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Claudia Varela, columnista

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Conversaciones poderosas

Si queremos entablar relaciones profundas debemos entender cómo generar conversaciones con poder.

Claudia Varela
30 de enero de 2022

He tenido varios maestros en la vida. Algunos me han enseñado a través del ejemplo, por su gran fuerza, y otros definitivamente por lo desubicados e inconsistentes. Creo que, como muchos, esta fue la forma como aprendí en medio de la vida profesional qué quería ser cuando fuera grande.

En mis últimos años de existencia he decidido dedicarle mucho tiempo a estudiar y entender al ser humano, por supuesto iniciando por mí. Mis maestros de coaching de la maestría y mi certificación me enseñaron lo importante que son, en un proceso de interacción con personas, las conversaciones que tengan poder, aquellas que trascienden para quien se involucra en ellas.

No todos los líderes están dispuestos a tener conversaciones poderosas. A mi juicio por varias razones. Una, quizás, porque muchos jefes hoy siguen pensando que el foco debe estar siempre en los temas laborales, pero resulta que en paralelo a los temas de desarrollo profesional están aquellos que cada individuo sueña.

La segunda razón en mi lista de negación es que tal vez en una conversación más profunda se pierda el control del tema o haya demasiada retroalimentación que no interese escuchar. Esto implica que una conversación poderosa puede ponerme al límite, dar el espacio para que me pregunten cosas que no quiero responder o incluso escuchar opiniones de las que prefiero ni enterarme.

Encuentro una tercera razón y es que es más fácil hablar de lo técnico, de lo “duro” de aquellas cosas que solo requieren lectura, academia, experiencia, que hablar de los temas que a alguien le dio por llamar soft skills, esas habilidades que tal vez no me interese compartir porque pueden mostrar mi vulnerabilidad o, digámoslo de manera directa, debilidad.

Una conversación poderosa debe estar rodeada de preguntas que hagan sentido y busquen transformación. De encuentros que lleven a que haya transformación y un buen nivel de consciencia.

He descubierto que entre mayor humildad, entre más se guarde el ego en el cajón, es más fácil pasar de un nivel de consciencia básica donde los demás son los culpables de todo. Es muy triste, pero veo que en nuestra sociedad nos hace falta tener conversaciones hacia adentro. Parece que le tenemos miedo al silencio porque tal vez nuestra consciencia se despierte.

Vivimos en automático y, en este nivel tan básico de entendimiento y de algo de amor por lo espiritual, juzgamos y criticamos a los demás sin dar un poquito de espacio a la propia observación.

Si queremos tener verdaderas conversaciones con los demás debemos tener una buena base de autoconocimiento y autoconsciencia para entender cuando no entro en creencias que me limitan la percepción. Mejor dicho, cuando las cosas también dependen de la perspectiva del otro y no solo de mi propio ojo que observa como a mí me da la gana.

Recuerdo aquí a Freud y su teoría del iceberg según la cual la parte consciente de nosotros los humanos equivale solo a la punta y el resto son las cargas inconscientes que cada quien lleva en su psique. En últimas, actuamos, juzgamos, nos movemos con base en una percepción consciente que es un pequeño fragmento de lo que pensamos. Y eso no somos en nuestra totalidad.

Todo lo anterior implica que hay que agarrar el toro por los cuernos si se trata de inspirar, que hay que ser consistente y tener conversaciones profundas, aunque alguien vea más allá de nuestro hermosa punta del iceberg, que es lo que más mostramos.

Si queremos entablar relaciones profundas debemos entender cómo generar conversaciones con poder. Con preguntas que muevan y no que alaguen, con diálogos que dejen ver debajo del agua. Así mismo, desde el liderazgo organizacional solo se puede tener una conversación poderosa cuando se suelta el control y se escucha de manera genuina. ¿Estás dispuesto a tener una conversación poderosa? ¿Un café?

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