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EL LABERINTO DE LA SEÑAL

El canal de interés público sigue buscando su salida después de un largo semestre de letargo.

30 de diciembre de 1996

Este ha sido un año movido para la Señal Colombia. Empezó con su superlanzamiento, en el cual, con una nueva estructura, el canal se proyectó como productor de sus propios espacios. Esta propuesta rutilante que convocó al jet set de la televisión colombiana, no tardó en ser opacada por el escándalo de su manejo presupuestal. A esta controversia le siguió un penoso período de letargo, que es el que hoy protagoniza la maltrecha Señal. En los últimos meses algunos programas se han extinguido, otros han sobrevivido y el presupuesto que le corresponde al canal por transferencias de la Comisión Nacional de Televisión, prestación de servicios a terceros y patrocinios apenas ha empezado a llegar. Mientras tanto los televidentes no han sido los beneficiados. La inicial programación se interrumpió sin previo aviso y lo que subsistió fue una oferta con cosas buenas y malas pero incoherente. Y debido a las dificultades del presupuesto, la Señal se ha dedicado a rellenar espacios y a irrespetar los horarios de los pocos programas con peso, como los de Colcultura, la Universidad Nacional o Audiovisuales, entre otros. Los debates del Congreso y la programación deportiva han terminado por volverse las estrellas de la Señal, lo que impide que el televidente siga con regularidad sus programas preferidos. Esta situación, se suponía, era transitoria mientras se revaluaba la Señal para decidir quiénes se iban y quiénes se quedaban. Dicha reprogramación debía ser liderada por los resultados de un estudio y una gran encuesta sobre lo que los colombianos querían de su canal de interés público. Los resultados de esta investigación, hecha por Gustavo Castro Caycedo, se entregaron hace ya un mes. A partir de éstos y sus recomendaciones se suponía que el canal debía abrir una convocatoria pública para permitir la entrada de nuevos creativos y otros sectores del país al proyecto de la Señal. Fue esta convocatoria la que se hizo el domingo pasado en los principales diarios del país. A algunos les inquieta el nuevo perfil que asumirá la Señal pues, parece que de la frivolidad de la anterior programación, de las recetas de cocina, los apuntes de Poncho Rentería, los especiales de modas y otras perlas, se va a pasar al otro lado de la balanza. Según las recomendaciones de este estudio el canal tendría un matiz claramente institucional y educativo, dejándole muy poco aire a la creatividad y los productores independientes. Así se ha hablado de dedicarle hasta 30 por ciento a la franja educativa y sólo 17 por ciento a la propiamente cultural. Claro está, otros ven la ventaja de que se refuercen temas como el ecológico y el de las minorías en la televisión pública. Pero lo que realmente preocupa a muchos son los plazos exiguos y poco reales que la convocatoria maneja. Los proyectos sólo tienen plazo para presentarse esta semana y la nueva programación debe estar al aire el 15 de enero. A pocos les cabe en la cabeza que las propuestas de los aspirantes se puedan concretar en una sola semana o que la labor de reprogramar un canal entero pueda llevarse a cabo en tan poco tiempo. Esta precipitación recuerda mucho la que precedió al lanzamiento de la primera programación de la Señal, que se hizo contra viento y marea para que alcanzara a salir antes de que el ministro Benedetti se retirara de su cargo. La Señal, con estos afanes, ambigüedades y poca claridad, se enfrenta al último reto del año, que también puede ser la última oportunidad para estructurar una programación cultural coherente. Falta ver los resultados, de los que el verdadero ganador o perdedor sólo será el televidente, en un momento en que la televisión comercial cada vez le ofrece menos.