Steven Levitt. Profesor de economía de la Universidad de Chicago
"Me preocupo por las cosas simples, por entender lo cotidiano y cómo el ser humano responde a ello."
Dinero habló con Steven Levitt, coautor con Stephen Dubner de Freakonomics, libro que figuró por más de dos años entre los más vendidos, según The New York Times, y logró ventas superiores a los tres millones de unidades en el mundo entero por la novedosa forma de abordar los temas objeto de estudio de los economistas. La picardía de sus argumentos, de la mano de ejemplos fáciles de entender por lectores no especializados, han hecho merecedores a Levitt y a Dubner de un sinnúmero de elogios, mientras la importancia de sus argumentos les han significado sendos premios internacionales como uno de los mejores libros de negocios de los últimos tiempos.
Quien fuera condecorado en 2004 con la medalla John Bates Clark, reconocimiento que se otorga anualmente al economista más influyente menor de 40 años, se refirió a SuperFreakonomics, la continuación de su libro, que será lanzado en octubre próximo. Además, tocó el futuro de la investigación en economía, entre otros temas.
Levitt estará de visita en Colombia a finales de septiembre para participar en Expogestión 2009, ocasión en la que hablará de la relación entre la investigación académica y el mundo de los negocios y “me arriesgaré a hablar acerca del crimen en Colombia”, según le adelantó a Dinero.
D — ¿En qué se diferencia SuperFreakonomics de Freakonomics?
Ambos libros tienen el mismo espíritu, ninguno tiene tema y ambos narran historias acerca de nada. Pero creo que una de las diferencias fundamentales es que, a pesar de las trivialidades usuales, en el nuevo libro se discuten temas más grandes y serios como el calentamiento global y el terrorismo. Esta es una gran diferencia, aunque realmente los dos libros están motivados por la misma aproximación de pensar el mundo de forma distinta.
D — ¿Una aproximación diferente facilitaría prever una crisis financiera?
Los académicos y economistas están interesados en las matemáticas y en los modelos sofisticados, pero no están realmente preocupados por entender cómo funciona el mundo. Entonces no me sorprende en lo más mínimo que los macroeconomistas no hayan sido muy acertados en prever esta crisis financiera. Claro que la economía es tan compleja y tan difícil de entender que yo me he rendido a la hora de estudiarla.
Por eso, a lo largo de mi carrera, me he preocupado por cosas más simples, por entender lo cotidiano y cómo el ser humano responde a ello. Y eso es precisamente lo que hay que hacer con una crisis financiera, comprender todo el sistema para poder saber cómo funciona, o por qué pasó. Con las preguntas triviales que me hago en los libros he dicho, más o menos, cómo veo las crisis financieras.
D — ¿Cree que la manera de enseñar macroeconomía va a cambiar a raíz de la crisis?
No lo sé. El problema es que las personas que enseñan macroeconomía crecieron y se educaron aprendiendo un cierto tipo de macroeconomía y creo que ese estilo, y la profesión de la economía en sí, ha decidido que para poder hacer un modelo de la macroeconomía se debe partir de supuestos racionales de cómo se comportan los seres humanos. Pero eso es muy complicado. Honestamente, no creo que esta crisis vaya a cambiar la forma en que se enseña la macroeconomía.
D — ¿Habrá cambios en los supuestos de racionalidad?
No creo. Las personas responden a incentivos cuando pueden escoger. Los ratones responden a incentivos, los micos responden a incentivos, los caballos responden a incentivos, etc. Mi libro no es de gente irracional, en él tomo herramientas de los economistas y las aplico a otra serie de problemas. No me veo como un crítico de la aproximación económica, sino como alguien que quiere llevar esa aproximación a otros territorios.
D — Con la cantidad de datos disponibles actualmente, ¿cree que van a cambiar los métodos de análisis de la economía?
Claro. En los años cincuenta la economía era una disciplina muy teórica, se resolvían teoremas. Y con la computación, por ejemplo, hoy en día hacemos mucho más análisis de datos de lo que solíamos hacer.
Creo que la próxima frontera de los economistas tendrá dos puntos: un primer componente será una asociación entre la academia y las entidades empresariales. Algunas compañías tienen los mejores datos, pero no son tan buenos analizándolos y, con frecuencia, estos no están disponibles para los académicos a pesar de que las grandes compañías tratan de entender las cifras. Lo segundo es la nueva frontera que abren los experimentos de campo. Usualmente, los economistas se contentan con tomar la información recolectada sin leer lo recogido. Por ejemplo, los psicólogos se preguntan por los comportamientos e inclusive los controlan. Creo que esa es la verdadera frontera y así se aprenderá mucho más del mundo.
D — ¿Habrá mayor interdisciplinariedad en la investigación?
Es difícil saber para dónde va la investigación, porque así como es difícil ser de una disciplina, hacer investigación multidisciplinaria lo es aún más. Por eso, yo creo que la investigación va más hacia un auge disciplinario, donde no son dos disciplinas pero tampoco es una sola. Lo que yo he hecho es derrumbar una cantidad de barreras que me permiten hacer preguntas que no son necesariamente económicas. Y si le preguntan a un sociólogo que si yo soy un sociólogo claramente dirá que no y se molestará mucho.
Así mismo, no soy interdisciplinario, poco sé de sociología y difícilmente entiendo la economía. Creo que hay muy poca gente que de verdad tenga el talento para ser multidisciplinario. Otra cosa es tener asociaciones entre las disciplinas. Por ejemplo, si yo trabajo con un antropólogo, podemos lograr un trabajo que no hubiéramos conseguido por separado.
D — ¿En qué está trabajando ahora?
Estoy tratando de entender por qué se disparó el crimen en Estados Unidos durante la década del sesenta y disminuyó en la década del noventa. Creo que la gente no lo sabe y nadie se ha puesto en la tarea de entender este fenómeno.
Un aspecto interesante con relación a este tema, es que empezamos a ver que una de las causas para que el crimen haya aumentado tanto en aquella época en Estados Unidos, fue la introducción de la televisión. El patrón que hemos identificado hasta ahora es que los niños que nacieron con televisión son más propensos a cometer crímenes, especialmente contra la propiedad.
D — ¿Tiene alguna explicación para ese fenómeno?
Exactamente no sabemos por qué ocurre esto, de pronto es por el efecto de la televisión en los niños, pero quizás es el efecto en los padres. Estos últimos podían estar muy concentrados viendo programas de televisión y no se preocuparon por criar mejor a sus hijos. No lo hemos descifrado todavía, pero hemos identificado muchos indicios en los datos que nos llevan a pensar que la televisión generó este cambio social extremo.
Otro de los temas en los que he trabajado últimamente es en el de la prostitución. En Chicago hemos puesto nuestros investigadores en las esquinas de las calles para que, cada vez que una prostituta se vaya con un cliente, recolecten información acerca de los clientes y otros factores económicos.
D — ¿De qué hablará en Expogestión 2009?
Voy a arriesgarme a hablar acerca del crimen en Colombia, aunque no sepa mucho de esto. Me interesa tratar el tema de la corrupción policial igualmente. Y, finalmente, hablaré acerca de la cooperación entre los académicos y el mundo de los negocios.