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A MARCHAS FORZADAS

Dos planes para mejorar a Bogotá, el Parque Simón Bolivar y el Plan Centro, sufren graves retrasos.

27 de junio de 1988

Bogotá ha logrado acumular en los últimos 30 años una buena colección de adjetivos que enumeran sus múltiples defectos: caótica, hostil, violenta, sucia, fea y mal arreglada. Esto no sólo se refiere a su apariencia física sino que se extiende al carácter de sus habitantes y al clima general de la ciudad. Sin embargo, Bogotá, como cualquier ciudad en el mundo, tiene posibilidades de mejorar algún día y en ello la acción pública tiene un papel definitivo, tanto a nivel de la organización administrativa y en la prestación de los servicios públicos, ahora ineficientes, como a través de la intervención directa en obras físicas para el beneficio común.
Dos proyectos representan ahora este tipo de intervención: el Parque Simón Bolívar y el Plan Centro. Son éstas dos propuestas ambiciosas que intentan dotar a la ciudad de espacio público generoso y adecuado. El primero constituye el pulmón verde más grande hasta ahora previsto en Bogotá. El segundo es la recuperación cuantitativa y cualitativa del área central de la ciudad, actualmente en serio proceso de deterioro. Mientras el Parque Simón Bolívar es un planteamiento urbanístico a escala metropolitana, un proyecto de gran magnitud física, el Plan Centro es una intervención zonal, sectorizada y dividida no sólo en diferentes objetivos: transporte, actividad residencial, administración, espacio público, etc., sino desmenuzado en trabajos específicos dispersos a través del amplio sector central. El beneficio de ambos proyectos se extiende en principio a todos los habitantes de la ciudad, aun cuando cada uno de ellos atiende una demanda particular y diferenciada
El Parque Simón Bolívar es una promesa no realizada todavía, es una presencia incompleta en la ciudad. Su extensión total es de 410 hectáreas, cifra apreciable en cualquier parte del mundo. Cuenta con un Plan Maestro elaborado por un distinguido grupo de profesionales de la Universidad Nacional y aprobado mediante un decreto gubernamental. El Plan integra varios espacios libres actualmente separados: el Parque El Salitre, el Parque del Lago, la Unidad Deportiva y el Jardín Botánico, con los dos grandes terrenos sin desarrollar que fueron de propiedad de la Beneficencia de Cundinamarca y que se extienden hacia el sur en los terrenos donde se iniciaron las obras de la Ciudadela El Salitre, programa "bandera" del actual gobierno. En terrenos del Parque, además de las instalaciones recreativas y deportivas construídas previamente, se encuentra el Museo de los Niños, único edificio construído de los muchos que debe albergar el proyecto total.
El Parque contó con apoyo estatal durante su fase de iniciación pero luego ha caído en ese marasmo característico de una obra que perdió interés para los gobernantes de turno. La visita del Papa Juan Pablo II hace dos años motivó una adecuación apresurada de ciertas áreas de ese gran espacio para albergar la recepción multitudinaria que se organizó. Hoy en día permanece como un lugar que dominicalmente es invadido por gentes que quieren disfrutar al menos por unas pocas horas de un espacio libre, muchas de las cuales destruyen lo poco que ya existe. Varios proyectos importantes e interesantes aguardan en los cajones el momento de su realización. Pero surgen toda suerte de impedimentos de orden burocrático que reducen, al menos momentáneamente, las posibilidades de una feliz conclusión. El hecho de que no sea "prioritario" para el actual gobierno quiere decir que éste no se responsabiliza de obras cuya paternidad no le corresponde a pesar de ser de importancia para la ciudad. Y el Papa, lamentablemente, no regresa todavía a Bogotá.
El Plan Centro, por el contrario, ha contado con amplios privilegios de parte del Gobierno Nacional y de la Alcaldía Mayor de Bogotá. Tras los estudios correspondientes, iniciados en el gobierno anterior por otro distinguido grupo de profesionales, se desarrolla actualmente el trabajo en los frentes de recuperación de andenes y espacios abiertos en el área central de la ciudad, en el área residencial y, sobre todo, en la defensa del valor del centro como sede de empresas, corporaciones y entidades públicas. Una amplia divulgación lo ha situado como uno de los grandes proyectos propuestos por la actual administración distrital como parte de la celebración del cumpleaños de la ciudad. La administración concluirá su mandato en unos pocos días. Eso hace inmediatamente surgir las siguientes preguntas: ¿Será proyecto bandera de las administraciones siguientes? ¿Se realizará completa y satisfactoriamente, o correrá la misma suerte del Parque Simón Bolivar? Dado que el alcalde entrante ha manifestado públicamente desacuerdo con algunas de las obras en ejecución, ¿será entonces posible que la oposición política entre las dos administraciones se refleje también en este Plan?
Los dos proyectos revisten indiscutiblemente interés público. La responsabilidad de efectuarlos satisfactoriamente no es propiedad de ningún partido político ni de ningún funcionario de turno, es del mismo Estado quien al promoverlos generó una expectativa y comprometió recursos, entidades, terrenos y trabajo profesional para darles forma. Dudar de la necesidad del Parque Simón Bolivar en una ciudad de cinco millones de habitantes, asfixiada por la saturación especulativa del espacio urbano parece descabellado. Pero las veleidades gubernamentales parecen irse más por consideraciones circunstanciales que por la perspectiva realista de la ciudad del futuro a la cual este parque prestará sus servicios por una buena cantidad de tiempo. Ahora nadie parece dudar de la importancia del Plan Centro, puesto que está en la mira de los intereses gubernamentales del momento. Sin embargo, ya en su realización aparecen inquietudes acerca del beneficio, por ejemplo, de la simple recuperación del espacio público no respaldada aún por las acciones simultáneas previstas en el control del transporte público, del tráfico vehicular, de los estacionamientos y de otros manejos complementarios sin los cuales las obras en curso sólo son cosméticos aplicados a una faz que requiere intervenciones más profundas. De no realizarse completamente, el Plan Centro quedará lamentablemente como otro intento fallido por mejorar la calidad de vida en la ciudad.
Todo esto hace pensar que existen serios contratiempos en la obtención de una ciudad más amable, ocasionados por la costumbre política de menospreciar los esfuerzos positivos de administraciones anteriores y de iniciar nuevas obras las que, de no alcanzar a desarrollarse en el corto período de un gobierno, son sometidas inexorablemente a la misma ley. Es un círculo vicioso que deja obras inconclusas por doquier, en perjuicio de la ciudadania. Una de las promesas iniciales del actual gobierno fue precisamente el concluír las obras que encontrara iniciadas. Ojalá que uno de sus logros sea al menos el de alcanzar a concluír las suyas propias.