Poesía atmosférica
A sus 76 años, la madrina del punk apareció en Bogotá por primera vez y la cambió para siempre: reseña de su performance
En la aparición que la vio despedirse venerada de la capital, en la que canalizó magistralmente la exhibición que abrió en el CNA Delia Zapata, esta chamana, poetisa beat y fuerza intemporal llamada Patti Smith marcó un antes y un después (junto con el estremecedor aporte del Soundwalk Collective).
María Sabina curaba con hongos. Patti Smith lo hace aún con su poesía, con ambiente, con sonido, música y una atmósfera que a su audiencia estremece en las entrañas. Porque purga, desata un camino de espinas y redención, conmueve, pone el dedo en la llaga del alma de los tiempos, interviene y transforma.
Fue ese tipo de experiencia colectiva, nada menos que trascendental, la que anoche le regalaron a Bogotá esta mayúscula artista (un absoluto vehículo energético) y sus talentosos amigos, encargados de crear y sumar un increíble tapete de sonidos en tiempo real (en una gran demostración de Foley sounds, o efectos de sala) y un trasfondo de visuales espectral y absorbente. A Correspondences se entró de una manera, pero no se salió igual.
Smith es así. ¿Cómo? Desde antes de salir a escena, ella y el Soundwalk Collective invitaron a su audiencia a grabar cuanto video quisiera. Además de la sorpresa que esto generó, porque un aviso suele prohibir, el público rápidamente se dio cuenta de que filmar rompía el hechizo. Entonces grabó, pero poco, para recordar lo impresionante y probar que fue testigo y parte de este bautizo.
¿Mucha religión? Culpen a Patti, que en un segmento lanzó a su ruedo atmosférico la figura de Cristo y, muy a su manera, pareció confrontar a Caín y Abel, buscando su sonido. ¿Mucho arte? En otra pieza hizo palabras de las lágrimas que produce ver al artista alejándose de su camino. Y luego lo interpela, lo llama al orden de seguir su búsqueda y la de nadie más. Y como ella tiene con qué exigir, sus palabras calan hondo. Las pronuncia para encender fuegos, no desde el reproche.
Pero, créanme, no hacía falta entender todas las palabras para sentir su peso y su efecto. La música suele probar esto, pero este marco le sumó matices emocionantes. Es y fue hermoso entender, pero no es ni fue necesario.
Y mientras lanzaba al aire su poesía sonora, su spoken word, sus melodías, sus casi canciones, desde su atril se veían caer sus páginas. Y qué fortuna ver caer esas páginas así, ahí, aquí. De la última, dicen ojos que lo percibieron, sirviéndose de un gesto fuerte, Patti la arrugó y la lanzó con furia. Pero no nos adelantemos al cierre, quedan episodios por recorrer.
Por ejemplo, sus palabras más viscerales, más hondas y dolorosas, las dedicó a las destrucciones ambientales. Esta noche, Patti denunció el petróleo, el costo de esa búsqueda, el holocausto subacuático, el bombardeo incesante en nombre del oro negro, tan contaminante de ecosistemas y de espíritus (adictos a sus maneras).
Antes, también nos compartió un duelo en el hielo. Y en ese momento, gracias al Collective, escuchamos el sonido del hielo y sentimos su frío y su calor, mientras los lobos merodeaban a lo largo y ancho de la pantalla enorme. It began with a gun sumó en otro poderoso momento, con esa repetición y cadencia suya, con ese movimiento de sus brazos.
Smith, una fuerza natural que nació y nutrió su arte desde que llegó al mundo a mediados del siglo XX, forjada generacionalmente desde la influencia de la poesía beat, luego la contracultura sesentera, que estalló para romperlo todo desde el punk que le brotó por los poros en los setenta, jamás se estancó. No ha hecho más que redefinirse desde entonces, y hasta nuestros días, por medio de los variados canales artísticos y formatos musicales que le ha fluido utilizar.
Esta incomparable chamana gringa punk probó que sus versos laceran e inspiran, no sé si más que antes, pero tanto como nunca lo han hecho o lo harán. Son embrujo cautivo, duelen y redimen bajo el comando de su emisora, cuya voz, visión y frecuencia son únicas. Qué fortuna haber experimentado tan cerca y sensorialmente su impacto. Patti Smith nació en 1946, y vino a Bogotá 76 años después para cambiarla.
Al escenario llegó de la mano del fundador del Soundwalk Collective, el longilineo Stephan Crasneanscki. Se le vio frágil, en principio, pero una vez encontró su lugar en el escenario, esa fragilidad se volvió un comando total. Y desató entonces su torbellino.
Poseída ella, por la palabra, por el verbo, mientras lo arrojó a ese espacio audiovisual tan particular que conjura y habita con sus colaboradores. Y poseídos todos en la audiencia, agitados bajo su batuta emocional. La guerrera poeta de cabellos blancos sacó rápidamente sus dientes emocionales, y se lo agradecemos. No se imagina cuánto.
En su espectáculo en Bogotá, el segundo en noches consecutivas a 2.600 metros sobre el nivel del mar, Patti Smith dejó un performance inigualable. Y luego de una pieza sobre Pasolini, que movió un crescendo poderoso que derivó en la música, cuando parecía que todo había terminado, regresó sola a escena. Confesó que su voz sufría un poco, pero, aun así, entregada, dadivosa, le regaló a su público Because the Night a capela. La gente la apoyó, se sumó y cantó el coro con ella y por ella. Fue maravilloso.
Por último, no sobra recalcar lo que Smith mencionó en la rueda de prensa previa a sus performances, que William Burroughs uno de esos seres capaces de poner en palabras lo que ella hacía, un arte producto de “tener una mente muy abierta, de no apoyarse en creencias dogmáticas, religión o nacionalismos, que nace de un sentido humanista del mundo; también producto del estudio, y de una gran imaginación”.
En el arte de esta mujer se siente cada década que ha vivido y en la que ha influido con su creación. Con ella vienen los ecos del tiempo. Al verla, se siente el impulso de los poetas beat, sin duda, y de figuras como Jim Morrison (para mí, quizá otros, para ustedes). Y, sin importar el paso de los años y de las tendencias, Smith se adapta a su espíritu, abraza el tiempo presente, el formato audiovisual, los sintetizadores, el performance, sin dejar de lado su espíritu rebelde y punk.
Por eso, detalle no menor, recibió el Nobel de Literatura en nombre de Bob Dylan. El mítico cantautor sabe que Patti Smith, leyenda, no tiene nada que envidiarle. Es tan grande como “la dimensión” lo permite, y es dimensión astral lo que se siente al ser intervenido por su voz.
Qué fortuna.
Notas
*Aplausos para Nova Et Vetera y para el Centro Nacional de las Artes - Delia Zapata Olivella por estas apuestas, las capaces de partir las aguas.
*Si bien no habrá más performances, queda un plan obligado: la Instalación Multicanal Correspondences, abierta, sin costo alguna, hasta el 4 de octubre, en la Sala Fanny Mikey del CNA (abierta de martes a sábado de 10:00 a. m. a 6:00 p. m. y domingos y festivos de 10:00 a. m. a 4:00 p. m.).
*La exhibición, como todo en su vida, nació de la poesía, del lenguaje escrito. Y la hicieron gratuita para que vaya la gente a verla. Desde el arte y la poesía, invitan a mucha gente joven a asistir.