Por: Mauricio Morales En la cúspide de la violencia, Montes de María fue uno de los campos de batalla más duros en la guerra que el Estado y grupos paramilitares lucharon contra la guerrilla de las Farc. Esta importante zona, que antes vio el auge y caída de la guerrilla del EPL, comunica a las ricas planicies ganaderas de Sucre con la costa Caribe, corredor que servía, como tantos otros en Colombia, también para el tráfico de cocaína, esa guerra que aún no acaba. Esta zona, a solo dos horas de las playas turísticas, restaurantes lujosos y discotecas de Cartagena, fue testigo de las masacres más infames perpetradas por los paramilitares de las AUC, que en cuestión de años con la estrategia del horror, le ganaron terreno a las Farc a finales de los años 90 y en los primeros del nuevo siglo contaban con importantes alianzas de políticos de la región, esto sumado a los asesinatos selectivos de las Farc y los combates con el Ejército dejaron a veredas enteras desplazadas. Le recomendamos: Las lecciones que deja Montes de María para la paz La masacre de Chengue, por ejemplo, donde al menos 28 campesinos fueron asesinados a garrote, o el frenesí de muerte, tortura, trago y vallenato que dejó la masacre de El Salado, con 100 asesinatos en unos días, aún se recuerda con dolor en los Montes. O la masacre de Macayepo, una serie de asesinatos después de la llegada de una incursión paramilitar que dejó al menos 36 campesinos muertos, marcaron el comienzo del desplazamiento masivo en la zona y de fricciones entre los campesinos de la Alta Montaña y los de las zonas bajas de los Montes de María. La guerra como es usual hizo de vecinos enemigos. El conflicto se paseó por la Colombia profunda como la llaman algunos, y se ensañó con aquellos que no vieron la guerra por televisión sino desde los caminos veredales, desde sus casas de tablas y techos de zinc, desde sus chacras que tuvieron que abandonar, cargaron con el precio de la guerra, bueno, aún lo cargan. Las tropas de bando y bando tomaron posiciones en zonas específicas de Los Montes de María. Por miedo u obligación, los campesinos les ofrecieron una gaseosa o un tinto a esos hombres con fusiles y cananas de munición colgadas en el cuerpo y por eso fueron tachados de sapos, infiltrados, auxiliadores y enemigos. Jocabeth Canoles y Elmer Arrieta son jóvenes líderes, parte del grupo de forjadores de paz, que trabaja en los Montes de María, con las veredas de las zonas de la alta montaña y de municipios como Macayepo, donde viven. Jocabeth cuenta que “este es un grupo que integran jóvenes mujeres y hombres para comenzar a tener roles de liderazgo en las comunidades para cambiar la mentalidad de la guerra a una mentalidad del trabajo en el campo y de apropiación del territorio”. Puede interesarle: Retorno al desierto: los “agricultores refugiados” de Montes de María vuelven a sus territorios Jocabeth y Elmer y los demás jóvenes miembros del grupo andan por aquellos antes intransitables caminos que conectan las diferentes veredas de la Alta Montaña, con el propósito de integrar a los jóvenes y a las comunidades que fueron distanciadas durante la guerra. La guerra, para muchos, también significó un daño significativo en el campo, en los cultivos, en su forma de vida. En la Alta Montaña, la gente recuerda con nostalgia el aguacate, pero durante la guerra, este cultivo se dañó, dando un giro a toda la economía agrícola de las veredas de la zona. Don Pedro Castillo, un veterano líder, tiene algunas teorías: “como la guerrilla estaba en la Alta Montaña, un avión sobrevolaba la zona y se sentía un rocío que destruía todos los cultivos”. Muchos en la Alta Montaña comparten las teorías de Don Pedro, y piensan que el ejército rociaba un químico para dañar el monte que les servía de resguardo a las tropas guerrilleras de las Farc que tenían sus campamentos en la zona. La versión oficial es que es un hongo que entró a la zona. Puede leer: ‘La Esperanza‘ de sembrar ajonjolí Aunque esas épocas duras de la guerra parecen haber calmado, tanto los jóvenes como los lideres más viejos, que vivieron la guerra, siguen preocupados por los mismos temas de esas épocas, la tierra, sus cultivos y su subsistencia. La guerra no vino gratis y detrás del masivo desplazamiento de campesinos en Montes de María hubo una reestructuración de la tenencia de la tierra. Para Geovaldis, un veterano y reconocido líder social, los problemas sobre la distribución de la tierra y los manejos de los recursos naturales como el agua en la zona, se han vuelto un importante punto de preocupación para las comunidades. Los monocultivos de piña y de palma africana que colindan con la zona de Montes de Maria, compiten con preocupación con los recursos hídricos de la zona. Geovaldis hace parte de una familia que resistió la cúspide de la guerra y se quedó en el territorio. Ahora reconoce la importancia del cambio generacional en el liderazgo en la zona. “Las comunidades por sí solas se han tenido que reconstruir después de la guerra. El gobierno y las instituciones nos han fallado, estamos solos”, dice. Jocabeth y Elmer saben el reto que tienen de integrar y de unir las comunidades para construir y sobre todo sostener su subsistencia en la zona. Le recomendamos: El deficiente servicio educativo azota a los Montes de María La paz es vista con recelo por muchos, la comunidad reconoce que la intensidad de la guerra ha bajado dramáticamente, ya no hay tropas en camuflados patrullando el monte. “Mi familia y yo estamos en riesgo, antes sabíamos quién nos estaba matando, ahora es como si hubiese una fuerza oscura que no podemos identificar”, afirma Geovaldis, no solo refiriéndose a la zona sino al país entero. Ella ve con temor la llegada del presidente de derecha Iván Duque, lo percibe como una posibilidad de que la guerra se incremente en la zona. La cifra de líderes sociales asesinados está rondando casi los 500 en el país, desde el 2016. Para Jocabeth, la joven de 28 años, estas cifras no determinarán su continuidad en el trabajo social que ella y sus compañeros en la zona hacen. “Ser un líder social es como un vicio, aunque me cueste la vida, no lo puedo dejar”.