La estimulación es un proceso natural en el que a través del juego libre, los niños exploran los sentidos (ver, oír, oler, tocar) y ponen en práctica las capacidades físicas, emocionales, sociales y cognitivas que poseen. Se evoluciona al ritmo de aprendizaje y se toma control sobre lo que lo rodea.

El cuerpo es un instrumento de aprendizaje que usa los sentidos para procesar y transmitir al cerebro todo tipo de información que se encuentra en el mundo exterior. La necesidad de vivir experiencias estimulantes y novedosas surge de manera evolutiva y es requerida para que ellos sobrevivan y se desarrollen de manera adecuada.

Beneficios de la estimulación oportuna

Ofrecer a los niños un ambiente estimulante facilita su aprendizaje, pues se promueve la curiosidad, atención y concentración, además de adquirir herramientas de interacción con el entorno.

Al estimular el aprendizaje del niño, se fortalecen los lazos afectivos, al mismo tiempo que se conocen sus intereses y aptitudes.

Es importante estimular el lenguaje en los niños por medio del juego y la lectura para que mejoren su vocabulario y pronunciación.

La satisfacción de los niños al aprender eleva su autoestima y brinda una sensación de seguridad y gozo, ya que les permite descubrir el alcance de sus capacidades.

Por medio de la estimulación oportuna también es posible compensar las fallas en las funciones cognitivas y motoras, sobre todo cuando esta se realiza durante los primeros años de vida.

Otro beneficio consiste en la mejoría del bienestar físico, lo que es bastante notorio en los bebés prematuros o con bajo peso al nacer; pues diversas investigaciones han encontrado que al recibir estimulación, los problemas respiratorios disminuyen, al igual que las complejidades nutricionales y comportamentales.

A largo plazo, los niños que reciben estimulación oportuna muestran un mejor desempeño y manejan mejor las situaciones de estrés en comparación con los niños que reciben poca estimulación.

Los niños que reciben estimulación oportuna muestran un mejor desempeño | Foto: imtmphoto

A la inversa, cuando los niños pasan sus primeros años en un ambiente poco estimulante, con interacciones limitadas y carentes de apoyo emocional, su desarrollo cerebral y funciones pueden verse afectadas. Lo anterior, debido a que la carencia de estímulos altera la organización cerebral y la posibilidad de crear estructuras funcionales para el aprendizaje, por lo que puede tener mayor posibilidad de presentar retrasos cognitivos, problemas sociales o de comportamiento.

Por otro lado, la exposición excesiva a estímulos agota las reservas de energía en el cuerpo, por lo que los niños que son sobre estimulados presentan mayor irritabilidad, participan en menos actividades, presentan dificultades para concentrarse, están frecuentemente cansados y a futuro pueden mostrar problemas de atención e hiperactividad.

¿Cómo estimular el aprendizaje en los primeros años?

El punto de partida de cualquier propuesta de estimulación oportuna son los niños, pues son ellos quienes deben interactuar con el entorno en el que se encuentran para descubrir cómo funciona, construir estructuras mentales y aprender a generar valor al mundo que los rodea.

Estimulación oportuna en los niños | Foto: Getty Images

El adulto como responsable del menor, debe proporcionarle diversas oportunidades para explorar por ellos mismos. Lo importante no es generar muchos estímulos, sino acompañar las interacciones en las que participen activamente, de esta forma, ellos podrán aprender y disfrutar del mundo en el que viven.

Es crucial entender que la mayor parte de actividades que se realizan con los niños de forma cotidiana son oportunidades clave para la estimulación, desde cargarlos para cambiar su pañal hasta platicar con ellos ayudará a mejorar su proceso cognitivo y desarrollo social.

La mejor manera de estimular al bebé es jugando con él, ya que a través del juego el niño estimula el cuerpo y los sentidos, también desarrolla habilidades cognitivas y forma lazos afectivos con las personas. Por esto, el adulto debe procurar que cada actividad que realice con el niño sea divertida, convirtiéndola en una rutina.