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PIRATAS EDITORIALES

Mueven 2 mil millónes de pesos al año y amenazan seriamente la industria editorial

19 de marzo de 1984

Si usted no teme abordar el provocativo oficio de la edición, piénselo dos veces. Hacerlo en Colombia es la mejor manera de naufragar gracias a la existencia de imponderables más peligrosos que los riesgos de acertar, invertir, vender: los piratas editoriales.
Mueven 2000 millónes de pesos al año, trabajan con el esfuerzo ajeno, de un día para otro logran la complicidad de grandes y pequeñas imprentas para "fusilar" libros. Los libreros los miman, pues reciben mayor comisión sobre ventas (la oficial llega al 40% del precio de,venta). Las leyes aunque sean de caracter punitivo, antes que intimidarlos, alientan. Es sabido que un delito de esta naturaleza apenas perturba al juez, pues lo primero que debe lograr un editor es demostrar entre los dos ejemplares, el auténtico y el falsificado, cuál es el culpable. Con lo que se inicia la más kafkiana verificación de identidades, que va más allá de la paciencia del pirateado. Su forma de trabajo es cómoda. Reciclan todo objeto impreso que se venda. Desde García Márquez hasta la Patología clínica, abarcan textos escolares o novelones. No pagan derechos de autor. Empiezan fotografiando los ejemplares impresos, muchas veces con sello editorial, con una calidad muy deficiente, con lo cual se desprestigia de paso la editorial. Utilizan las mismas cubiertas, usufructuando la publicidad que de ellas se exhibe. Van a las ferias del libro y compiten de frente, bajando los precios en pequeñas decenas de pesos. La rebaja entonces acelera la decisión, máxime si tal dispensa es patrimonio genético del colombiano, desde la plaza de mercado hasta el almacen de zapatos. Aprovechan la ignorancia del consumidor promedio, que por lo general no diferencia entre una letra bien impresa o una borroneada. Comparten con el comprador, piratas y libreros, la criolla astucia de tirarse al editor original. Trabajan en todo el país, y en el caso de "Crónica de una muerte anunciada", de nuestro Nobel, tardaron dos (!) días en inundar el mercado. Sigamos en la realidad. Usted es una joven editorial colombiana, que se ha preocupado por temas estrictamente colombianos. Ha comprado los derechos de autor de Tomás Carrasquilla o Jorge Zalamea. O de Nieto Arteta y Tirado Mejia. Que en sus casi tres años, logra que la calidad editorial e intelectual de sus libros, sea recompensada, pues ellos se han convertido en textos de colegios y universidades.
Y un buen dia descubre que del total de su fondo editorial, treinta titulos, seis de ellos han sido pirateados, con varias reimpresiones además. Automática disminución de ingresos, frustración y rabia permanentes y el corrosivo miedo de ir previendo el próximo golpe pirata, aderezan el trajín diario. Tal es el caso del Ancora Editores.
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DESDE BARCELONA
3000 ejemplares del libro "Historia de una gran empresa" (1983) arribaron al país procedentes de la mediterránea Barcelona. Escrito por un colombiano, Carlos Sanz de Santamaría y a propósito de los 73 años de fundación de una fábrica colombiana, Cementos Samper, resulta de interés fraguar los motivos que llevaron a imprimir allende el mar, dicho especimen. Con 216 páginas y 200 fotografías, algunas de ellas valiosas por su aspecto documental, impreso a dos tintas en soberbio papel, el libro desde el punto de vista editorial no justifica su cuna de origen. Aunque el editor, Gaudí, figure en los créditos como una filial colombiana Ltda., solamente se podría entender desde el ángulo de los costos que la manufactura no haya sido realizada caseramente. ¿No compitieron los tipógráfos criollos con los guarismos ibéricos? ¿Pretensión de los diseñadores? ¿O falta de claridad e inconsecuencia del patrocinador? No hay razón para que dicho opúsculo encementara las prerrogativas locales.
"Historia de una gran impresión" es el título de una controversia que mezcla a editores e impresores.
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SUPERDISEÑADORES BIENVENIDOS
Cuando México recibió durante la guerra civil española, un caudal de tipógrafos, editores, diagramadores e intelectuales buscando el exilio, tales visitas se verían reflejadas en una impecable industria editorial, desde el Fondo de Cultura Económica hasta Ediciones Era. La acogida que hicieron los venezolanos de diseñadores holandeses y alemanes, hace cerca de 10 años, brindándoles trabajo y compromiso pedagógico, se ve madura hoy. El diseño allí es líder mundial y su originalidad y modernidad hacen palidecer a los vecinos. Un italiano que ha vivido en Brasil, diseñador e ilustrador, con cerca de 25 premios internacionales, acaba de radicarse en Colombia. Gian Calvi, asesor de la Unesco y codiciado por prestigiosas casas editoriales europeas, viene a instalarse. Ligado con la bogotana imprenta Presencia, empezó a pintar y producir libros infantiles. Quiera San Agapito que logremos secuestrarlo muchos años para que en la docencia y la profesión deje su estela gráfica de oficio y belleza. -
Camilo Umaña Caro -