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Políticamente correcto

‘Rayografías’, de Lorenza Panero Owen, es la última exposición que organiza Dalita Navarro en el Centro Venezolano de Cultura.

Fernando Gómez
15 de mayo de 2000

No fue una simple inauguración. Pero, ¿fue un acto político? Tampoco; pero con echarle un vistazo a las páginas sociales en las que probablemente estarán la ex primera dama de la República Jacquin de Samper, el fiscal Alfonso Gómez Méndez, el señor procurador Jaime Bernal Cuéllar, la candidata a la Alcaldía de Bogotá María Emma Mejía, la concejal Patricia Cárdenas se deduce porqué la inauguración de la muestra de Lorenza Panero Owen en el Centro Venezolano de Cultura no era, ni más faltaba, una simple inauguración. Era algo más. Y ese algo más tiene mucho que ver con que era la última exposición que organizaba Dalita Navarro como agregada cultural de Venezuela. Y Dalita, en el mundo de la cultura y la política en Colombia, ha sido un verdadero vendaval.



Un huracan

La relación entre la política y el arte no es nueva. Es más, es tal vez uno de los matrimonios más antiguos y prolíficos de la historia en el que se han mezclado faraones y artesanos, reyes y artistas. El matrimonio no es nuevo para nada. Lo nuevo, al menos en Colombia, es que un agregado cultural suene más que el mismísimo embajador. Porque buena parte de la responsabilidad de traer a Colombia exposiciones tan relevantes como las de los maestros venezolanos Armando Reverón en el Museo Nacional y la de Carlos Cruz Díez en el Museo de Arte Moderno de Bogotá estuvo en manos de Dalita. Y no se conformó con eso, fue más allá y logró la construcción de este centro que ha funcionado como un espacio alternativo en el que han expuesto artistas de ambos países y, en algunos casos, con encuentros superinteresantes como el de J.J. Moros (venezolano) y John Castles (colombiano), ambos inmensos en el uso del hierro, o para ir más lejos, el de los dos consagrados: Víctor Valera y Edgar Negret. Por todo eso la labor de Dalita es importante, porque finalmente los únicos gobiernos, aparte del venezolano, que suenan fuerte con un apoyo abierto y enriquecedor a las artes plásticas en Colombia, son los de Francia con el trabajo en la Alianza y Alemania con el Instituto Goethe.

Por eso su despedida tenía que ser tan notoria. Con políticos, con un grupo típico venezolano, con una exposición llena de color, porque El amor eterno, de Lorenza Panero, es una versión contemporánea de las Rayografías en blanco y negro que consagraron a Man Ray como uno de los grandes artistas del siglo XX. Se trata de imágenes elaboradas en la oscuridad de un cuarto fotográfico. Imágenes que nacen a todo color de la sombra de objetos como juguetes o bolsas de supermercado. El resultado de la serie le da la sensación al que se enfrenta a ella de estar sumergido en una laguna observando con una linterna fluorescente el movimiento de una vida secreta y oculta. Solo queda esperar que esta, además de ser la última exposición organizada por Dalita, no sea la última del Centro Venezolano de Cultura.