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Claudia Varela

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Aporte al cambio

Yo no me meto en política, pero mi pasión es estudiar los comportamientos y me pareció increíble que ni siquiera pasáramos a la reflexión.

28 de agosto de 2022

Existen lugares que generan emociones, paz, tranquilidad. El siempre buen sonido de las olas en la playa o el hecho de ver un atardecer en una montaña parecen lejanas; cuando se vive en grandes ciudades, hay que tener cierta mentalidad de aguante.

Vivo en Bogotá y reconozco abiertamente que el momento de mayor sincronía con la ciudad fue durante la pandemia y su obligado confinamiento. Veía el cielo más azul, el aire se percibía diferente y cuando había que salir se podía ir de un lado a otro sin permanecer horas dentro de un carro.

Hoy la ciudad pareciera peor que antes. Salir en el día de un lado a otro con una distancia menor a 10 kilómetros puede tardar un par de horas. Es imposible el tráfico, las calles son insuficientes y la inseguridad tampoco permite estar en paz. Casi todos los días alguien habla de un atraco, o al menos de un intento de robo en cualquier lugar de la ciudad.

Escucho que nos quedamos en discusiones sin sentido culpando a otros y especialmente a quienes se meten de manera valiente (no sé si algo egocéntrica también) a manejar una capital como esta. Me pregunto por qué todo el mundo parece “inocente” de lo que pasa en la ciudad. Hace unos días, la alcaldesa hizo un comentario en el que decía que el tráfico era insostenible si cada automóvil tenía solo un pasajero. Dijo que debería “darnos pena” andar solos en el carro.

Vi en redes la característica respuesta visceral, la acabaron con todo tipo de comentarios que en general no construyen. Yo no me meto en política, pero mi pasión es estudiar los comportamientos y me pareció increíble que ni siquiera pasáramos a la reflexión. En realidad, sí pudiésemos mejorar mucho si no pensáramos solo en nuestro propio espacio. Si entendiéramos que compartimos el planeta, el país, la ciudad.

Y esto no es un tema de “falta de estrato” o de educación. Voy a poner un par de ejemplos de lo que veo que está pasando, a ver si nos decidimos a aportar un poco cada uno en una ciudad que está muy compleja de vivir.

No solo “vandalismo”, para usar una palabra que fue tendencia en tiempos recientes, es tirar piedra en una estación de TransMilenio. Veo elegantes y elaborados runners que salen con sus perros a mejorar su ritmo y a hacer su circuito. Hasta ahí perfecto. Lo que muy pocas veces veo es que se den cuenta dónde se detiene el perrito a hacer sus asuntos o menos veo correa o bolsas para recoger estos asuntos. Ahh… seguro eso se evapora solo. Así que muchas veces, cuando yo saco a mis perritas, piso cosas que no quería, por cuenta de la preparación concentrada para la maratón de Miami. Bueno, me pregunto, ¿eso es construir ciudad?

Otro ejemplo sencillo. Hay empresas que no lograron entender que no hay que trabajar todos los días presencialmente. Veo que ya las oficinas se llenaron y muchas veces la gente va a cumplir con lo que mandan los jefes, para estar en reuniones virtuales la mayoría del día. ¿No podemos tratar de hacer más amable la ciudad trabajando algunos días desde casa?

Vamos a otro ejemplo. Hay algunas empresas de domicilios que tienen servicios “Turbo”, de entregar en 10 minutos. Hay que ver cómo estos chicos se “matan” por llegar en semejante caos de ciudad y se pasan semáforos en rojo sin importar nada. Es una labor kamikaze, un servicio temerario que no deberíamos comprar. Pero de nuevo, lo importante es que nos lleguen los huevos en 10 minutos, no que haya un accidente.

Solo mencioné tres y, si sumo lo que dijo la alcaldesa (que tiene razón en que la mayoría de los autos van con una sola persona), tenemos cuatro ejemplos sencillos de lo poco que aportamos para que la ciudad funcione mejor.

Cuando no somos capaces ya de cambiar una situación, nos enfrentamos al reto de cambiar nosotros mismos (Viktor Frankl).

Y, ¿cuál es tu aporte al cambio?

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