Un buque de Hapag-Loyd descargando sus contenedores en el Puerto de Cartagena. | Foto: Hector Rico

OPINIÓN

¿Por qué Colombia es un actor fundamental para el comercio marítimo mundial?

El Director de Revista Semana lo analiza en esta columna de opinión

Alejandro Santos Rubino*
29 de noviembre de 2018

Un cuarto de siglo después de la privatización de los puertos, el país sigue creciendo de espaldas a sus mares. Los esfuerzos presupuestales de los últimos gobiernos se han concentrado en el interior del territorio con todos sus desafíos: conflicto armado, negociación de paz, lucha contra la desigualdad y en darle impulso a la infraestructura, entre muchos otros.

Aunque la lista es más larga y todos estos desafíos tienen que resolverse, no se le ha puesto la suficiente atención a quienes hoy en Colombia juegan un papel crucial con el comercio mundial. Hoy, más del 90 por ciento de los intercambios comerciales se producen por vía marítima y la competitividad depende en gran medida de la eficiencia, calidad e infraestructura de los puertos.

El sector privado le ha dado un vuelco a la industria portuaria en Colombia, potenciando la capacidad exportadora de su economía y estrechando su relación con el mundo. El Puerto de Cartagena, reconocido por la Caribbean Shipping Association como uno de los mejores de la región, ha sido la punta de lanza de esta gran revolución comercial: de buques con capacidad para mover 300 contenedores, hoy se cuenta con barcos que cargan más de 14.000. Colombia exporta 20 veces más de lo que exportaba hace 25 años. La inversión de las grúas pórtico permitió aprovechar las oportunidades que surgieron con la ampliación del Canal de Panamá y la tecnificación de los procesos garantizaron que estuviera a la altura de las exigencias de las grandes navieras internacionales.

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Se calcula que para 2040 en Colombia se habrán invertido casi 5.000 millones de dólares para que los puertos sigan siendo competitivos. Esto a su vez traería como consecuencia no solo un mejor escenario para el comercio internacional, sino que dinamizaría aún más la industria de los cruceros ya hoy de gran importancia para el turismo. Solamente el año pasado este sector generó 4.698 millones de dólares para el país y fue el segundo productor de divisas por encima, incluso, de nuestro emblemático café. De seguir así, y trazando una buena estrategia público-privada de mediano plazo, Colombia se convertiría en una potencia turística en el hemisferio occidental.

Cartagena es un destino turístico de talla mundial a pesar de su convulsionada y lamentable realidad política que ha llevado –y tumbado– a 11 alcaldes en solo 10 años. Aun capoteando esta adversidad, Cartagena ha sido uno de los epicentros de este boom del turismo que el año pasado le dejó a la ciudad su máximo histórico de visitantes gracias a líneas de cruceros como Royal Caribbeam y Pullmantur.

El país está a tiempo de elevar las anclas de la indiferencia frente a sus mares y sus regiones costeras, y apostarle al valor estratégico de sus litorales y sus puertos para entrar definitivamente en el siglo XXI con todo el ímpetu y la visión que Colombia necesita.

*Director de Revista Semana.