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Claudia Varela, columnista

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Agenda oculta

Es obvio que no se puede esperar que una Organización se adapte a un estilo individual.

22 de octubre de 2023

Sin sonar a espionaje, pero parece que está de moda esto de la doble agenda. Cuando era más joven siempre pensé que el tema no era grave, pensé que simplemente la gente se guardaba algunos asuntos y ya. Estaba convencida de que todos expresábamos lo que sentíamos y que eso era el deber ser.

Creía con convicción que solo unos pocos manejaban dobles discursos. Lo más divertido es que dada mi gran confianza hacia los demás y que normalmente no tengo mala intención en mis acciones, hasta hace muy poco (por no decir que todavía) sigo creyendo en la buena fe y en que la gente sí dice lo que piensa.

Sin embargo, he concluido que uno de los grandes problemas de las relaciones sociales en las Organizaciones no es solo la falta de inteligencia emocional y la falta de entender la diversidad, sino el ego que lleva a las agendas ocultas.

Si todos entendiéramos que el mundo (léase empresa también) está hecho para ser compartido y que alcanza el brillo para todos, quizás habría menos crisis de pánico y líos de salud mental. Pero parece que nos enfrascamos en una conducta egoísta donde en el fondo tal vez sabemos que algunas cosas se hacen mal y por eso es mejor no poner la cara. Confrontar se vuelve un lío porque eso no te hace muy popular en las organizaciones. El que dice lo que piensa de verdad se vuelve el “conflictivo” del equipo.

Camilo vino de una ciudad más pequeña a la gran capital este año. Al principio lo miraban raro porque parece que se vestía fatal (o al menos eso le decían) y extrañaba profundamente la alegría y las sonrisas de su tierra. Extrañaba esa gente bonita que te habla hasta en una fila del supermercado.

Noto que todos le decían que sí, que él tenía razón en todo lo que proponía o discutía. Pero no entendía por qué luego no cumplían los acuerdos. “En mi Empresa anterior y también por esta cultura alegre donde no todo es un problema, las cosas se decían de frente y la verdad nadie se ofendía, porque era válido estar en desacuerdo”, me dijo Camilo indignado. Era válido querer pensar distinto y lo mejor era entendible cometer errores.

Camilo tuvo un problema. Un personaje muy elegante, joven, pero bastante clásico y cachaco que lleva varios años en la empresa, lo enredó.

Jamás le dijo lo que pensaba. Le dio quejas al jefe en copia oculta y se quejó de las “formas” de Camilo. La verdad es que jamás ni siquiera le alzó la voz. Solamente cometió un gran error. Le dijo de manera muy directa que su forma de trabajar no estaba funcionando y, por tanto, el resultado de todos se veía afectado. El personaje sonrió y le dijo que entendía, pero luego se fue a dar quejas y a acabar con la concreta y directa forma de Camilo.

Es obvio que no se puede esperar que una Organización se adapte a un estilo individual. Pero por qué no dejamos de actuar con tanto egoísmo y entendemos que cada uno tiene su manera de ver las cosas y que es en la diferencia donde más se suma.

La doble agenda sigue existiendo. Esa frase de “pacto de caballeros” de antaño me encanta. No porque sea sexista o no. Porque tiene un profundo significado donde la palabra se honra y el respeto por el otro se mantiene.

Debo empezar a entender que el primer equivocado puedo ser yo. Pero que me lo digan directamente a mí, no tenemos que ir a diferentes estancias, campañas de lobby interno y de lucha de poderes para tener razón.

Las empresas son colectivos donde todo el mundo es importante, pero al final nadie lo es. Se supone que, al tener un trabajo de equipo, si alguien se va, la empresa debe subsistir y ser exitosa. Dejemos la arrogancia.

La ley de la justicia divina existe y es mejor que te sorprenda con regalos maravillosos y no con agendas dobles inversas que te hagan daño. Cómo tú te portes, así se portarán contigo. Todo vuelve y se devuelve. Las cosas como son.

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