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Kym (Anne Hathaway) llega a la boda de su hermana Rachel (Rosemary DeWitt) con la sospecha de que no es del todo bienvenida

CINE

El casamiento de Raquel

He aquí una especie de incómodo video casero que revela a una familia atrapada en una pesadilla. ***

??Ricardo Silva Romero
7 de marzo de 2009

Título original: Rachel Getting Married.
Año de estreno: 2008.
Dirección: Jonathan Demme.
Actores: Anne Hathaway, Rosemarie DeWitt, Debra Winger, Mather Zickel, Bill Irwin, Anna Deavere Smith, Anisa George, Tunde Adebimpe.

Nadie ha logrado superar lo que pasó en la extravagante familia que protagoniza la fascinante El casamiento de Raquel. Por cuenta de aquel accidente terrible del que ninguno quiere hablar, cualquier evento que los reúna a todos, un día de gracias, un cumpleaños o un funeral, se convierte en un vergonzoso campo de batalla: en circunstancias como esas tiende a haber, sin falta, frases inocentes que en verdad son insultos, miradas de reojo que en el fondo son miradas de odio y anécdotas de tiempos mejores que en realidad son condenas implacables. En fin. La cuestión es que la hija que lo ha hecho todo bien, Rachel, va a casarse con el hombre ideal. Y la hija problemática, Kym, que vive la vida en antisépticos centros de rehabilitación que tratan de enseñarle a vivir con sus adicciones, acaba de llegar a la casa de siempre con toda la intención de ser otra persona: sabe bien, sin embargo, que haga lo que haga, pórtese como se porte, tarde o temprano será vista por los invitados como la oveja negra de la boda.

La escalofriante actuación de Anne Hathaway, que ha sabido combinar, en su carrera, los más arriesgados proyectos independientes con las más inofensivas superproducciones de Hollywood, es un ejemplo de lo que puede lograr un actor cuando se despoja de sus vanidades: Kym es, gracias a que Hathaway le ha donado al drama su sistema nervioso, una mujer frágil, manipuladora e incontenible que es su propio enemigo, pero a la que queremos a pesar de todo. Y la estupenda aparición de la relegada Debra Winger, en el papel de Abby, la anestesiada madre de esa familia rota, no hace más que subrayar la tragedia: la triste Kym es una de esas personas condenadas a ser ellas mismas para siempre, que naufragan de a poquitos, día por día, mientras los demás flotan sobre sus cotidianidades.

No es fácil verla ahogarse así, a cuentagotas, pero ese es el reto que plantea este relato. El casamiento de Raquel está filmado como un incomodísimo video casero, a medio camino entre la danesa Celebración y la norteamericana Gente como uno, que documenta lo fácil que es trasformar una familia en una pesadilla.

El hombre detrás de la operación, Jonathan Demme, ha sido un cineasta desconcertante desde el principio de su filmografía. Será siempre, haga lo que haga, el gran director de El silencio de los inocentes; el realizador talentoso de Algo salvaje, Casada con la mafia y Filadelfia; y el responsable de dos de los más brillantes documentales que se han hecho sobre el mundo del rock: Stop Making Sense y Neil Young: Heart of Gold. El casamiento de Raquel es una de sus buenas películas. Sin duda se beneficia de su admirable dirección de actores, de su ingenio a la hora de manejar la cámara, de su bravura. Y pone a pensar, a la salida, que su tema favorito, el tema que lo vuelve un autor, es esa hipocresía violenta que gobierna la sociedad.