Home

Cultura

Artículo

LAS CUATRO ESTACIONES

Grabados, perspectivas, personajes y desnudos se toman los cuatro pisos de la Galería El Museo.

12 de noviembre de 1990

Primer piso:desnudos.Segundo:soledad.Tercero:personajes Cuarto: pesadilla. Así podría definirse la exposición que acaba de inaugurar la Galería El Museo, con la obra de los artistas Lorenzo Jaramillo, Gregorio Cuartas, Yolanda Mesa y Luis Fernando Rodríguez.
Todas del mismo tamaño y ubicadas a igual altura, las 51 pinturas de Lorenzo Jaramillo -aunque debería hablarse mejor de dibujos-, constituyen una especie de cenefa en la pared del salón que permite apreciar la figura desnuda del hombre en los más diversos ángulos.
Elaborados en tinta china sobre papel de arroz, los desnudos de Jaramillo pretenden tomarse el mayor espacio posible. Aparecen recortados, tratando de ofrecer el mayor protagonismo al torso.
Tanto así, que queda la idea de que la cara cumple simplemente con el propósito de ubicar la figura sobre un fondo blanco, desprovisto de cualquier elemento que pueda distraer la atención. No son las facciones las que transmiten la idea de éxtasis, de búsqueda, de contemplación, de descanso después del éxtasis, de espera, de ansiedad... Es la posición del hombre la que se encarga del mensaje: el equilibrio de su cuerpo, la sensación de movimiento.
Gregorio Cuartas, quién reside actualmente en París, se presenta en Bogotá con 12 acrílicos en los que trabaja el tema del paisaje con un tratamiento arquitectónico, geométrico y equilibrado. Su obra no es el paisaje típico. De hecho, los lugares que aparecen pintados sobre el lienzo no existen en un lugar determinado del planeta. Más bien pertenecen a su interior, y logran que el espectador empiece por admirar los motivos y termine en una profunda contemplación de su propio yo. Su obra invita a la meditación.
El manejo del color es un punto que hay que aplaudir de manera especial en la obra reciente de Cuartas. Los cielos, que son una constante en sus cuadros, están logrados en un degradé perfecto de tonos pálidos, apastelados. En el punto de unión imaginario entre el firmamento y la tierra, en ese horizonte que se siente aunque a veces no se vea, aparece el detalle figurativo. Una casa, un muro, un arco, un camino de pinos, un dominó dibujado con el césped. Ahí está el epicentro de una perspectiva manejada con exactitud. Su muestra la completan dos bodegones, "Dos limas" y "Los limones", en los que la simplicidad se conviene en la mejor aliada de la composición.
Después de esta propuesta para meditar, el tercer piso de la galería contrasta con una obra eminentemente festiva: la de Yolanda Mesa. Sus "personajes", así se llama la serie, son gente común y corriente. Anónimos que deambulan por un mundo de gran contenido social. Que visitan los aeropuertos, van a la playa, asisten a bodas y sacan a pasear al perro.
Casí siempre de anteojos, con labios en vivo carmín, sus rostros aparecen desdibujados para que no correspondan a un ser específico. Lo que le da el carácter a sus personajes es el vestuario, lleno de adornos, de flores, de corbatas sin moda y de escotes profundos. Las figuras están guillotinadas, hábilmente ubicadas en un espacio lleno de detalles. El juego de planos es una constante: dota a la obra de una profundidad que recrea y que permite descubrir fácilmente quiénes son los protagonistas, porque cada hombre y cada mujer quiere robarse e show. El apunte tropical se deja sentir con todo su ritmo. La artista, que evolucionó del "pop criollo", considera que ahora atraviesa por un "expresionismo figurativo latinoamericano". A pesar del sarcasmo que brota de sus cuadros no hay una intención de crítica. Más bien, un claro propósito de ver la parte divertida de lo cotidiano.
En lo más alto de El Museo está colgada la obra de Luis Fernando Rodríguez, uno de los artistas colombianos que se ha metido más a fondo y con mayor seriedad en el lenguaje del grabado. Ha acudido a esta técnica como un medio de expresión artística, sin interesarse por los beneficios de la reproducción. Aunque predominan el aguafuerte y la aguatinta, algunos de los cuadros combinan hasta cinco métodos diferentes. El grabado exige una excelente condición de dibujante, y Rodríguez la demuestra a cabalidad. Confiesa sin problemas que se ha dejado influenciar por Picasso. No obstante, lo más reciente de su producción resulta mucho más original, tanto en la propuesta como en el tratamiento.
La muestra se ha denominado "Las pesadillas de la razón" y el eje de la misma lo constituyen tres series: "Manicomio", "Infierno" y "Circo". Cada una presenta tres estados del grabado, sin que esto signifique que las primeras planchas se han quedado al nivel de pruebas. Con un delicado trabajo de la línea, Rodriguez incorpora un sinnúmero de figuras que adquieren el nivel de símbolos. En el "Infierno", por ejemplo, poco a poco se van descubriendo interesantes representaciones de los pecados capitales y de buena parte de los vicios y de lo abominable del mundo.
Si es cierto que el placer está en la variedad, en la presente exposición de El Museo cada piso trae una propuesta diferente, sobresaliente en cada estilo. Sin embargo, existe un hilo conductor que enlaza las cuatro propuestas: cualquiera de ellas se presta para la contemplación exhaustiva. No es una exposición para mirar, sino para observar con mucho detenimiento.