa, Diana Nieto, antes de dormir. Ambos ya saben el protocolo por si la muerte, por fin, se digna a llegar al apartamento 301 de la unidad residencial Portal del Parque, barrio Mojica, oriente de Cali. Allí la esperaron desde hace dos años y por fin llegó.

Víctor habla poco porque el aire le falta hasta para levantar la mirada. Sus días desde hace 11 años han estado conectados a dos respiradores artificiales, con los que toma aliento para hilar tres o cuatro palabras antes de caer presa de su ahogo perpetuo. Dos accidentes cerebrovasculares y los pulmones operando solo al 40 % lo han hecho reflexionar sobre su vida: ahora solo recibirá una muerte digna: la eutanasia.

En las noches se acuesta con la ilusión de no levantarse, aunque con seguridad en la madrugada la tos con expulsión de sangre le empaña la máscara de oxígeno. Diana se levanta para retirarla, limpiarla y volver a instalarla; esa misma rutina la repiten cada 90 o 120 minutos. No hay paz, hay mucho dolor. Por eso, Víctor lloraba y rogaba por una muerte digna.

“Esto es un calvario, esto es muy duro. Cada noche que me acuesto quisiera no despertar. Esto es una vida muy difícil, esto no se lo deseo a nadie”, le contó a SEMANA en diciembre de 2021.

Víctor Escobar permanece 24 horas conectado a respiradores artificiales. | Foto: Jamir Mina

Víctor tiene 60 años. Siempre trabajó como conductor de tractomulas y en una fábrica de cemento donde manipulaban altos niveles de asbesto. Antes de los accidentes cerebrovasculares era un tipo sano, fumador y de poco descanso; tiene tres hijos que no viven con él y conoció a su actual esposa cuando ya la salud le era esquiva.

Diana es su ángel de la guarda: lo baña, lo viste, lo lleva al médico, lo auxilia en las noches, limpia la sangre de su ropa, arregla la casa y lo alimenta con los cuidados propios de un bebé de apenas meses de nacido. Víctor come poco y todos los alimentos deben ser semiblandos para poder ingerirlos.

Los dos –y una hija de Diana– viven en el apartamento 301. El cronograma de citas médicas está en una agenda pegada en la puerta de la habitación. Antes de la pandemia, Víctor iba al médico dos veces por semana. Y ante la falta de recursos para pagar un taxi, toman el transporte público masivo. Cada salida es una prueba de fuego.

“Mi familia sufre, mi esposa sufre, mis hijos sufren y yo sufro al verlos sufrir a ellos. Estoy cansado de todo esto y quiero que mi Dios se acuerde de mí y dejar tanto sufrimiento. Mi ciclo está cumplido y en las manos de Dios entrego todo. Si esto es malo, él me va a perdonar, sé que él tendrá misericordia conmigo”, dice Víctor, quien, para el fin de semana, ya descansará en paz.