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Muere en California Truman Capote, uno de los grandes innovadores contemporáneos de la literatura y el periodismo

1 de octubre de 1984

Soy alcohólico. Soy drogadicto. Soy homosexual. Soy un genio". Cuatro afirmaciones, cuatro sentencias escuetas, directas, descarnadas, que descifran, en parte, la clave de este norteamericano nacido en Nueva Orleans el 30 de septiembre de 1924 Truman Capote.
Excéntrico, abanderado del movimiento gay, se movía en esa zona en la cual se entrecruzan farándula y jet set, y no pocas veces ocupó las primeras planas de las noticias con episodios escandalosos. Sin embargo, detrás de ese aparente showman, pequeño y de ojos azules, en esa cabeza casi siempre oculta bajo un sombrero, había un portentoso talento.
"Empecé a escribir cuando tenía ocho años: de improviso, sin inspirarme en ejemplo alguno... Al principio fue muy divertido. Dejó de serlo cuando averigué la diferencia entre escribir bien y mal; luego hice otro descubrimiento más alarmante todavía: la diferencia entre escribir bien y el arte verdadero; es sutil, pero brutal. ¡Y, después de aquello, cayó el látigo!".
Con obsesión, compulsivamente, como presintiendo que había algo más, se dedico a explorar por el camino de las técnicas literarias, a pelear con la sintaxis y... a observar. Observar lo que pasaba y a anotar sus observaciones en un diario, "extensas narraciones al pie de la letra de conversaciones que acertaba a oir con disimulo... Una suerte de informaciones, un estilo de "ver" y "oír" que más tarde ejercerían verdadera influencia en mí." Era su empresa en busca del estilo, de su estilo, ése que logró mezclar ficción y periodismo, que abrió nuevos cauces de expresión y que rompió los esquemas de la escritura tradicional norteamericana.
A los 17 años empezó a publicar cuentos en los principales periódicos literarios trimestrales y en revistas como The New Yorker, Harper's Bazaar y Mademoiselle. Era ya un escritor consumado. En 1948 publicó la novela "Otras voces, otros ámbitos", que pronto se convirtió en un best seller. "Es sorprendente que alguien tan joven pueda escribir tan bien" se comentaba sin saber que Capote llevaba 14 años escribiendo, día tras día, con la paciencia de una hormiga que acumula hojas para el invierno. Diez años después, en 1958, salió al mercado "Desayuno en Tiffany's". Durante esos 10 años intermedios siguió experimentando y escribió colecciones de relatos breves, ensayos, comedias, guiones cinematográficos y gran cantidad de reportajes. Fue entonces cuando recogió en un libro titulado The Muses are Heard, una serie de artículos que habían aparecido antes en The New Yorker y que se referían a la aventura de una compañía de teatro de negros norteamericanos que había hecho una gira por la Unión Soviética para presentar Porgy and Bess. Se trataba, en términos del mismo Capote, de "una breve "novela real" cómica: la primera". Esta obra seguía en cierta forma la línea que años antes había trazado Lilian Ross, quien había publicado su versión, Picture, sobre la realizacitón de una película. La clave estaba empezando a salir a flote. "The Muse are Heard me situó en una línea de pensamiento enteramente distinta, quería realizar una novela periodística, algo a gran escala que tuviera la credibilidad de los hechos, la inmediatez del cine, la hondura y libertad de la prosa, la precisión de la poesía".
Ya entonces algo lo atraía hacia el periodismo como forma artística de expresión, no sólo porque creía que no había ocurrido algo verdaderamente innovador en la literatura desde 1920, sino porque el periodismo como "arte era un campo casi virgen". Un día de 1959, con la fuerza de un zarpazo, su instinto le abrió una luz en torno a un oscuro asesinato que había sucedido en una lejana zona de Kansas. Seis años duró vagando por las llanuras de Kansas y no faltaron quienes lo tacharon de loco rechazaron su concepción de la "novela real". Se había jugado la carta de esa intuición que lo llevaría en 1966 a mostrar sus resultados en "sangre fría", la crónica de un crimen que se convierte en la semilla de la novela-reportaje que más tarde, aún algunos de sus detractores como Norman Mailer, harían fructificar.
"Intenté escribir un relato periodístico que empleara todas las técnicas de ficción a fin de contar una historia de manera que se dejara leer como novela... Si (los críticos literarios) no pueden entender que el periodismo en la forma más avanzada de escribir que existe hoy en día, es porque tienen la cabeza metida entre la arena. Hay tanto que hacer en el periodismo!. Es el único campo de la experimentación literaria realmente serio y creativo que tenemos hoy, lamento que algunos críticos osificados y temerosos de apartar sus prejuicios no lo reconozcan.", dijo en una entrevista a Playboy en marzo de 1968.
"Es un fracaso de la imaginación" dijo de la novela en su momento Norman Mailer, queriendo significar, tal vez, que un novelista debería crea mundos de ficción, más que escribir sobre realidades. Sin embargo, afirmaba el mismo Capote en alguna oportunidad, algunos escritores comprendieron el valor del experimento y paradójicamente, "nadie con mayor rapidez que Norman Mailer, quien ganó un montón de dinero y de premios escribiendo "novelas reales"... No importa; es un buen escritor y un tipo estupendo, y me resulta grato haberle prestado algún pequeño servicio." Entre 1968 y 1972 pasó la mayor parte del tiempo leyendo, seleccionando, reescribiendo, catalogando cartas, apuntes, anotaciones de su diario, escritos entre 1943 y 1965. Su intención era utilizar ese material en un libro que estaba concibiendo como una variante de la novela real: Answered Prayers, encabezado con una cita de Santa Teresa que decía "Más lágrimas se derraman por las plegarias respondidas que por las no satisfechas". Empezó en 1972 por el último capítulo --"siempre es bueno sabe a dónde va uno"-- y escribió varios más sin seguir un orden, cuatro de los cuales publicó en Esquire entre 1975 y 1976, provocando la ira de ciertos sectores que lo acusaron de traicionar confianzas, de abusar de la amistad, y de los enemigos. Su biógrafo y editor, en declaraciones recientes, afirmó que Capote había estado escribiendo esta obra, "una novela sobre gente muy rica y muy feliz" desde hacía 20 años y que había dicho que sería su obra cumbre. Sin embargo murió sin terminarla. Pero desde que había dado a conocer algunos de sus capítulos y frente al alud de críticas había dicho: "el tema incluye política social, no mérito artístico. Nada más diré que lo único que un escritor debe trabajar es la documentación que ha recogido como resultado de su propio esfuerzo y observación, uno puede negársele el derecho a emplearlo. Se puede condenar, pero no negar".
Una crisis "creativa y, al mismo tiempo, personal" lo llevaron a interrumpir Answered Paryers: "noté que mi escritura se estaba volviendo demasiado densa, que utilizaba tres páginas para llegar a resultados que debería alcanzar en un simple párrafo. ¿Una y otra vez leí todo lo que había escrito de Answered Prayers, empecé a tener dudas: no acerca del contenido, ni de mi enfoque, sino sobre la organización de la propia escritura... El problema era: ¿cómo puede un escritor combinar con éxito en una sola estructura --digamos de relato breve-- todo lo que sabe acerca de todas las demás formas literarias. Pues ésa era la razón por la que mí trabajo a menudo resultaba insuficientemente iluminado". Volvió de nuevo sobre la obra y escribió y re escribió centenares de páginas acerca de temas sencillos, conversaciones triviales con personas comunes hasta encontrar "una estructura dentro de la cual podía integrar todo lo que sabía acerca del escribir". Se había fustigado con el látigo que había recibido al tiempo con su talento: "Cuando Dios le entrega a uno un don, también le da un látigo, y el látigo es únicamente para autoflagelarse". El resultado del autoflagelo, la versión revisada de sus "Plegarias escuchadas", no vio la luz mientras el escritor estuvo vivo y aún continuaba martillando sobre ella. Pero una serie de relatos breves y una novela reacorta, "Ataúdes tallados a mano", en los cuales utilizó una forma modificada del procedimiento que había encontrado, salieron al mercado hace cuatro años bajo el título "Música para camaleones".
Truman Capote, camaleón él mismo, lector incansable, amante del cine y de bailar zapateado, temeroso de sapos de verdad en jardines imaginarios, receloso y resentido por traiciones y abandonos, miedoso del rumor de pasos caminando en los corredores de la mente, murió mientras dormía. Era sábado, 25 de agosto; el sol de California había vuelto a salir. Pero él no se despertó más. Y no se suicidó como su escritor amigo, él sí suicida, Yukio Mishima, había pensado que lo haría: "conozco una serie de personas que estoy seguro de que se suicidarán. Truman Capote, por ejemplo". Tal vez esa noche al acostarse había vuelto a pensar que sólo se tendría a sí mismo hasta la tumba y que si había reencarnación, querría volver a la vida en la forma de un buitre, "feo, indeseable, mal acogido en todas partes, para ganar la libertad que eso posibilita", o como una tortuga de mar que puede conocer "los secretos de las profundidades del océano", y que tiene "una vida larga y sus ojos encapuchados encierran mucha sabiduría".
Buitre, tortuga o camaleón, Truman Capote rompió esquemas e introdujo el concepto de novela-reportaje que hizo soplar nuevos vientos en la literatura y en el periodismo.--