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LA POBRE SEÑORA KERTZMAN

La directora de la Dian sabrá sumar, pero no sabe leer

2 de noviembre de 1998

Con la prepotencia que caracteriza a los que se creen dueños de la verdad porque manejan las cifras de la economía, la directora de la Dian, Fanny Kertzman, respondió las inquietudes planteadas por la presidenta de Andigraf, María Isabel Laserna, en carta publicada por Portafolio hace ocho días. Y lo hizo, además, con un total desconocimiento del tema y con los argumentos propios de quienes padecen de ese subdesarrollo mental que tiene sumido al país en el subdesarrollo económico. Es evidente que la señora Kertzman no conoce la Ley del Libro ni sabe de los problemas mundiales de la sobreproducción de papel, al achacar a la industria editorial colombiana la responsabilidad de la crisis de Propal. La Ley del Libro fue concebida para favorecer la lectura, el estudio, la creación y la investigación científica y para impulsar el desarrollo de la industria editorial. Los problemas de Propal obedecen a factores ajenos a todo lo anterior. Es evidente que la señora Kertzman no ha pisado una librería desde hace varias décadas, cuando se atreve a decir que los libros colombianos son tan costosos como los importados. La desafío a que vaya a una librería y pregunte por libros de editoriales similares en sus publicaciones, una colombiana y otra extranjera (Norma y Anagrama, por ejemplo) y compare los precios. Es evidente que la señora Kertzman ve el problema del libro y de la industria editorial sólo a través de su limitada y precaria experiencia como directora de una revista, pues habla de la disminución de pautas publicitarias como la causa de una crisis de la industria editorial, crisis de la que nadie sabe, sino ella. Baste señalar que en Colombia hoy se producen al año 5.000 títulos nuevos, cifra con la cual ha logrado igualar a México. Es evidente que la señora Kertzman no distingue entre un libro y un pollo, pues se refiere a la industria editorial si como de vender pollos se tratara, ignorando, por ejemplo, lo que representan las revistas culturales para una sociedad o un libro para las escuelas. Es evidente que la señora Kertzman solo piensa _como buena yuppie_ en lo contable y tabulante para el bolsillo, cuando dice que "no existen argumentos valederos para mantener la exención" de impuestos a las empresas editoriales. La presencia masiva del libro, la creación de bibliotecas, los estímulos a la lectura, los cuadernos y textos escolares a bajos precios, el apoyo editorial a los escritores colombianos, la circulación de revistas culturales, no le parecen a la señora Kertzman "argumentos valederos" para propiciar la producción del libro. Entonces para qué hablarle de lo que representan la cultura y la educación en una sociedad como instrumentos básicos para que el país salga adelante. Esta señora nunca entenderá que es muchísimo mayor el daño que se le hace a la sociedad encareciendo cuadernos escolares y libros, que el beneficio económico que recibirá el gobierno por cuenta de los gravámenes. Su formación economicista no le ha permitido enterarse de que en el mundo de hoy el consumo de libros per cápita de un país está asociado con el grado de desarrollo del mismo. Está bien: que el gobierno grave el libro y las revistas con todos los Ivas que quiera, que grave los textos escolares y los cuadernos, pero que respete y ponga a alguien capaz de explicar las medidas: a alguien que distinga un libro de un pollo. Los tecnócratas, como la señora Kertzman, son pobres de espíritu y tienen la mente subdesarrollada. Por eso sus políticas y proyectos siempre le han costado carísimo al país. En este tema aún estamos a tiempo.