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EL REY Y YO

El clásico musical con el que se inmortalizó Yul Brynner ahora en dibujos animados.

2 de agosto de 1999

A pesar de que los adelantos tecnológicos de Disney han puesto un punto demasiado alto
en la elaboración de largometrajes en dibujos animados la competencia también tiene lo suyo. Hace un poco
más de un año la Fox arremetió con fuerza con su película Anastasia, basada en la historia real sobre la
remota supervivencia a la revolución bolchevique de la hija menor del zar Nicolás II de Rusia. Luego le llegó el
turno a Dreamworks, que bajo la batuta de Spielberg y su corte le pisó los talones a Disney con El príncipe
de Egipto. Ahora le ha tocado a la Warner, cuya división de dibujos animados ha logrado competir con
personajes tan legendarios como el conejo Bugs, Porky y el pato Lucas, pero que en largometrajes
parece quedarse rezagada.
Su nuevo título es nada menos que la versión animada del clásico musical El rey y yo. Dirigida por Walter
Lang y protagonizada por Yul Brynner y Deborah Kerr, la cinta se convirtió, desde su estreno en 1956, en
un material de consulta obligado para los seguidores del musical y de la comedia romántica. Tal fue su
impacto que la figura de Brynner quedó asociada para siempre con la de aquel obstinado pero bondadoso rey
de Siam.
Cuarenta y tres años más tarde la Warner ha tomado el riesgo de volver a contar la historia, pero esta vez
en dibujo. La aventura sigue siendo la misma: la de Anna, una institutriz inglesa que llega a la corte del
reino de Siam a finales del siglo XVII con el objetivo de encargarse de la educación de los hijos del rey. Su
bienvenida, sin embargo, no es la que ella esperaba. En primer lugar el rey se niega a darle una casa fuera
del palacio, tal y como lo habían convenido previamente. Sus hijos no han salido nunca de la corte y, por lo
tanto, no conocen su país, una norma que la profesora está dispuesta a cambiar por encima de los deseos
del rey; y para colmo de males un primer ministro tiene preparada una serie de intrigas destinadas a
derrocar al monarca. En medio de este ambiente Anna trata no sólo de ganarse los favores de su jefe
máximo sino de comprenderlo. Al fin y al cabo se trata de un rey que, aunque testarudo, tiene un gran corazón
y posee serias inquietudes científicas.
La relación entre Anna y el rey, que en la cinta de Lang es el núcleo de la historia, en la versión animada es
prácticamente una anécdota ensombrecida por los malévolos planes del primer ministro y de su simpático y
torpe aprendiz. Aunque bien puede llamar la atención de los pequeños, la película no es ni la sombra del
clásico musical. Es apenas la pincelada de una gran leyenda que no hace otra cosa que despertar la
nostalgia de las antiguas generaciones