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LA NAVE DE LA MUERTE

17 de noviembre de 1997

La versión moderna de 'Alien' ha cambiado los monstruos por dantescas pesadillas. HHi algo pasó a la historia de la ciencia ficción en Alien: el octavo pasajero, fueron sus escalofriantes secuencias de suspenso y horror alrededor de una tripulación perseguida por una monstruosa criatura. El éxito de la secuencia radicó en el misterio. A pesar del horror en el rostro de las víctimas la criatura, salvo al final, nunca apareció completa en pantalla, lo cual no hizo sino alimentar el temor y la angustia del espectador, enfrentándolo a un enemigo desconocido. Veinte años después Paul Anderson, el mismo director de Mortal Combat, ha rescatado la estrategia para llevar a la pantalla La nave de la muerte. El argumento es similar al de la segunda parte de Alien. Un grupo de hombres liderados por su comandante (Laurence Fishburne) y un extraño científico (Sam Neill), son enviados a las cercanías de Neptuno a averiguar por el paradero de la la nave Event Horizon, perdida con todo y tripulación siete años atrás cuando cumplía con la misión de atravesar un agujero negro. La abandonada nave, como en Alien, arroja sin embargo señales de vida; pero a diferencia de la película de Scott, Anderson ha cambiado a la monstruosa criatura por una serie de pesadillas dantescas. El enemigo no es físico sino sicológico y los integrantes de la misión deberán luchar contra sus propias culpas. Event Horizon ha viajado al propio infierno y en su regreso lo ha traído a bordo. A pesar de tan atractivo argumento, toda una joya de la ciencia ficción contemporánea, la película va separándose de su intención original _la inspección de una dimensión desconocida_ y se queda en el suspenso alrededor del enfrentamiento físico entre la tripulación y el propio demonio. La idea es interesante pero hay algo en su resolución que no funciona, quizás la sensación de que un enemigo tan etéreo y omnipotente es a la larga demasiado débil para llamar la atención.