Margarita Rojas, columnista de los Especiales Regionales de Semana. | Foto: Esteban Vega

OPINIÓN

Los coletazos de la crisis de Venezuela en Colombia

Santander ha vivido más de cerca que los demás departamentos la crisis venezolana, que se agudizó por la falta de dos recursos básicos: electricidad y agua.

Margarita Rojas
30 de mayo de 2019

Se siente casi profano firmar un texto titulado así, al menos en el entorno periodístico. “Caracas sin agua” hace una referencia directa a la venerada narrativa de Gabriel García Márquez, que se ha convertido en un recurso metafórico frecuente, pues tiene la sorprendente cualidad de proporcionar siempre, pese al tiempo y al contexto, la mejor síntesis y descripción precisa. Gabo escribió su crónica en la Caracas de 1958, una ciudad sedienta pero jubilosa por el fin de una dictadura de derecha: la del general Marcos Pérez Jiménez. Hoy, 60 años después, la tierra de Simón Bolívar muere de hambre y sed -a oscuras-, bajo el yugo de una dictadura de izquierda.

García Márquez narraba una ciudad en la que hacían fila para comprar agua, racionaban los líquidos -incluso jugos y gaseosas- a cada ciudadano y había que prescindir del baño diario para no ‘malgastar’. Una ciudad en toque de queda, de restaurantes y bares cerrados, donde ya casi nadie trabajaba, una urbe de malos olores, calles vacías y carros varados por recalentamiento. La causa de aquella situación: la sequía.

Ese escenario hoy se repite en medio de condiciones políticas y sociales más críticas. La capital de Venezuela lleva casi once meses sin lluvias: no hay más que lloviznas o, en el mejor de los casos, chaparrones. Por eso, la Caracas de hoy tiene mucho de eso que describía, entonces, el futuro premio Nobel. La mayor tragedia, según Samuel Burkart, el alemán de aquel relato, era afeitarse con jugo de durazno.

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Ahora, los habitantes que se bañan y recolectan agua en el contaminado río Guaire, más que a Burkart, se parecen a gatos, perros y ratones de la crónica de Gabo, que “salían a la calle en busca de alivio para sus gargantas resecas”. Y no solo tienen sed, también languidecen de desnutrición. Los cortes de electricidad han sido la estocada final para sus neveras, aunque no haya mucho que refrigerar. Hace tiempo que muchos de los ciudadanos solo compran lo del diario. En los casos más dramáticos, lo buscan en la basura.

El colapso del sistema eléctrico, que trastorna tantas otras cosas de la vida cotidiana, convirtió casi en caos la crisis del agua. Afectó el sistema de bombeo y propició fallas en el llenado de las tuberías. Nicolás Maduro pidió al pueblo, estoico, almacenar como y donde pueda para enfrentar lo que él llamó una “guerra no convencional” o “sabotaje” a su gobierno.

A este lado de la frontera, que padece todos los coletazos de la crisis vecina, también hubo sequía. Santander fue uno de los departamentos con más desabastecimiento. Pero ahora llueve sin tregua: más de 40 municipios están en alerta por el riesgo de inundaciones y deslizamientos. Ojalá, por lo menos, mientras Venezuela encuentra la salida a su laberinto político, llueva a chorros, como en la noche de sopor de Samuel Burkart. Aunque las lluvias también suelen venir acompañadas de tragedia.

*Directora de información internacional de Caracol Televisión.