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Las razones de Bush

Hernando Gómez Buendía
1 de marzo de 2003

Que Irak tiene armas de destrucción masiva, que le ayuda a Al Qaeda, y que allá manda un dictador brutal. Estas tres son las razones dadas por Bush para la guerra en ciernes; pero ninguna de las tres convence.

Veamos la primera. Los inspectores de la ONU no han hallado pruebas sobre las armas; encontraron unas oji-

vas viejas que pueden ser pero pueden no ser. Y las que Bush anunció esta semana no probarían que hay armas sino que Irak se niega a colaborar (destrucción de documentos, amenazas a científicos y estorbos a los U2).

Es más: ahora resulta que ciertas pruebas no pueden divulgarse sin descubrir secretos tecnológicos o redes de espionaje. O sea que de hoy en adelante bastará la palabra del presidente para atacar o invadir a quien le plazca.

Pero sigamos. Es casi seguro que Hussein sí tiene armas de destrucción masiva. Aún así no se entiende que Bush quiera atacarlo, porque Irak es un riesgo secundario. Tras 12 años de guerra, bloqueo, inspectores y quiebra, su arsenal no puede ser muy rico. Irak no tiene bombas nucleares ni misiles de largo alcance; tiene armas biológicas y químicas que, según la propia CIA, usaría más bien contra un invasor. En cambio Corea tiene misiles y plutonio bastante para dos o más bombas antes de fin de año; Kim Jong Il se ufana de sus armas, y hace poco habló de arrojar "un mar de fuego" sobre Estados Unidos. O en cambio Pakistán, aliado momentáneo e inestable, tiene armas químicas, docenas de cabezas nucleares y misiles que ha estado a punto de lanzarle a India.

Vamos al segundo argumento. Pese a la más intensa pesquisa imaginable, no hay prueba alguna de que Hussein le haya ayudado a Ben Laden. Al contrario, Al Qaeda odia tanto al bathismo en Irak como al demonio sionista-occidental, Hussein lleva 34 años masacrando islamistas, y Ben Laden fue a Kuwait a pelear contra Irak. Es más, sólo un gobierno suicida o idiota se habría untado en los hechos de septiembre 11, y Hussein no es lo uno ni es lo otro -tanto así que por curarse en salud ordenó el asesinato de Abu-Nidal, su compinche terrorista no islamista-.

Sobre todo, invadir Irak para impedir ataques terroristas es echar gasolina a un incendio. En medio de la intifada palestina y la brutal respuesta de Sharon, la ocupación y humillación de otro país árabe volvería a millones de jóvenes hacia el terrorismo.

El tercer argumento de Mr. Bush -establecer la democracia- suena bien pero está mal. No porque Hussein sea otra cosa que un sátrapa asesino, ni porque sus sucesores eventuales -shiítas, sunnis o kurdos- harían casi lo mismo que él. El argumento es falso, e indignante, porque Cheney, vicepresidente, y Rumsfeld, secretario de Defensa, ayudaron en forma personal al "carnicero de Bagdad" en los 80. Porque Reagan permitió las armas químicas de Irak en la guerra contra Irán. Porque Arabia Saudita y Kuwait, los dos alfiles contra Hussein, son autocracias regresivas. Porque Bush sostiene a Aliyen en Azerbaiyán, a Narzarbaev en Kazakistán o a Karimov en Uzbekistán, para no recordar sino tres vecinos sórdidos de Hussein.

Todo lo cual no deja otra cosa que apelar a la vieja hipótesis mamerta: "Es el petróleo compañero, es el petróleo". En efecto, Estados Unidos produce apenas el 45 por ciento de su consumo y, aun contando Alaska, bajaría al 35 por ciento en 15 años. Pero al menos dos tercios de las reservas mundiales se hallan en el Golfo, y Estados Unidos no puede dejar que su futuro dependa sólo de Arabia Saudita -el pequeño país de los Ben Laden-. El lmperio necesita a Irak.

O sea que, al revés de lo que dicen, Bush primero tomó la decisión y después encontró los argumentos. Esto explica al dedillo su estrategia de empujar a otros países tan lejos como puede sin afectar la opción de atacar por sí sólo. A los pequeños no hay siquiera que empujarlos: ellos se arrastran solos, como le tocó en suertes al pobre Valdivieso. Y a los que necesitan de apariencias (Francia, Alemania, Rusia y China) se les pone a firmar resoluciones que imponen deberes a Hussein que no tiene ningún otro gobernante (¿quién obliga a Corea, Israel o lndia a destruir sus armas nucleares, biológicas y químicas?).

Que sirva de moraleja. Nuestros flamantes Presidente y Vicepresidente, que alegremente invitan tropas extranjeras a Colombia, suponen que Mr. Bush se mueve por argumentos. Si tuvieran un tris de mundo temerían que de pronto al señor Bush le dé por escuchar sus argumentos. n

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