Los diablos rojos fueron la respuesta popular a la necesidad de transporte público. Sus conductores eran los dueños de las vías. | Foto: Luis Ángel

CULTURA

Los 'diablos rojos', una forma única de recorrer Panamá

Aunque cada vez hay menos en las calles, los extravagantes 'diablos rojos' son un reflejo de la idiosincrasia panameña. Un homenaje a estos buses y su gran valor cultural.

María Andrea Muñoz Gómez*
1 de enero de 2018

Alfonso dijo que nos podía llevar al sector donde estacionaban todos los buses (los míticos ‘diablos rojos’). Por 90 dólares iríamos hasta Tocumen, en el este de Ciudad de Panamá, y luego volveríamos al hotel.

Dijo que el mejor día para ir era un domingo, pero fuimos un lunes. ¡Gran error! Nos subimos al taxi y durante el primer ‘tranque’ Alfonso empezó a contar que él había manejado diablos rojos cuando era estudiante, “pa’ tener en el bolsillo”. Recordó que cuando Panamá era un “pueblucho” la gente se movía en chivas, y que durante la dictadura de Omar Torrijos entraron los diablos.

Su origen, al contrario de lo que son hoy día, es muy inocente. Los buses ‘engallados’, donde Jesucristo llega a compartir lienzo con mujeres semidesnudas, colores neón, cromo y muchos flecos, en su otra vida fueron amarillos y transportaban estudiantes de los colegios del estado de Florida.

Quién sabe cómo empezó la idea de pintarlos así. Los diablos rojos llegaron en una época en la que Panamá no estaba envuelta en vidrios y concreto, en la que tal vez había espacio para el color. Alfonso habló de Salazar, un artista “único en su clase. Pintaba prácticamente todos los buses de la ciudad. Había otros, pero los que llevaban la firma de Salazar eran los mejores”.

Como cada bus tiene dueño propio, los conductores “venían como un alma que se llevaba el diablo” para conseguir pasajeros. Los accidentes eran frecuentes y se creó la noción de que cada transportista –como les dicen en Panamá– se creía amo y señor de la calle. Al parecer, el rojo predominaba en las carrocerías de los buses, pero también en las calles después de los choques.

En marzo de 2013, el expresidente Ricardo Martinelli dio inicio al Metro Bus, un sistema de buses con paradas determinadas, mayor capacidad, pago con tarjeta y algo muy importante: aire acondicionado. Su llegada iba a significar la muerte de los diablos, pero aún hoy, el Metro Bus se apoya en ellos para que cubran, por ahora, las rutas donde el sistema no ha llegado.

En Tocumen nos dejaron en claro que no iba a ser tan fácil encontrarlos. Frente a unas casas había un par de ellos estacionados, pero los dueños no estaban. La gente abría los ojos cuando decíamos que habíamos venido desde la ciudad en busca de diablos rojos, y nos hacían saber lo tonto que fue venir en lunes.

El trancón y el pavo

Foto: Luis Ángel.

La frustración también se estaba apoderando de Alfonso, que doblaba por cualquier callejón con la esperanza de ver un bus al fondo. Finalmente nos bajamos en una calle atestada de gente. A un lado del andén había puestos de verduras, frutas y hierbas, al otro, diablos rojos esperando pasajeros.

Como en Colombia, estos buses llevan un ‘pavo’, una persona que grita desde la puerta el destino del bus y el costo del pasaje. Entre los pavos y los dueños de los puestos había una guerra no declarada por el que gritara más duro; un alboroto que se complementaba con la música que salía a todo volumen del interior de los vehículos y los rugidos de los motores listos para arrancar.

Queríamos unos diablos engallados, extravagantes y llamativos, pero no los encontramos. En medio de ese escándalo solo había buses blancos o con unas decoraciones que no le hacían honor a la osadía de los primeros, que desataron nuestra excursión. Entonces entendimos que sí, los diablos rojos están desapareciendo.

“El sistema no es malo. Pero quizá, si los ‘buseros’ se hubieran organizado, todavía habría diablos rojos”. De regreso a la ciudad Alfonso trataba de hacer conversación. Desde la carretera se veía un atardecer como para la portada de esta revista, pero estábamos en el enésimo trancón de la tarde.

Uno de los buses que vimos llevaba escrita la frase ‘el silencio cuesta’ y otro tenía la cara de la que, imagino, era la hija del dueño. Alfonso recordó cuando vio una entrevista a Celia Cruz donde decía que lo que más le había causado gracia de su visita a Panamá había sido ver su cara en la salida de emergencia de un diablo.

La ciudad ya tiene una línea de metro y otras dos en planes. Con el tiempo, los diablos dejarán de ser necesarios. Son otras épocas, como dice Alfonso. “Tú hubieras venido hace unos años, ¡te hubieras dado gusto!”.

*Periodista de Especiales Regionales de SEMANA.