Cada mañana de Camilo Jaramillo empezaba con unos buenos días de Kiara. Su perrita bernés de la montaña que se acercaba con cariño y con la felicidad reflejada en el movimiento de su cola como una forma de decirle ´buenos días´.

También era esta mascota de 8 años quien fielmente lo esperaba después de cada jornada laboral. La mejor compañía para ir a caminar por lo menos unos 40 minutos antes de irse a dormir.

Desde que falta Kiara, Camilo dice que no le dan ganas ni de ir a la tienda. Ahora, cada vez que sale, va en el carro.

“Los sábados y domingos caminábamos mucho, dábamos vueltas por los parques del barrio. Subíamos a la circunvalar, visitábamos amigos. Ahora no me dan ganas de hacer esos planes”, describe Camilo.

Ahora cada paso que da Camilo es en pro de buscar a su compañera y mejor amiga. Sigue caminando, repartiendo volantes, incluso algunos los deja en los carros vecinos cuando va a un parqueadero público, hablando incluso con los recicladores y habitantes de calle para que le ayuden a encontrarla.

En el barrio Chapinero la extrañan. Era una perrita tierna, sociable. Le encantaba que todas las personas la consintieran. Prefería eso en vez de jugar con una pelota u otros perritos.

Kiara desapareció en la mañana del 26 de octubre de 2022, luego de un paseo por la montaña en La Calera, cuando hacía parte de la escuela Mashi, muy cerca del peaje de Patios. Dos cuidadores estaban a cargo de 10 perros.

“Los dueños de la escuela, que son una pareja, no estaban el día de la desaparición de Kiara. Ellos confiaron plenamente en dos personas que dicen no saber lo que pasó. El esposo estaba en la nueva sede y la mujer atiende el colegio de teletrabajo. Deberían como dueño estar en los colegios”, indicó.

Con esas irregularidades, Andrea Padilla, senadora colombiana por los derechos de los animales, se unió a la causa de Camilo y están impulsando la ‘Ley Kiara’ para que todas las escuelas y sitios encargados de los animales de compañía operen bajo el amparo de la ley, con las reglas y la vigilancia necesarias para que ninguna otra familia sienta la angustia por la que pasa él.

Aunque Jaramillo no ha puesto demandas porque está seguro que no va a reemplazar a Kiara, lo que sí sigue en trámite es la denuncia en la Fiscalía que no avanza en nada. Dicha denuncia fue puesta ocho días después de que la canina se desapareció.

La denuncia contra el operario que despidieron de la escuela y es sospechoso, la deben poner las mismas personas de la guardería.

“Lamentablemente en el tema de las desapariciones hay muchos vacíos legales”, cuenta Camilo a SEMANA.

Por información que ayude a ubicar a Kiara, su dueño ofrece 5 millones de pesos. Dice que si alguien la tiene en su poder, no habrá retaliaciones judiciales porque solo piensa en recuperarla.

Hay incoherencias en el caso, pues los dueños del colegio canino aunque despidieron al trabajador que estaba con Kiara en el momento de su desaparición, lo defienden en exceso. Cambiaron las horas, la versión de la pérdida y hasta niegan los videos de las cámaras de seguridad.

“Las versiones no cuadran desde el principio. El primer día dijeron que estaban buscando la perrita y cuando nos acercamos no estaban. Argumentaron que estaban atentos y me tocó hacer a mí y a mis acompañantes la búsqueda solos con nuestros propios medios, ante la pasividad de los trabajadores”, indica Camilo, y agrega que los acompañaron cuando de su bolsillo sacó un reconocimiento económico e incentivó con comida a los trabajadores del colegio.

El caso se hizo viral y se convocó mucha gente que solidariamente se unió. Además, drones, otros perros de búsqueda, perifoneo, afiches. Sin embargo, en vez de causar la unión desinteresada de las personas del colegio algo extraño sucedió.

“Lo raro es que la dueña del colegio un día me llama y me dice que Kiara no está en el bosque cuando siempre me juró que se había perdido allá. Me dice, “no convoques más, para la búsqueda y aumentemos la recompensa de 5 a 8 millones y yo te doy los tres millones que faltan”. Es decir, a partir de ese día sostiene que alguien se la robó”, describe el dueño de la perrita que quedó atónito.

“Supe que algo pasa y no me parece normal. No sé si es para que su colegio no quede expuesto o para que queden pruebas legales de que intentó ayudar. Hasta me dijo que por tanta publicadera mía en redes, el que tiene a Kiara no la entrega”, confiesa.

#BuscandoAKiara. Foto de cortesía de Camilo Jaramillo. | Foto: Semana

Después de escuchar eso, Camilo, pidió pruebas del polígrafo privado. Los dueños del colegio no asistieron argumentando temas de seguridad y de extrema presión. Finalmente, se escudaron en atender el pedido solo mediante una orden judicial.

Peor aún para Camilo es ver la inoperancia de las autoridades. La Fiscalía de La Calera a cargo del caso le sugirió conciliar.

“No quiero conciliar, no quiero plata, no quiero otro perro. Quiero que me digan la verdad y dónde está”, indica Camilo Vehemente.

En medio de su dolor, la escuela nunca se preocupó por preguntarle cómo está o cómo se siente.

“Los de la escuela se pintan como los únicos y principales afectados. No miran ellos el tema anímico en el que estoy yo y mucho menos el emocional. Si abren una escuela para perros deben saber que son parte importante de la familia y que en estos casos de desaparición el acompañamiento emocional y psicológico es primordial”, puntualiza.

Kiara se perdió el miércoles 26 de septiembre. | Foto: Camilo Trujillo

En su corazón, Camilo sabe que Kiara es fuerte, que no está enferma y que seguramente no ha salido de Bogotá.

“Se desapareció la más grande, las más adulta, la que lleva más tiempo en el colegio y la última persona que la vio fue el empleado que despidieron. No queremos plantones, presionar, hostigar. Hemos tenido contacto con el empleado que echaron de diferentes formas y la respuesta es siempre la misma. Queremos que nos diga qué pasó. Es todo”, describe.

Kiara sigue latente en la vida de Camilo y sin estar presente ha logrado que Laika y más de 500 personas se unieran hasta recolectar 3,5 toneladas para alimentar a más de 700 perros de tres fundaciones.

En nombre de Kiara, incluso, se harán jornadas llamadas ‘apadrinando esterilización’. Sin embargo, Camilo no se quiere quedar solo con el recuerdo, ni con la motivación solidaria que genera su mascota. Quiere volver a abrazar a Kiara, caminar con ella, hacer planes los fines de semana. Sabe que la incondicionalidad y conexión con su perrita no se encuentra tan fácil o ninguna cantidad de dinero lo puede pagar.