Coconuco es una lengua nativa que Colombia perdió hace 300 años por cuenta de la colonización. Cincuenta de los 22.000 indígenas de esta etnia que quedan, llegaron desde el miércoles al Coliseo Álvaro Mesa Amaya, en el centro de Villavicencio, luego de andar 16 horas en chiva. Vienen del Cauca, de Popayán, Puracé, El tambo, Sotará y Totoró. Visten camisetas del Real Madrid y de Nacional, hablan mejor español que los rolos y no saben más de 10 palabras en su lengua materna. Sin embargo, fueron los primeros aborígenes en llegar a esta ciudad para asistir a los eventos que oficiará el papa. Arcadio Aguilar, único en su pueblo por recordar casi 500 palabras coconucas, dice que quizás es por eso: “queremos recuperar lo que perdimos y sabemos que el papa puede ayudarnos a recuperarlo”. En Francisco no ven a un líder espiritual, ven a un líder político, y por eso accedieron al llamado del gobierno nacional cuando los invitó a hacer parte de la jornada de Villavicencio. Quieren que los 220 millones de personas que verán la transmisión de los eventos sepan quiénes son, qué tanto han sufrido y cuáles son sus exigencias. “La reconciliación no es solo entre los colombianos, es con el medioambiente y el papa lo sabe, por eso ese es el tema de su eucaristía”, sostiene. Quién más que los indígenas, que han sufrido la violencia en carne propia y en carne de su madre, la madre tierra, para representar ambos flagelos. De ahí que no solo hayan venido a la misa campal, sino también para estar en el encuentro por la reconciliación. ¿Encontrarán la atención que buscaban? “Quizás no, pero al menos vinimos”, dice.