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LOS JAPONESES NO ESPERAN

El gobierno lanza una ofensiva para conquistar la inversión del Japón.

28 de agosto de 1989

Los que saben dónde ponen las garzas dícen que el dínero también hay que salir a buscarlo. Quizás por eso el aeropuerto de Narita, en Tokio, ha visto pasar a mucha gente últimamente con portafolios llenos de proyectos en busca de un socio capitalista. Ideas como la de una fábrica aquí, la de un banco allá, o la de un proyecto mínero por acá, son presentadas contínuamente, a ver sí los inversionistas japoneses, aparte de una reverencia, también giran un cheque en yenes.
Porque la verdad es que hoy por hoy ningun país del mundo cuenta con tantos recursos para invertir. La consolidación económica del Japón ha hecho que este país de 120 míllones de habitantes acumule durante años continuos superavits en su balanza comercial, con los cuales es necesario hacer algo. Como resultado, cientos de empresas e individuos están invirtiendo más allá de las fronteras japonesas, en cuantías que pocas veces se habían visto. Durante el año fiscal 1988 la inversión extranjera directa del Japón alcanzó la nada despreciable suma de 47 mil millones de dólares, un 41% más que en 1987. Esa cifra,equivalente a 1.1 veces la producción de bienes y servicios en Colombia durante todo un año, se dividió entre el sector manufacturero (13.805 millones de dólares), el bancario y de seguros (13.104 millones), la finca raíz (8.641 millones) y las empresas de servicios (3.584 millones).
Semejantes números son absolutamente apabullantes.En comparación, las cifras colombianas son, por decir lo menos, insignificantes. Durante el primer semestre de este año las aprobaciones de solicitudes de inversión extranjera concedidas por el Departamento Nacional de Planeación ascendieron a 412 millones de dólares, una suma significativa en términos relativos, pero que demuestra que todavía queda mucho camino por recorrer. Baste con decir que, dentro de ese total, tan solo un millón de dólares le fue aprobado a una firma japonesa. El resto se distribuyó entre los países que tradicionalmente han invertido en Colombia: Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Alemania Federal, Holanda, Suiza, España, Panamá o Venezuela.
Y es que verdaderamente Colombia no se ha favorecido con la inversión japonesa. Mientras que entre 1980 y el primer semestre de 1989 el total de aprobaciones otorgadas en el país llegó a unos 3.200 millones de dólares, la parte nipona apenas sí alcanzó los 55 millones de dólares, menos de un 2%.
En contraste, otros países latinoamericanos sí han sentido el poder del yen. Durante 1988 las inversiones japonesas fueron especialmente fuertes en Panamá (1.712 millones de dólares), Brasil (510 millones),México (87 millones),Venezuela (51 millones) y Chile (46 millones). En el total de inversiones acumuladas entre 1951 y 1988, Colombia está por debajo de Perú o de Puerto Rico.
Todo eso a pesar de que el país cuenta con una de las economías más estables de la región y con una situación geográfica envidiable. No obstante, lo cíerto es que, por lo menos hasta ahora, Colombia no ha atraído la atención de los inversionistas japoneses.
Para intentar cambiar esa situación, el gobierno ha venido jugando la carta del Lejano Oriente. Desde el malogrado viaje del presidente Barco a Corea del Sur, hasta las continuas misiones de promoción de productos colombianos en esa región del mundo, todos han tratado de hacer conocer las ventajas y las oportunidades del país. El esfuerzo más reciente fue el hecho por el ministro de Desarrollo, a mediados del mes, quien estuvo hablando con funcionarios del gobierno, así como con empresarios para tratar de llamarles la atención sobre Colombia. Como es obvio, los resultados, si los hay, se verán dentro de varios meses, pero en el intermedio han quedado lecciones que vale la pena aprovechar.
En términos generales, la motivación del viaje fue la de buscarle solución al desequilibrio comercial crónico entre Colombia y Japón. Durante los últimos 20 años el saldo en rojo en el comercio exterior entre ambos ha sido de unos 4 mil millones de dólares para el país.Mientras que Colombia les vende café y algo de carbón, les compra desde vehículos hasta acero, pasando por barcos pesqueros y electrodomésticos, sin contar los que entran de contrabando.
Por mas esfuerzos que se hagan,lo mas posible es que esa situación continue, porque la verdad es que la oferta de productos de exportación del país es todavía muy limitada para competir en el duro mercado japonés. Tal como le dijo un observador a SEMANA,"si se quejan los norteamericanos y los europeos, eso guiere decir que nosotros tampoco tenemos mucho chance".
Con esa certeza en mente se ha tratado de compensar el déficit comercial a través de lo que los economistas conocen como la cuenta de capitales . En otras palabras, se busca que los japoneses le den más dinero a Colombia a través de dos alternativas: la cooperación económica y la inversión privada directa. En el caso de la primera, Japón anunció recientemente la conformación de un fondo de reciclaje de recursos para el Tercer Mundo, por un valor de 65 mil millones de dólares. Dichos dineros podrán utilizarse ya sea para financiar esquemas de reducción de la deuda externa o para préstamos de desarrollo, al estilo de los del Banco Mundial.
La otra posibilidad es la de vincular inversionistas japoneses a proyectos específicos en Colombia. En este grupo existen dos cuyo arribo definitivo está prácticamente anunciado. Por una parte, Sofasa ha confirmado que la Renault le venderá entre un 15% y un 20% de las ensambladoras a la Toyota, la primera productora de automóviles del Japón. Como es sabido Sofasa tiene la intención de lanzar el campero de esa marca próximamente y, en consecuencia, vincularía a la fábrica japonesa.
Adicionalmente está el caso de Sumitomo, el conglomerado industrial y financiero dueño de Mazda, que está pensando en comprar la acciones que tiene el Estado en la Compañía Colombiana Automotriz. El éxito de la CCA ha sido tal que se cree que la negociación se ve con ojos favorables en Tokio .
Ademas de lo anterior, la visita del ministro Marulanda al Japón sirvió para que se establecieran contactos con Seiji Tsutsumi, uno de los hombres más ricos del mundo (1.600 millones de dólares, según la revista Forbes), quien compró el año pasado la cadena Intercontinental. Al industrial japonés se le presentaron dos proyectos turísticos de envergadura: Barú, cerca de Cartagena, y Pozos Colorados, en el Atlántico. Ambos implicarían una inversión cercana a los 200 millones de dólares y estarían destinados a atraer el turismo internacional. En el caso de Barú, por ejemplo, se ocuparía una extensión de 600 hectáreas, de las cuales 230 son propiedad de la Corporación Nacional de Turismo.
Mientras eso se define, se espera que las inversiones en el sector automotor actuen como cabezas de puente para permitir el ingreso de más inversión extranjera japonesa al país. Por ahora, el gobierno aspira a conformar una especie de banco de proyectos para generar ideas rentables para los inversionistas extranjeros. Marulanda, partidario de la idea, opina que "adonde los japoneses hay que llegar con planes concretos". Esa quizás sea la única manera de atraer a los inversionistas del Lejano Oriente para ver si dentro de unos años se puede decir que japonés satisfecho... trae más japoneses.