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30 de junio de 2018

No a las aventuras
Cambiar el modelo de economía que tiene Colombia a uno que drásticamente cambie las reglas de juego de sus fuerzas de oferta y demanda es, sin duda, una aventura que ningún país debe acoger, por la razón clara de que mejor modelo no hay. Ya está probado por la historia del orbe, cuando cae el muro de Berlín y se disuelve la URSS: es la mayor prueba. Las libertades en la sociedad son fundamentales para la buena marcha de la economía y de la sociedad. El 17 de junio de 2018 Colombia en sus elecciones ratificó las libertades republicanas, como reseñan ustedes en su edición n.º 1885. Con Iván Duque Márquez-Marta Lucía Ramírez Blanco, Colombia no entrará a dimensión traumática y asustadora, como la de varios países, donde la democracia fue apaleada por extremismos políticos. Colombia le dijo no a las aventuras.
Rogelio Vallejo Obando
Bogotá

Morigerar el lenguaje
Pasadas las elecciones presidenciales (SEMANA n.º 1885) queda el sinsabor de un país político basado, en mucho, en la mentira; fue plena la llamada época de la posverdad en las campañas ciudadanas ante todo en las redes sociales. Ello es reprochable y triste.
El mundo ha luchado por la libertad y la igualdad y ha logrado ciertos avances, aunque también ha caído en excesos en esos valores; por eso creo que ha llegado la hora de un nuevo derecho: el de la fraternidad, sin duda, el valor político liberal más en deuda; quizá su presencia, por demás, pueda ayudar a pulir la libertad y la igualdad cuando se extralimitan en progresismos inhumanos y en igualitarismos impuestos.
Quizá el desarrollo de la fraternidad no se ha dado debido a que se le considera solamente un valor moral-espiritual; con ello se olvida que el hombre es una unidad y no debe estar dividido en compartimentos. Pero en verdad tenemos el derecho de ser fraternos en la vida política, de decirnos la verdad real, de no maltratar a los demás que son opuestos en ideas, de creernos en la palabra mutuamente, de bregar por salir todos adelante en el mundo social, político y económico; por ello comparto la portada de SEMANA en su última edición cuando afirma que el nuevo presidente tiene el reto de superar la actual polarización. A él le corresponde ser el presidente común y a la oposición hacer una crítica constructiva; es una labor titánica de cultura ciudadana.
Una vez pasada la contienda, se debe entre todos empezar al menos por morigerar el lenguaje de la ofensa, de la mentira y del chiste burlesco; es posible conseguirlo. Es el comienzo de un nuevo derecho que se debe establecer y hacer crecer como poco a poco se ha hecho con otros nuevos derechos como el del agua y el de la paz.
Juan Guillermo Durán Mantilla
Bogotá

Como mínimo
Muchos colombianos percibimos un enfrentamiento de tipo personal entre el señor Daniel Coronell y el expresidente Álvaro Uribe. De hecho, buena parte de los escritos del columnista en SEMANA hacen referencia crítica a la gestión del señor Uribe como senador y primer mandatario.
En la edición n.º 1885 de la revista, en su columna ‘¿Quién es usted, señor presidente?’, el señor Coronell cuestiona el triunfo del candidato Duque, indicando que ganó porque los demás candidatos equivocaron sus estrategias. Opinión respetable, pero no necesariamente válida porque el nuevo presidente de Colombia demostró, entre muchas fortalezas, inteligencia, capacidad, coherencia y respeto por los demás; algo que el país necesita por montones. Si es cierto que los demás se equivocaron, no es su responsabilidad, él no lo hizo, y ganó.
Por supuesto, no podía faltar la referencia del columnista al expresidente Uribe, gran gestor del triunfo del candidato del Centro Democrático, a quien, una vez más descalifica, y lo ubica gobernando el país en cuerpo ajeno durante el próximo cuatrienio.
El señor Coronell, como mínimo, debería darle a Iván Duque el beneficio de la duda; y en cuanto a las referencias al señor Uribe, los lectores estamos hasta la coronilla de tantos refritos. Permita usted, don Daniel, que las autoridades completen, terminen y juzguen las investigaciones sobre los casos jurídicos que se le imputan al expresidente. Si es responsable, que la justicia lo condene.
Sin renunciar a su esencia crítica, serían gestos generosos de este buen columnista para contribuir a la despolarización del país.
Mario Patiño Morris
Bogotá

En defensa de EPM
Permítanme referirme a una carta publicada en la revista n.º 1881 por el señor Boanerges Tangarife, que tiene por título ‘Se harán los olvidados’. Primeramente me extraña que una revista tan prestigiosa y rigurosa haya publicado esa carta sin sentido, ya que el señor Boanerges confunde a EPM con la mayoría de las instituciones del Estado que viven del engaño y las falsas promesas, para apoderarse de los recursos públicos puestos a su disposición por los incautos electores de sus dirigentes politiqueros. EPM, en los 63 años que tiene, nunca ha incumplido el objeto para el cual fue fundada, que es la prestación de servicios públicos domiciliarios con una excelente calidad, ni mucho menos ha faltado nunca a sus obligaciones con la población influenciada por sus servicios.
Con mucha pena le tengo que manifestar al señor Boanerges que en esta oportunidad está muy equivocado; que si el interés de su imprecisa carta es echar más leña al fuego de la que han recibido las EPM durante esta grave calamidad, seguramente lo va a lograr como lo han hecho otros buitres carroñeros, que sin fundamentos de juicio están condenando a EPM por una desgraciada situación que ellas no propiciaron; muy por el contrario, están tratando heroicamente de salvar con los riesgos inminentes para las vidas del personal de la entidad y de los contratistas, atendiendo primero las vidas de la población asentada en torno de las riberas del río, defendiendo por todos los medios el ecosistema y luego aplicando alternativas de resguardo de las infraestructuras de este magno proyecto.
Orlando Sánchez Echeverri, jubilado de EPM
Medellín

Insignificantes ante
la naturaleza
Las impresionantes imágenes del desastre natural en Guatemala por la erupción del volcán de Fuego que publicaron en su artículo ‘Bajo el volcán’, edición n.º 1884, me dejaron descorazonado y me recordaron las nefastas horas que vivimos los colombianos en Armero en noviembre de 1985. Los carros y las casas cubiertas por la ceniza, los barrios enteros desaparecidos bajo el lodo, las personas que intentan dormir en el piso de los albergues temporales y la desolación de quienes perdieron a sus seres queridos son un llamado de la naturaleza para que la humanidad no se sienta superior al mundo en el que vive. No podemos controlarlo todo y este tipo de tragedias nos muestran lo simple y lo minúsculos que somos. Que los afectados y sus familias tengan fortaleza y que en Colombia aprendamos que lo único que podemos hacer es estar preparados y movilizarnos apenas se den las primeras señales de alarma.
Roberto Jiménez G.
Medellín

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