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Bogotá y Medellín están listas para mostrar la colección que Fernando Botero les donó. Ambas ciudades tendrán sus museos a la altura de los mejores del mundo.

6 de noviembre de 2000

En estos días la cultura colombia- na gira en torno al nombre del pintor y escultor Fernando Botero, quien le ha donado a Bogotá y a Medellín su colección particular, compuesta por obras suyas y de grandes pintores de los siglos XIX y XX.

Gracias a este gesto del artista Bogotá contará con uno de los museos más completos de América Latina. Por su parte, Medellín aprovechó la donación no sólo para revitalizar el Museo de Antioquia sino también para llevar a cabo un importante proyecto de recuperación urbana en el centro de la ciudad.

Botero lleva más de 25 años reuniendo las obras que conforman la principal colección de arte que exista en el país. Pero sólo hasta hace unos pocos años, cuando decidió que donaría sus obras, se preocupó por comprar arte abstracto, que no es de su preferencia, pero necesario para que ninguno de los momentos cumbres del arte del último siglo se quedara por fuera. De allí que en la colección se perciba impresionismo, expresionismo, surrealismo, abstraccionismo, realismo, e hiperrealismo.

La antigua Casa de Exposiciones que albergaba la colección permanente de la Biblioteca Luis-Angel Arango en Bogotá, a partir del primero de noviembre, será sede de este gran museo. La donación del maestro Botero incluye 123 obras suyas y 84 de su colección personal.

Sin duda la atracción central serán los óleos, dibujos y esculturas de los artistas que encabezan las principales instancias del arte del siglo XX. La donación incluye obras de Claude Monet, Auguste Renoir, Eugene Boudin, Pablo Picasso, George Braque, Oskar Kokoschka, Emil Nolde, Miguel Barceló, Manolo Valdés, Alberto Giacometti, Antoni Tapies, George Grosz, Francis Bacon, Joan Miró, Giorgo de Chirico, Alex Katz, Henry Moore y Marc Chagall. El arte latinoamericano estará representado por artistas de la talla de Wilfredo Lam, Joaquín Torres-García, Roberto Matta y Rufino Tamayo.



Se armó la gorda

Para el antiguo Palacio Municipal de Medellín, la principal joya de la arquitectura modernista de esa ciudad, octubre es su mes más importante. Un 12 de octubre, hace 63 años, fue inaugurado como sede administrativa municipal y el 14 de este mes de octubre volverá a resurgir, esta vez convertido en el Museo de Antioquia.

El nuevo museo, como lo han denominado sus impulsores para diferenciarlo de la antigua casa de la moneda donde funcionó por 55 años, está ubicado en la zona más representativa del viejo centro de Medellín. Allí convive junto con edificios tan importantes como la iglesia de La Veracruz, el palacio de Calibío, el edificio Henry, el Bedout, y según el investigador urbano Darío Ruiz Gómez, “el conjunto de edificios art deco de los años 60 y 70 más importantes de la ciudad”.

Y como para acentuar su notoriedad, el Museo de Antioquia está cruzado por la carrera Carabobo, hasta hace unos años el más importante eje vial de la capital paisa.

Pero no todo es historia para el nuevo museo. La plazoleta de las esculturas está en las propias goteras de la Estación Parque Berrío del Metro, lo que permite unirlo al más importante corredor vial de la ciudad (ver recuadro).

Para mover la voluntad de los paisas de revivir la obra cultural de un museo que languidecía años tras año tuvieron que confluir varios factores, de los cuales el detonante fue el ofrecimiento del maestro Fernando Botero de donar más de 70 obras si la sede del museo se trasladaba de lugar. “De tiempo atrás el maestro venía anunciando su donación hasta que apareció un alcalde que le paró bolas y una empresa privada dispuesta a colaborar”, asegura Pilar Velilla, actual directora del Museo de Antioquia, alma y nervio del proyecto.

Luego del ofrecimiento de una sala de pintura, una de escultura y otra de dibujo, además de un millón de dólares de capital semilla hecho en mayo de 1997, Botero desató en plena época electoral un fuerte pero corto debate sobre cuál sería el lugar apropiado para el nuevo museo. Mientras el recién posesionado alcalde de la ciudad, Juan Gómez Martínez, tomaba aire, vino el ofrecimiento de Enrique Peñalosa para adoptar su colección en Bogotá y el consiguiente regalo del maestro a la capital de 190 obras suyas y de artistas internacionales.

El mensaje que recibieron los medellinenses fue claro: si la decisión del traslado del museo se aplazaba indefinidamente parte de la valiosa colección privada del maestro podría irse a otro lugar. Y la reacción no se hizo esperar. En sólo una semana más de 200.000 ciudadanos respaldaron con sus firmas la iniciativa de la arquitecta Ana María Villa, quien sin más recursos que su entusiasmo movió cielo y tierra para que el maestro no desistiera de dejarle su legado artístico a su ciudad natal. A los pocos días un grupo encabezado por el alcalde Juan Gómez viajó a Europa con la propuesta de dedicar el Palacio Municipal de la ciudad, una obra art deco del arquitecto Martín Rodríguez de principios de los años 30, para acondicionarlo como nuevo Museo de Antioquia. “En esa reunión no sólo nos trajimos la promesa de la donación sino el ofrecimiento de 14 esculturas monumentales para un parque de esculturas que debía localizarse frente al museo”, señaló Pilar Velilla. El proyecto Ciudad Botero comenzaba a andar.

De allí hasta hoy el maestro ha realizado dos visitas. La primera para mirar de cerca la evolución de los trabajos. Encontró un proyecto caminando a todo vapor y una ciudad comprometida de principio a fin con el museo. Bautizó una aeronave de Aces y tres vagones del Metro con su nombre. La semana anterior volvió para ubicar personalmente las obras en las salas del Nuevo Museo y para recibir y montar cuatro de las 14 esculturas prometidas. Esta vez amplió nuevamente su donación. Sus cuadros regalados a la ciudad no serán 72 sino 76 y a las 14 esculturas monumentales le agregó otras cuatro. De este modo el Nuevo Museo albergará 110 obras y 18 esculturas monumentales.

Juan Gómez, un entusiasta patrocinador del proyecto, cree que éste generará empleo y servirá de detonante para la recuperación del centro de esa ciudad. “El proyecto permitirá convertir a Medellín en una ciudad epicentro de la obra de Fernando Botero, lo cual sin duda la convertirá en un destino turístico internacional”. Lo que el proyecto le dará a Medellín en términos de imagen no hay con qué pagarlo, asegura Pilar Velilla. “En enero de este año el ‘New York Times’ ya habla de la donación de Botero a su ciudad natal y se acerca por primera vez en muchos años a una faceta positiva de esta ciudad”.



El día señalado

El sexagenario edificio olvidará que hace parte de la memoria de los más adultos. Los cientos de niños, que serán los primeros en traspasar las rejas de su puerta principal, una obra en forja del maestro Marín Viecco, muy poco sabrán lo que significaron para la ciudad sus más de 50 años como sede del gobierno municipal. Ellos querrán ver pronto la sala dedicada a la conocida obra del maestro Fernando Botero, ubicada en el tercer piso.

Pero el museo antes les brindará la posibilidad de ver la colección de piezas arqueológicas de la región antioqueña, los salones en los que despachaba el alcalde y donde sesionaba el Concejo, que cuentan con sendos murales de Pedro Nel Gómez. Igualmente conocerán una lectura crítica de los años 30 y 40 en los cuadros de Débora Arango, las obras de Francisco Antonio Cano, el pintor antioqueño más importante de principios de siglo, y su obra maestra Horizontes, así como las acuarelas de Eladio Vélez y los bajorrelieves de Marco Tobón Mejía, ilustre discípulo de Rodin.

Las visitas guiadas al nuevo Museo de Antioquia no pararán a pesar de las muchas celebraciones que se llevarán a cabo en la plazoleta de las esculturas y en la carrera Carabobo, donde se iniciará el Primer Festival de la Calle Carabobo, el cual seguirá celebrándose cada año con actividades culturales.

Antes de arrancar todo esto Botero le confesó a Pilar Velilla sus dudas sobre ese sueño suyo de concentrar su obra en Medellín: “Oíste Pilar, ¿será que esto sí lo veré yo en vida?”.