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Camilo Cuervo (Foto para columna)

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Si la fallida reforma a la salud era mala, la reforma laboral es peor

Es hora de concentrarnos en la reforma laboral. Ese proyecto debe seguir la misma suerte de la reforma a la salud, porque es aún más peligroso y antitécnico que el proyecto que impulsó la ministra Corcho.

1 de abril de 2023

Esta semana termina con una excelente noticia. Al parecer, los partidos políticos empezaron a comprender que su responsabilidad política consiste en defender a los colombianos y proteger los avances sociales alcanzados desde la expedición de la Constitución Política de 1991. Contra los pronósticos fatídicos de hace algunas semanas, los partidos tradicionales de la coalición de gobierno le retiraron su apoyo a la reforma a la salud, condenándola, por ahora, al fracaso.

De ese fracaso legislativo se pueden decir muchas cosas y las especulaciones sobre lo que está pasando con la lealtad parlamentaria o con las verdaderas motivaciones de algunos líderes políticos para hundir la reforma, serán la comidilla política de las próximas semanas. Lo cierto es que la aplanadora gubernamental se ve cada vez más débil y entre más se acercan las elecciones regionales, es cada vez más claro que el Gobierno no la tendrá nada fácil para cumplir sus aspiraciones refundacionales.

Pues bien, en la agenda sigue la reforma laboral. Esa puede ser la reforma más regresiva y peligrosa de todas las propuestas por el actual Gobierno. Ese esperpento político aspiracional podría acabar con la reactivación económica post pandemia, condenándonos a la informalidad eterna, al desempleo y a seguir generando condiciones especiales a favor de unos pocos privilegiados en desmedro de los legítimos anhelos de la mayoría de los colombianos.

Esta novela negra que tiene varios capítulos, acaba de concluir con una derrota estrepitosa para la ministra Corcho. Ella, en medio del fanatismo, la arbitrariedad y el capricho irreflexivo, no fue capaz de asimilar que las amenazas y el sectarismo es el peor camino. Luego de haberle enseñado los dientes a todo el que se le atravesó en el camino, hoy deberá retirar el proyecto o someterse dócilmente a todos los cambios que los partidos tradicionales le impongan. Cuando el cordero manso se revela, con frecuencia lo hace con fuerza y el poder de negociación del Gobierno Nacional ha quedado diezmado.

En el caso de la reforma laboral, al parecer la ministra Ramírez está siguiendo el mismo camino y a pesar del fracaso de su colega de la cartera de salud, desea repetir el mismo guion. Ha optado por la reacción desmedida y agresiva. En este caso, el turno le correspondió a la empresa de domicilios Rappi, a quien amenazó de frente y sin ambigüedades: apoyan la reforma y se tragan el sapo de su extinción como modelo laboral, o se verán avocados a las investigaciones y a las inminentes multas estatales, prejuzgando su accionar para tildarlo de ilegal.

Es incompresible que el proyecto de reforma laboral, respecto de los trabajadores de plataformas digitales, de fondo, solo pretenda que el movimiento sindical surja y se fortalezca en ese sector de la economía, pero que no se preocupe por los derechos y expectativas de los domiciliarios o por la viabilidad misma de esa forma de trabajo. La premisa gubernamental, por absurda que parezca, es que el domiciliario autónomo se sindicalice, así pierda su fuente de empleo, cuando las condiciones económicas hagan inviable que la gente pague tres o cuatro veces más por un domicilio.

Acabado el primer asalto con la reforma a la salud, la pelea continúa. Es necesario terminar de cerrar filas para que ese proyecto se archive y surjan nuevas iniciativas que, desde lo técnico, construyan sobre lo construido, cuiden lo que hemos alcanzado y solucionen los problemas que posee el sistema.

Es hora de concentrarnos en la reforma laboral. Ese proyecto debe seguir la misma suerte de la reforma a la salud, porque es aún más peligroso y antitécnico que el proyecto que impulsó la ministra Corcho. Debe archivarse para que se convoquen nuevos escenarios de diálogo, se logren verdaderos consensos y nos concentremos en la formalización laboral y la generación de nuevos empleos. Esa debe ser la prioridad, ¡punto!

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