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EL PROTECTOR

A pesar de sus proezas de ocasión, Arnold Schwarzenegger no ofrece nada nuevo.

23 de septiembre de 1996

Director: Charles Russell Protagonistas: Arnold Schwarzenegger, Vanessa Williams, James Coburn, James Caan. i no fuera por las ocurrencias de los productores alrededor de la musculosa y rígida figura de Arnold Schwarzenegger, esta película solo clasificaría para ser una de las peores caracterizaciones de James Caan, el otrora temperamental y apasionado hijo mayor de Vito Corleone en El padrino.
Dirigida por Charles Russel, el mismo de La máscara, El protector (Eraser) narra las aventuras de un agente del programa de protección de testigos de Estados Unidos (Schwarzenegger), en su afán por borrar el pasado de una valiosa colaboradora de la fiscalía (Vanessa Williams), en un caso de venta de armas en el que están comprometidos pesados funcionarios del gobierno. Tan suculento y provocativo argumento, digno de ser explotado en su máximo esplendor por los magos del género de acción, es, sin embargo, desperdiciado en las manos de Russel. No porque no posea elementos suficientes para entretener al público, sino porque se transa por un desarrollo dramático que resulta ser la copia exacta de los filmes anteriores de Schwarzenegger. Facilista y predecible, el director utiliza las viejas mañas del género para salir del paso con un filme que no ofrece ninguna novedad al fanático del vértigo, la velocidad y los tiroteos. Amañado, postizo y vacío, James Caan, en el papel del amigo traidor del héroe, no alcanza siquiera a asomar la cabeza a la perversidad de malos como Dennis Hooper en Máxima velocidad, o John Lithgow en Riesgo total.
El corpulento Terminator sigue siendo el mismo bárbaro sin capacidad expresiva, mientras la Williams es tan solo un pretexto. Así, aparte de la secuencia en la que el héroe se lanza de un avión en pleno vuelo en busca de un paracaídas _copia de la escena de Goldeneye en la que James Bond se lanza por un precipicio para rescatar un avión que cae en picada_ no hay mucho que discutir. Apenas el estremecedor e implacable cumplimiento implacable de la ley del talión, algo que no había sido ensayado por el propio Schwarzenegger en sus más escalofriantes películas.