Gabriel García Márquez tuvo en las aguas carmelitas del río Grande de la Magdalena, el sistema fluvial más representativo del norte de los Andes, una de sus mayores fuentes de inspiración. Lo recorrió varias veces en barco durante sus épocas de estudiante, cuando partía de Zipaquirá para regresar a Aracataca, su Macondo.

En ‘El amor en los tiempos del cólera’, novela publicada en 1985 que narra el romance de Florentino Ariza y Fermina Daza, García Márquez plasmó a la perfección cómo la serpiente que atraviesa todo el centro del país y le entrega sus aguas al océano Atlántico, ha palidecido por la mano del hombre.

Al final de la obra, cuando Fermina y Florentino concretan su idilio de amor en un viaje por el Magdalena a bordo de la Nueva Felicidad, el río ya había perdido la magia biodiversa que el protagonista misterioso y enamoradizo presenció en su primer recorrido por el cuerpo de agua, cuando partió de su pueblo para pasar su depresión amorosa.

El Magdalena es el río más representativo de Colombia, un cuerpo hídrico que late y suena a cultura, música, literatura y biodiversidad. | Foto: Felipe Villegas/Instituto Humboldt

En los últimos 50 años, los niveles de deforestación en la cuenca del Magdalena han superado el 70 %. Entre tanto, la pérdida de sus áreas de humedales y ciénagas excede el 80 %, impactos que han generado un incremento del 34 % en las tasas de erosión desde la década pasada.

“El Magdalena está entre los 10 ríos con mayor tasa de erosión a nivel global, con una producción de 710 toneladas por kilómetro cuadrado al año; el cuerpo hídrico transporta cerca de 180 millones de toneladas de sedimentos anuales”, revela el libro ‘Peces de la cuenca del río Magdalena: diversidad, conservación y uso sostenible’ del Instituto Humboldt, la Universidad de Antioquia y Empresas Públicas de Medellín (EPM).

Según el documento, elaborado por 58 investigadores nacionales e internacionales, la agonía del Magdalena se debe a que el 77 % de la población colombiana está asentada alrededor de la cuenca, un sitio que aporta cerca del 80 % del Producto Interno Bruto nacional y genera 70 % de la producción de energía hidráulica y 70 % de las cosechas agrícolas nacionales.

Los peces de agua dulce, presentes en los ríos, quebradas, lagos, lagunas, ciénagas, embalses y jagüeyes de la cuenca, palidecen por la acelerada intervención antrópica. “Esto fue lo que nos motivó a crear una publicación dedicada a analizar el pasado, presente y futuro de estos organismos del territorio anfibio más importante del país: el río Magdalena”, dijo Hernando García Martínez, director del Instituto Humboldt.

Las aves que revolotean por el imponente y carmelito río Magdalena dependen de la gran variedad de peces que allí habitan. | Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).

“Estamos seguros de que esta información científica les servirá a todos los sectores de la vida nacional, tanto ambiental, académico y educativo como a las diferentes instancias nacionales y regionales, para tomar medidas efectivas y así proteger al río Grande de la Magdalena, una red que recorre la historia del país, sus culturas, costumbres, idiosincrasia y riqueza de recursos naturales”, afirmó García.

Diversidad de especies

En el Magdalena habitan 233 especies de peces de siete órdenes y 33 familias, cifra que corresponde al 14,5 % de la diversidad de peces agua dulce en Colombia. Es la tercera cuenca hidrográfica más rica en estos organismos, después del Amazonas y Orinoco.

De este total, 158 especies son únicas de esta parte del país, es decir que el 68 % de la riqueza en peces es endémica y no habita en ninguna otra parte del mundo. Según Carlos A. Lasso, investigador del Instituto Humboldt y uno de los editores del libro, el Magdalena es uno de los sitios con mayor endemismo de ictiofauna en América del Sur y el primero en Colombia.

“Es la única cuenca con tres cordones montañosos, la cual es bañada dos veces al año por el agua que arrastran los vientos de la zona de convergencia tropical. Es un sitio que provee de escenarios climáticos y paisajísticos diversos a los que los peces han respondido”.

Entre las especies de peces endémicos están el bagre rayado (Pseudoplatystoma magdaleniatum), bocachico (Prochilodus magdalenae), blanquillo (Sorubim cuspicaudus), barbul (Pimelodus yuma), rivulín del Magdalena (Rivulus magdalenae), pataló (Ichthyoelephas longirostris), Brycon rubricauda, Hemibrycon cardalensis, Chaetostoma thomsoni, Trichomycterus mogotensis, Trichomycterus banneaui, Astroblepus onzagaensis y Astroblepus grixalvii.

: 233 especies de peces habitan en la cuenca del río Magdalena, de las cuales 158 son endémicas o únicas de este territorio. Una de ellas es el bagre rayado (Pseudoplatystoma magdaleniatum). | Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).

“30 de estas especies nativas son migratorias. El bocachico, bagre rayado, blanquillo y barbul desarrollan desplazamientos desde las planicies o ciénagas hacia los canales fluviales. En las épocas de verano, cuando las aguas bajan de nivel, generan las conocidas subiendas de ejemplares”, dice la publicación.

Con 164 especies, la subcuenca del Magdalena medio es la más rica en peces. Le siguen el bajo-medio Cauca (118), Sogamoso (116), alto y bajo Magdalena (112 y 87 respectivamente), Cesar (76), alto Cauca (73) y San Jorge (64).

“En el Magdalena medio está la mayor cantidad de peces endémicos, con 27 especies identificadas, seguida por la subcuenca de Sogamoso con 16 especies. Estas dos regiones concentran los mayores valores de riqueza relativa de especies únicas”, informa Lasso.

Los ríos y quebradas son el mayor refugio para los peces, ecosistemas donde los investigadores han registrado 123 especies. Le siguen en importancia las ciénagas, embalses, jagüeyes, lagunas de montaña y finalmente algunas cavernas.

Los peces del río Grande de la Magdalena utilizan varios recursos para alimentarse, como microalgas, microcrustáceos, larvas, pupas de insectos, invertebrados, frutos, semillas, flores, anfibios, reptiles y aves.

“La dieta de estas especies depende de características morfológicas como la posición de la boca, tipo de dientes, longitud del intestino, tamaño del estómago e incluso los ojos en posición dorsal, peces que comúnmente se alimentan de plancton”, indica Lasso.

81 especies de peces del Magdalena son carnívoras, 53 son omnívoras y 32 son detritívoras, grupo en el que se encuentran peces chupadores de raíces sumergidas y del fango. Entre tanto, solo cuatro son peces planctófagos.

La cuenca del río Magdalena está catalogada como uno de los ecosistemas con mayor cantidad de endemismos en el mundo. El bocachico (Prochilodus magdalenae) es una de sus joyas. | Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).

Están bajo amenaza

Lasso afirma que las especies de peces de agua dulce del Magdalena figuran entre las más amenazadas del país y en los Andes tropicales. Las razones: la acelerada degradación y transformación del hábitat, la contaminación hídrica y especies introducidas.

“Este río ha cambiado desde la época de la conquista de América por las actividades del hombre, al igual que los pobladores ribereños, usos para cultivos, navegación y comercio. Los bienes y servicios que conforman la oferta ambiental también han sufrido drásticas alteraciones”, cita el documento.

Los Libros Rojos de peces dulceacuícolas de Colombia catalogan a 22 especies de peces del Magdalena como amenazadas, listado que encabezan el bagre rayado (Pseudoplatystoma magdaleniatum), en Peligro Crítico, y el pataló (Ichthyoelephas longirostris) y Brycon labiatus, en la categoría de En Peligro.

Sin embargo, una evaluación adicional de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) reveló que 113 especies endémicas de la cuenca del Magdalena están dentro de alguna categoría de amenaza.

En este estudio, el capaz (Pimelodus grosskopfii) figura en Peligro Crítico. Por su parte, siete especies están En Peligro (Ancistrus tolima, Ancistrus vericaucanus, Austrofundulus myersi, Brycon labiatus, Gymnotus ardilai, Parodon alfonsoi y Pseudoplatystoma magdaleniatum), 10 vulnerables y 85 casi amenazadas.

Los paisajes del río Magdalena son tan mágicos y diversos como su biodiversidad. | Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).

“Las medidas de manejo para la conservación de los peces de la cuenca del río Magdalena se han centrado únicamente en 61 especies de interés pesquero de consumo u ornamental, dejando a un lado al 73,8 por ciento de esta riqueza de la cuenca”, precisa la investigación.

Varias actividades humanas son los principales motores de las amenazas de los peces de la cuenca. Además de la deforestación, el documento revela que 294 municipios vierten aguas residuales sin tratamiento, hidrocarburos, metales pesados, materia orgánica y otros contaminantes que tienen en jaque a todas sus formas de vida.

“Por ejemplo, la industria de los hidrocarburos hace evidente la contaminación en el río desde 1922 con la construcción de la refinería en Barrancabermeja: entre 1986 y 2003 se registraron 840 derrames y 940 voladuras del oleoducto Caño Limón-Coveñas”, precisa la investigación.

Acorralados por invasores

En Colombia han sido identificadas 43 especies de peces introducidas y todas hacen presencia en la cuenca del río Magdalena: 13 fueron trasplantadas de otras cuencas y 30 son exóticas u originarias de otros continentes.

“Todas estas especies son de interés para la acuicultura y las pescas comercial y deportiva. Desde 2012, se han registrado 13 introducciones nuevas y casi todas ampliaron su distribución geográfica”, revela Lasso.

En el listado de especies exóticas introducidas figuran la mojarra o guapote amarillo (Parachromis friedrichsthalii), pez luchador de Siam (Betta splendens), pez cebra (Danio rerio), carpa dorada (Carassius auratus), carpa común (Cyprinus carpio) y la trucha arcoíris (Oncorhynchus mykiss), entre otras.

El libro del Magdalena indica que en la actualidad se cultivan 15 especies introducidas: seis exóticas en 121 municipios y nueve trasplantadas en 92 municipios, la gran mayoría policultivos. “La falta de controles de seguridad, más la liberación intencionada, siembras y escapes, son las razones que explican la distribución actual”.

Las medidas de manejo para la conservación de los peces del Magdalena se han centrado en las especies de interés pesquero | Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).

El desarrollo de los pueblos en Colombia siempre ha estado ligado al agua. Los pobladores de la cuenca del Magdalena han sobrevivido de la pesca desde el periodo comprendido entre los siglos V y I antes de Cristo.

“De las más de 233 especies de peces del Magdalena, 65 son usadas como fuente de alimento directo para los humanos. Sin embargo, alrededor de 40 especies son usadas en la acuariofilia y 28 para la recreación o pesca deportiva”, afirma la publicación.

La pesca artesanal en el Magdalena involucra a más de 30.000 pescadores, actividad con una amplia variedad de artes que ha sido catalogada como una sobrepesca responsable del agotamiento de los peces.

“Esta teoría no tiene en cuenta la magnitud de los impactos que la agricultura, los sectores industriales y domésticos generan sobre los recursos. Por tanto, el no cumplimiento de la reglamentación de artes y tallas inspirados en las pesquerías hace que los pescadores artesanales estén sujetos a una imagen negativa”, dice el estudio.

Los investigadores encontraron que entre 1975 y 2016, la producción pesquera en la cuenca del Magdalena pasó de 81.653 a 26.132 toneladas. “Estos cambios en la producción han afectado de forma directa la seguridad alimentaria de los pescadores, algo que resalta la importancia regional y local que posee la pesca artesanal en la cuenca”.

En 2019, los desembarques alcanzaron las 14.312 toneladas de peces con cinco especies dominantes, todas migratorias: bocachico, bagre rayado, blanquillo, nicuro o barbul y capaz. “Estas especies están acompañadas por una introducida ya establecida: la tilapia. Los sitios donde más es aprovechado el servicio ecosistémico asociado a la pesca son Barrancabermeja, Magangué, Plato, Caucasia, El Banco, Honda y Puerto Boyacá”.

La pesca artesanal en el río Magdalena involucra a más de 30.000 pescadores. | Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).

Sin embargo, los depredadores principales, como el bagre rayado, son cada vez más escasos y pequeños. Para los expertos, la reducción de la biomasa de los peces piscívoros y carnívoros causa un incremento en la de los consumidores secundarios y una reducción en la de la población productora (detritívoros).

“De esta forma se evidencia que la cascada trófica constituye el primer indicador de una pesquería no sostenible y conlleva a una sobrepesca del ecosistema. Las acciones clásicas de manejo pesquero dirigidas hacia una pesca selectiva, no van a resolver la sostenibilidad de las pesquerías artesanales de la cuenca Magdalena”.

Nueva visión

La nueva publicación del Instituto Humboldt y la Universidad de Antioquia indica que las figuras e instrumentos de conservación han sido insuficientes por no tomar en cuenta las dinámicas ecológicas de los peces.

“No se ha considerado la integridad de los ecosistemas de agua dulce como la principal medida para la conservación de sus peces. En ríos de zonas tropicales con grandes planicies de inundación, deberían aplicarse mecanismos como las Plataformas Multi-Actores (PMA’s), estructuras de gobernanza formales e informales destinadas a reunir diferentes sectores y actores para abordar problemas específicos”.

Algunos pescadores de la cuenca del Magdalena han puesto en marcha medidas promovidas desde la gobernanza local para blindar a los peces y sus ecosistemas. Tal es el caso de La Mesa del Bagre, plataforma creada por los pescadores del bagre (Pseudoplatystoma magdaleniatum) con ayuda de una ONG.

“Esta unión logró que la AUNAP avalara la implementación de varias medidas concertadas para conservar el bagre rayado y mejorar las condiciones de los bagreros de la cuenca media del río Magdalena”, informa el libro.

Adicionalmente, desde las comunidades se están gestionando aproximadamente 15 Unidades Integrales de Mejoramiento Pesquero en la zona del bajo y medio Magdalena, para así manejar y regular estos recursos.

Para Lasso, además del protagonismo de las comunidades locales para conservar la riqueza en peces, es necesario generar medidas que protejan la cuenca de forma integral y que sus cuerpos de agua tengan una conectividad acuática y terrestre.

Los autores creen que el manejo sostenible de los recursos acuáticos de agua dulce requiere un enfoque ecosistémico en la ordenación pesquera, ampliar los esfuerzos gubernamentales para incentivar a los pescadores a ser partícipes de la gestión de los ecosistemas e invertir en monitoreo y vigilancia con las comunidades locales.

“Es urgente la creación de una estrategia a nivel nacional que integre y articule las diferentes medidas, instrumentos y órganos de manejo para la conservación de la cuenca y sus recursos acuáticos”.