MIGUEL ÁNGEL HERRERA

La realidad no COVID-19

La covid-19 es una avalancha que desde que registró su primer caso en Colombia ha dejado sin respiro al gobierno nacional, al sistema de salud y a la agenda pública.

Miguel Ángel Herrera, Miguel Ángel Herrera
30 de abril de 2020

Es exótico que el Gobierno haga alguna reunión que no tenga relación con la pandemia, raro también es que en las instituciones del sistema se priorice un tema diferente y es casi imposible encontrar artículos de prensa que no traten sobre el coronavirus. Sin duda es la actitud correcta, pero también hay una realidad sanitaria no COVID-19 que continúa todos los días, en silencio, en todos los territorios del país. Es la realidad de los pacientes crónicos, quienes con su cáncer, diabetes o enfermedad cardiovascular -por ejemplo- no están siendo adecuadamente atendidos.

La pandemia ha generado un impacto nunca imaginado en el estilo de vida de la población, por el que en promedio todos estamos viviendo de forma más sedentaria, lo que en términos de salud pública implica mayor “carga de enfermedad”, que significa que estamos teniendo más pérdidas de salud en la población con consecuencias mortales y no mortales por enfermedades que dependen de los hábitos de vida.

Permanecer en nuestro lugar de residencia ha sido la clave para lograr que Colombia ocupe hasta ahora un lugar honroso en materia de indicadores sanitarios de COVID-19. Pero es hora de repensar el mensaje “Quédate en casa”, porque en la medida que pasa el tiempo, empieza a producir efectos indeseados. En muchos colombianos el “Quédate en casa” ha profundizado miedos o resistencias. Miedo al contagio o resistencia al sistema. En otros compatriotas, el mensaje está potenciando sus malos hábitos de administración de la salud, propiciando el abandono de diagnósticos y tratamientos.

Además de las enfermedades crónicas, es preocupante por ejemplo la reducción de las cifras de vacunación en niños y adultos mayores. Claramente por quedarnos en casa estamos dejando de asistir a los centros de atención a cumplir lo fundamental en el cuidado de nuestra salud. En este caso, la interrupción de la vacunación generará como resultado una mayor probabilidad de brotes de enfermedades que podemos prevenir, como la influenza, la polio, la neumonía, el sarampión, entre otras. Por este camino no solamente generaremos una sobrecarga al sistema de salud, sino que retrocederemos décadas en materia de índices sanitarios básicos. 

Pero el comportamiento de los pacientes no es la única causa de la desatención de las enfermedades no COVID-19. Muchas EPS están pescando en río revuelto al postergar diagnósticos y tratamientos con la excusa de que están atendiendo pacientes de la pandemia. La Defensoría del Pueblo todos los días recibe centenares de inconformidades que develan la presunta violación de derechos fundamentales de colombianos enfermos por causa de decisiones unilaterales e ilegales tanto de algunas EPS como de algunas IPS. Adicionalmente la Corte Constitucional está inundada de tutelas por esta situación. 

Muchos pensarán que la solución es la telemedicina, pero creo que es más una aspiración que una realidad, incluso para países como Estados Unidos, donde solamente un 10% de la población la usa. Debemos promoverla y apoyarla desde ya, pero con los pies en la tierra, porque por ahora es una opción para un pequeño segmento de la población. Además, la dispensación de medicamentos por parte de los gestores farmacéuticos no está funcionando adecuadamente en medio de la pandemia. 

Necesitamos con urgencia una gran estrategia nacional para atender las enfermedades no COVID-19. El Gobierno Nacional ya está iniciando una gestión silenciosa pero decidida para abordar el problema, aunque se requiere el concurso de todas las instituciones del sistema de salud: sociedades médicas, universidades, organizaciones de pacientes, aseguradores, prestadores e industria. 

Lo primero es darle confianza a los pacientes y cuidadores, y poner a aseguradores y prestadores en modo no COVID-19. Para ello, se requiere con urgencia que -aprovechando la moda de los protocolos-, el Ministerio de Salud lance un Protocolo de Atención para Pacientes No COVID-19 (o algo por el estilo), con el apoyo de la sociedad civil, que reactive el interés del paciente en buscar su centro de servicios de salud. Un Protocolo que lo saque un ratico corto de la casa para atender su enfermedad, con la protección necesaria para no contagiarse de COVID-19. O que le asegure la visita de su médico a domicilio.

Enseguida se hace igualmente urgente la reapertura de los servicios de atención de las enfermedades crónicas donde usualmente acuden los pacientes con enfermedades cardiovasculares, cáncer y diabetes, que son las principales causas de mortalidad en nuestro país. Mantener estos servicios cerrados o restringidos es una bomba de tiempo que le terminará costando muy caro a nuestro ya deficitario sistema de salud. 

En este sentido se requiere una reorganización funcional de las redes integrales de atención en salud, que permita la separación organizada de servicios y recursos no COVID por un lado, y servicios y recursos para COVID-19, por el otro. Necesitamos hospitales exclusivamente enfocados en pacientes no-COVID-19 (como lo hace Italia), que aseguren la focalización de talento humano, infraestructura y servicios en los pacientes crónicos, mientras otras entidades hospitalarias se dedican a la población con COVID-19.

Aseguradores, prestadores, industria, sociedades médicas y organizaciones de pacientes también están llamados a ponerse en modo no COVID-19, sin descuidar sus iniciativas COVID-19. Necesitamos Comités no-COVID-19 dentro de cada agremiación o asociación, ideas e iniciativas para pacientes crónicos, contribuciones para fortalecer las capacidades de los hospitales más desvalidos y una agenda tripartita entre Gobierno-sociedades médicas-industria en torno a la desatención en salud que estamos sufriendo. ¡En buena hora el Ministerio de Salud ya tiene esta prioridad en su radar! Y quizás de paso es hora de abrir la discusión sobre los ajustes profundos que requiere el sistema de salud para los próximos 10 años.