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EL OTRO BORGES

60 obras que abarcan 30 años de trabajo, conforman la exposición del venezolano Jacobo Borges

22 de febrero de 1988

En 1986 en las madrugadas de Nueva York, durante el tiempo que pintaba "Mundo Nuevo", Jacobo Borges escribió un cuento corto, de apenas 5 mil palabras. En ese cuento, sin título, el pintor venezolano utiliza la narración para descender por el vórtice de la memoria hacia el fondo mudo de sus recuerdos, de donde recupera sus imágenes. Y allí todo lo mezcla: recuerdos de episodios realmente vividos --el incidente, siendo aún niño, en el pozo de fondo de arcilla y agua color tierra, en el que por poco perece--, recuerdos fragmentados de diversas circunstancias, asociados por la presencia del agua, y sueños, quizas ensoñaciones, y pesadillas. El interés del cuento reside en su técnica de libre asociación, pero sobre todo revela algunos de los métodos empleados por el artista en la realización de sus cuadros: "...escribo para tocar la materia antes que se haga pasta en el cuadro" declaró alguna vez el pintor. Fragmentación, surgimiento de figuras terribles, asechanza de un caos desde un fondo oscuro, superposición de planos, convergencia del pasado y el presente, mezcla de la memoria individual y la memoria colectiva... el cuento termina con una doble interrogación: "¿Estoy solo sumergido? ¿O estoy solo pintando?".
Un elemento permanentemente activo en la pintura de Jacobo Borges es el agua. Sitúa al artista en una tensión de temor y adversidad. Pero si la presencia del agua no se objetiva en forma directa en su pintura, es porque se actualiza de una manera simbólica, como espejo y reflejo que nos devuelve cierta imagen del mundo. Turbulenta o quieta, rizada por el viento, transparente, o bien oscurecida por la atmósfera, jamás veremos el agua disociada de su simbolismo --el espejo-- en la obra de Jacobo Borges. Pero en cambio veremos sus efectos, las deformaciones creadas en su reflejo, las espectrales y radicales distorciones.
Barroco en la medida en que sólo pone lo esencial del objeto ante el ojo del espectador, haciendo que lo accidental se pierda en el fondo sin contornos, en un espacio fuertemente teatralizado, su estremecimiento ya no es de caracter religioso, sino social. Sin duda su obra pictórica es una interpretación intensificada de las tensiones del mundo que nos rodea.
La importancia de Jacobo Borges no es nueva, pero la reciente retrospectiva realizada en el Staatliche Kunsthalle de Berlín, organizada y por primera vez presentada por el Museo de Monterrey, Mexico, ha puesto en claro que Jacobo Borges es uno de los más importantes pintores latinoamericanos contemporáneos.
La muestra, que reúne 30 años de su trabajo (1956-1986) representado con 60 obras, será expuesta en el Museo de Arte Moderno de Bogotá a partir del 26 de enero.
Inconforme, corriendo verdaderos riesgos artísticos, obra tras obra, su pintura siempre en transformación ha hecho del cambio y la ruptura la dinámica de su propio lenguaje. Si podemos identificar períodos representados por series temáticas, en cada cuadro aparece, en su sustrato pictórico o en la técnica empleada, una ruptura, un desafío a los límites que siempre está transgrediendo en busca de nuevas figuraciones.
A Jacobo Borges se le ha ubicado dentro del moviento denominado "nueva figuración", también, se le ha señalado bajo las definiciones del "neo-expresionismo". De hecho su obra se despliega en un intento monumental por realizar una síntesis crítica frente a lo social, cuyo equivalente, en esa lucha pasional por expresar la "irrisión social", las figuras de fantoche y sus mundos y las mascaradas del poder, sólo podemos encontrarlas en los trasmundos de Goya. Goya, pero también Velásquez, Rembrandt Rubens y más acá Picasso, Karel Appel, De Kooning, Ensor y Jorn, de una u otra manera van emergiendo a lo largo de sus extrañas e inquietantes combinaciones. Inquietantes por la fuerza asociativa que despliegan sus imágenes, pero también por las implicaciones estéticas que duplican su sentido. Julio Cortázar lo advirtió tras observar algunos de sus cuadros.
Un cuento fantástico suyo está inspirado en uno de sus cuadros, del cual Cortázar tomó el mismo título "Reunión con un círculo rojo". Allí las relaciones de las miradas de aquellos personajes que nos miran hablan de ese doble sentido implicado. "Esta serie de personajes mirando hacia quien los mira me lanzaron a algo que nada tenía que ver concretamente con el cuadro pero que era imposible desechar... Personalmente pienso que la noción de `trabajo paralelo' de un pintor y un escritor no se ve desmentida, porque de tus criaturas nacieron las mias...", le escribía Cortázar a Jacobo Borges. Pero también se dio el proceso contrario, tal como lo señaló Dore Ashton en su libro "Jacobo Borges". El pintor leyó "Las babas del Diablo", el cuento de Cortázar que sirvió de base para que Michelangelo Antonioni realizara Blow up, su obra maestra, y de allí partió el encuentro entre pintura y literatura, con el hallazgo del dispositivo fotográfico que le daría al pintor el concepto de "fijar" imágenes --como en el cuento de Cortázar-- que luego se transformaría en el juego esencial de una serie de sus más famosas pinturas. La disposición de la escena (como en "Esperando a..." de 1972) y los contrastes entre el negativo y el positivo, son técnicas fotográficas; de las que se sirve el pintor venezolano para componer su cualidad estética. Así como reunir fragmentos, dibujos casuales, fotografías, recortes de prensa, palabras y frases, recuerdos y sueños, en un orden también casual, es un método en Jacobo Borges para ir componiendo lo que será una obra pictórica este método resulta "tan fragil", dice el artista, que esas relaciones, con el tiempo, se rompen; y si se han roto entonces es cuando escribe, en cuyo término, presumiblemente aparecerá implícita esa doble interrogación: "¿Estoy solo sumergido? ¿O estoy solo pintando?".

·Enrique Pulecio --