En la posesión de Rafael Pardo como ministro del posconflicto, el martes pasado, el presidente Juan Manuel Santos pronunció el discurso de rigor para elogiar al nuevo funcionario –en este caso, al hijo pródigo que regresaba a casa– y también tuvo un detalle significativo que pasó inadvertido: saludó al expresidente César Gaviria, allí presente, y le agradeció en público por su apoyo al gobierno. La cercanía entre el exmandatario y el nuevo ministro no es una noticia para nadie. Pardo fue el ministro de Defensa en el gobierno del revolcón y la presencia de un civil en esa cartera, después de 40 años, fue una de las audacias más reconocidas de ese cuatrienio, y más recientemente en sus campañas electorales para la Presidencia en 2010 y para la Alcaldía de Bogotá en 2015 contó con pleno respaldo del expresidente. Semejante alianza sería suficiente para explicar la asistencia del expresidente Gaviria en una posesión. Sin embargo, otros elementos corroboran la importancia que han ido adquiriendo los colaboradores más cercanos de Gaviria en el proceso de paz del gobierno de Santos. Al tiempo que Rafael Pardo iniciaba su gestión en la Casa de Nariño se supo que otro exfuncionario de Gaviria, Fabio Villegas, una vez termine su trabajo como presidente de Avianca, será el director de la campaña para el plebiscito que llevará a cabo el gobierno para refrendar los acuerdos que firmará con las Farc en La Habana. Villegas es cercano al expresidente desde los primeros años de ambos en la política de Pereira, la tierra natal de los dos. En el gobierno fue la mano derecha del presidente desde los cargos de secretario general y ministro de Gobierno (hoy Interior) en temas tan delicados como la convocatoria de la Asamblea Constituyente y la incorporación plena del M-19, el EPL, el PRT y el Quintín Lame a la política legal. El único que le compitió en términos de cercanía fue Miguel Silva, primero como secretario privado y luego como secretario general de la Presidencia. Y Silva, quien después de dejar el gobierno enfocó su exitosa carrera profesional hacia la asesoría en comunicaciones estratégicas, será precisamente el compañero de Fabio Villegas en la campaña por el plebiscito. Será el cerebro detrás de la estrategia a favor del SÍ. No menos importante ha sido el papel de Manuel José Cepeda en la búsqueda de salvavidas jurídicos para el proceso de paz en los momentos difíciles. Formó parte del equipo de juristas que negoció el controvertido acuerdo sobre justicia transicional y ahora sigue buscando una salida para el impase que se produjo por las distintas interpretaciones del gobierno Santos y de las Farc sobre los alcances del texto. Cepedín, como le decían hace 25 años, es otra figura de alto perfil en los gobiernos de César Gaviria y de Juan Manuel Santos. En el primero fue el consejero del presidente durante la Asamblea Constituyente: una especie de portero encargado de evitar goles. Y ahora, además de cerebro en el punto crucial de la negociación sobre justicia con las Farc, ha apoyado a Santos en el diseño de fórmulas en temas tan cruciales como el fuero penal militar y el fallo de La Haya sobre la delimitación marítima entre Colombia y Nicaragua. Por encima de todos estos miembros del exkínder está Humberto de la Calle, el único que en la época de Gaviria no era del kínder, sino del ‘bachillerato’. El jefe del equipo negociador en La Habana fue el primer ministro de gobierno en ese cuatrienio y le tocó liderar los debates de la Asamblea Constituyente, una tarea delicada que desempeñó con reconocido equilibrio y sabiduría. Al terminar las deliberaciones, la Constituyente lo premió con un recordado aplauso de todas las bancadas. Ahora es el director de la delegación de paz y en esa calidad maneja el proceso, dirige al equipo de negociadores y ha hecho las veces de vocero del gobierno en el tema. La presencia de tantos gaviristas en el equipo de la paz y del posconflicto es una coincidencia y no un plan. Se les denomina gaviristas por la única condición de haber pertenecido a ese gobierno y tener buena relación con el expresidente. Pero ni son su cuota, ni le obedecen órdenes, ni pretenden convertirse en un proyecto político. Son nombramientos que ha hecho Santos de manera autónoma, valorando la experiencia y el talento de todos, que tienen un pasado común en el gobierno del revolcón. Quizá todos mantienen sus sentimientos antisamperistas y convergen en la química que han encontrado con Juan Manuel Santos. Pero se reencontraron por motivos accidentales –como la derrota de Pardo en la Alcaldía y el retiro de Villegas de Avianca– y en una coyuntura política histórica: la paz. Tampoco parece una estrategia de Santos porque el gavirismo no goza de mucha simpatía en las Farc. La guerrilla no ha olvidado el bombardeo a Casa Verde, donde tenía su sede Manuel Marulanda, el mismo día en que el país votaba para elegir a los miembros de la Constituyente, y ve a Gaviria como un neoliberal que abrió el país al capitalismo internacional. Ese gobierno negoció con las Farc en Caracas y en Tlaxcala, pero lo hizo con mano dura y los diálogos no fructificaron. El jefe de ese proceso fue Jesús Antonio Bejarano, y los miembros del kínder que ahora en el gobierno Santos juegan papeles claves en el proceso de paz, hace 25 años se desempeñaban en otras áreas en busca de la paz. Pero sí es un hecho que César Gaviria es el expresidente más cercano al presidente Juan Manuel Santos. En general, el actual mandatario no ha sido muy fiel a la tradición de consultar a sus antecesores y sus relaciones con ellos van desde el conflicto abierto –con Álvaro Uribe–, hasta la distancia amistosa –con Belisario Betancur–, pasando por montañas rusas que oscilan entre tensiones y acercamientos temporales con Andrés Pastrana y con Ernesto Samper. Con Gaviria ha sido distinto. Al fin y al cabo, fue él quien le abrió la puerta de la política a Santos cuando lo nombró ministro de Comercio Exterior, el primer cargo público del actual presidente. Gaviria ha ayudado a Santos en los momentos más difíciles de su administración. Asumió la jefatura de debate de la segunda vuelta en las elecciones presidenciales, después de que Óscar Iván Zuluaga había triunfado en la primera. Lo apoyó en la crisis desatada por el fallo de La Haya sobre San Andrés y en la que se presentó con Venezuela a raíz del cierre de la frontera decretado por Nicolás Maduro. Gaviria ha manejado con habilidad un perfil bajo combinado con altos protagonismos en momentos puntuales, lo que le ha salido bien. Pero tiene dos desafíos: la presencia de su hijo Simón en el gobierno y las recientes especulaciones sobre una candidatura presidencial de Humberto de la Calle en 2018 (negada recientemente por él en una entrevista a El País de Madrid). Es casi seguro, en consecuencia, que el expresidente permanecerá en la banca. Eso sí, muy pendiente de lo que harán sus pupilos: los miembros del kínder, 25 años después y cubiertos de canas.