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En las grandes ligas

¿Cómo hizo el hombre más rico de América Latina para casi duplicar su fortuna en sólo un año?

3 de abril de 2005

Carlos Slim Helú encontró la fórmula que durante siglos buscaron los alquimistas para transformar las baratijas en oro. Su receta no es la de un mago financista sino la de un comerciante innato que hizo su fortuna siguiendo el mismo método una y otra vez: comprar negocios a buenos precios, en el momento justo, y hacerlos crecer.

Por eso al séquito de analistas financieros que siguen día a día el desempeño de las empresas de Slim no parece sorprenderles que este mexicano de 65 años, de origen libanés, hoy sea 10.000 millones de dólares más rico que el año pasado. Según la revista Forbes, en los últimos 12 meses su patrimonio prácticamente se duplicó y llegó a 23.800 millones de dólares, una cifra cercana al valor de mercado de todas las compañías colombianas que cotizan en bolsa. Así, en 2005, la fortuna de Slim es la cuarta más grande del planeta, muy lejos de los siguientes latinoamericanos en la lista, los banqueros brasileños Joseph y Moise Safra, en el puesto 91, y a 20.300 millones de dólares de distancia de Julio Mario Santo Domingo, en el puesto 156.

Justo cuando Slim Helú comenzó a codearse con multimillonarios de la talla de Bill Gates o Warren Buffett, los dos primeros en la lista Forbes, decidió entregar definitivamente el mando de sus empresas bandera, Telmex y América Móvil, a sus hijos, Carlos y Patricio Slim Domit. La herencia es un imperio de las telecomunicaciones que se extiende desde Estados Unidos hasta Argentina y que el año pasado, con varias compras estratégicas en serie e inversiones por casi 1.500 millones de dólares, consolidó su presencia en la región.



CHEQUERA EN MANO

La jugada que lanzó al estrellato a Slim Helú fue la compra de Telmex, la telefónica mexicana que el gobierno de Carlos Salinas de Gortari decidió privatizar en 1990. Transformó una empresa estatal, ineficiente y atrasada, en una caja registradora repleta de efectivo. Capacitó a los empleados, recortó gastos e introdujo nuevas tecnologías. Todo, bajo el paraguas "del monopolio más grande de Latinoamérica, que no sólo controla el mercado sino que tiene una enorme influencia en las decisiones del regulador", dice Carlos Rodríguez, directivo de la firma de consultoría Pyramid Research.

Hacia 2000, Telcel, una compañía filial de Telmex, era, como hoy, la dueña y señora de la telefonía móvil en México. Pero el negocio necesitaba expandirse más allá de las fronteras mexicanas y Slim tenía en el banco el dinero para hacerlo. Creó entonces América Móvil, con el propósito de conquistar los mercados de telefonía celular en la región, en momentos en que ésta atravesaba una de las peores crisis económicas de su historia. Mientras otros se replegaban, temerosos por la tradicional inestabilidad política de Latinoamérica y los vaivenes de las tasas de cambio, Slim vio una oportunidad de oro.

América Móvil salió de compras, primero en Centroamérica, luego en la región andina -con la adquisición de Comcel y Celcaribe en Colombia y de Conecel, en Ecuador- y finalmente en Brasil. A la vuelta de dos años, Slim tenía sus fichas extendidas por casi todo el tablero de las telecomunicaciones inalámbricas en la región -con excepción de Venezuela, Perú y Chile- y puso una más en 2004, con la compra de CTI, el tercer operador móvil en Argentina. El crecimiento en términos de usuarios ha sido vertiginoso. En 2002, casi 32 millones de latinoamericanos se comunicaron por un teléfono celular de alguna de las compañías de América Móvil. En 2004 lo hicieron 61 millones de personas.

Telmex, entre tanto, permaneció en México, dominando el negocio de telefonía fija local y de larga distancia. Y aunque seguía produciendo un abundante chorro de efectivo, a los analistas bursátiles comenzó a inquietarles el lento crecimiento en la instalación de nuevas líneas telefónicas, amenazadas por la competencia de los celulares e Internet. La respuesta de Slim fue, otra vez, alistar la chequera.

A finales de 2003, Telmex compró los activos que subastó AT&T Latin America, cuando esta última estaba bajo el régimen de capítulo 11, la ley de bancarrotas en Estados Unidos. Pagó 206 millones de dólares por una infraestructura en la que AT&T había invertido cerca de 1.000 millones y que le permitió entrar al atractivo mercado de transmisión de datos por fibra óptica en Argentina, Brasil, Perú, Chile y Colombia.

Pero el gran salto de Telmex en 2004 -y, claro, de la fortuna de Slim- corrió por cuenta de la adquisición de Embratel, el mayor operador de telefonía de larga distancia en Brasil. De nuevo compró a precio de remate. Pagó 360 millones de dólares a MCI, la compañía estadounidense que surgió de la quiebra de Worldcom y que, sometida a un proceso de reestructuración, decidió vender sus propiedades en Brasil. "Era una jugada previsible para que Telmex pudiera retomar la senda del crecimiento", dijo a SEMANA Martín González, analista de Invex Casa de Bolsa en México.

La conquista del mercado brasileño no paró ahí. Hace pocas semanas Telmex cerró otro negocio que, a juicio de los expertos, es el complemento perfecto para la operación de Embratel. Adquirió el 37 por ciento de las acciones de Net Servicios, la compañía de televisión por cable más grande de Brasil. Así, las dos nuevas subsidiarias de Telmex podrán ofrecer por un mismo cable el paquete completo de telecomunicaciones a los hogares brasileños, desde televisión y llamadas telefónicas hasta Internet.

Los golpes de Slim en 2004 calentaron la competencia con el otro jugador de peso en Latinoamérica: Telefónica de España, que también agitó el mercado con la compra de las operaciones de Bellsouth en la región. La batalla será a muerte, particularmente en Brasil, Argentina y Colombia. Pero librarla les corresponderá a los herederos de Carlos Slim Helú. Éste ahora se dedica a labores menos prosaicas: visita galerías, va a conferencias sobre cómo combatir la pobreza regional y disfruta sin afanes de almuerzos y cenas familiares. El patriarca ya cumplió su misión.