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CONVIVENCIA

No solo la correa enseña

El castigo no es la única manera de resolver los conflictos en la escuela y el hogar. A través de las prácticas restaurativas, los niños aprenden a reparar el daño y asimilan el impacto de sus actos.

24 de junio de 2015

Un manual de instrucciones. Ese ha sido el insistente deseo de muchos padres y maestros cuando están frente a la responsabilidad de educar. ¿Cómo corregirlo? ¿Qué debo decirle?  ¿Debe existir un castigo? ¿Cuál es la mejor manera de reprobar una conducta?Dudas que son apenas un pequeño ejemplo de todas las encrucijadas que deben sortear para formar a los futuros ciudadanos.

La fragilidad de la comunicación con los niños y jóvenes no hace la tarea fácil. Tras de que no existe una receta infalible, puede que buena parte de los castigos no tengan los resultados esperados. Entonces, la conducta reprobada se repite y la sanción se endurece. ¿Resulta esto efectivo? Para Jean Schmitz, fundador y director del Instituto Latinoamericano de Prácticas Restaurativas, la respuesta es no.

Justamente porque la apuesta debe ser fortalecer la comunicación y la confianza. “En vez de atacar al niño por una mala conducta, es mucho mejor generar una comunicación de cómo me siento yo cuando tú actúas así. Por ejemplo, me siento preocupado porque no estás tomando el colegio con seriedad, porque me hablaste con irrespeto. Eso tiene mucho más impacto en elniño. Así se da cuenta de las repercusiones”, explicó Schmitz.

Prevenir antes que lamentar

Su enfoque es la prevención y resolución de conflictos a travésde las prácticas restaurativas. Un campo del conocimiento que busca forjar relaciones y, como su nombre lo insinúa, reparar el daño para manejar los problemas.  En palabras de Schmitz, esta ciencia social “permite prevenir y atender apropiadamente las tensiones y conflictos, con la participación activa de todos sus protagonistas”. Intención para la cual es primordial que las iniciativas sean voluntarias.

“Nunca hay que obligar a nadie a pedir perdón. Se debe crear un espacio para conversar. Lo ideal es que se manifiesten las razones del agresor, que éste pida perdón voluntariamente, que se dialogue sobre las consecuencias”, insistió Schmitz. Agregó que decirles a dos niños que se den la mano después de una pelea “es perder el tiempo, pues no da resultado”. Por eso la necesidad de un espacio donde al conversar entienden la repercusión de sus actos y ahí viene el perdón.

Justamente, las prácticas restaurativas tienen un enfoque preventivo para crear comunidad. Se proponen entablar relaciones, que las personas se conozcan entre sí y que haya un ambiente de confianza. Estas iniciativas derivan en que los conflictos se puedan evitar antes de que estallen y en que cuando la tensión se genere exista una manera eficaz de enfrentarlos. Esta propuesta puede aplicarse en lo familiar, escolar, comunitario, laboral y hasta en el sistema penal.

“Al crear capital social, que es  la red de relaciones y lazos, se reduce la intención o conflicto entre las personas. En las escuelas, además de capacitar al cuerpo docente para relacionarse con alumnos y padres, se trabaja en un círculo restaurativo con los estudiantes para que aprendan a conocerse, identifiquen lo que es importante para el otro y haya un énfasis en valores. Esto se hace a través de preguntas. Así se crea un foro donde sus sentimientos, opiniones, e ideas salen a flote. A los estudiantes les encanta expresar eso”, sostuvo Schmitz.

Escuela, segundo hogar


Según este experto, trabajar en círculos permite prevenir problemas como el bullying (matoneo), la impuntualidad, confrontaciones entre compañeros y el rechazo hacia algún estudiante. “Cuando hay un chico que es negativo y molesta mucho, en vez de expulsarlo y aislarlo del grupo, se puede reunir al grupo y entre todos hablarlo. Hacerlo entender que es parte de la comunidad, pero por su compartimiento no facilita la dinámica”, puntualizó.

Precisamente, Ted Wachtel, presidente y fundador del Instituto Internacional de Prácticas Restaurativas, escribió en un documento que “las prácticas restaurativas, como las reuniones y los círculos, proporcionan un ambiente seguro para que las personas expresen e intercambien emociones”. Agregó que cuando se comparten estos pensamientos y sentimientos se forjan mejores relaciones.

Las preguntas afectivas son otra modalidad de las prácticas restaurativas y contribuyen a que el alumno entienda las consecuencias de sus comportamientos. Por ejemplo, si un estudiante interrumpe la clase, el maestro podría preguntar “¿quién crees que se ha visto afectado por lo que hiciste?” y seguir con “¿cómo crees que han sido afectados?”. Según Wachtel, “al responder a dichas preguntas, en lugar de simplemente ser castigado, el alumno tiene una oportunidad de pensar en su conducta, de hacer enmiendas y cambiar la conducta en el futuro”.

También es recomendable que los docentes le dejen saber a sus alumnos, cuando cometen acciones reprochables, que los han afectado. Justamente, porque no se esperan que el símbolo de autoridad les comparta instantáneamente sus sentimientos y con ellos las consecuencias y repercusiones de sus comportamientos. En este sentido, Laura Mirsky, subdirectora de comunicaciones del Instituto Internacional de Prácticas Restaurativas, escribió que cuando el castigo a un niño o joven “es pasivo”.

“Un estudiante se molesta e insulta a su profesora y ella lo envía a la oficina del subdirector de la escuela, quien lo suspende por tres días (…)El estudiante no tiene que hacer nada. Él se molesta con la profesora y el subdirector. Se ve a sí mismo como la víctima. Él no se pone a pensar de qué forma ha dañado a otros o cómo podría arreglar las cosas. Y regresa al aula sin haber resuelto nada”.

Por eso, concluyó que “en las escuelas que usan las prácticas restaurativas, los estudiantes aprenden a hacer frente a sus conductas inaceptables, a reparar el daño que han causado y a construir una comunidad”. Lo anterior porque las prácticas restaurativas les permiten a los estudiantes encarar sus conductas inaceptables y asumir la responsabilidad.

Ver para creer

En su texto, titulado ‘Construyendo escuelas más sanas y seguras’, Mirskynarró un incidente y la aplicación de las prácticas restaurativas: “Dos estudiantes de 13 años robaron 20 dólares de la cartera de una visitante. La visitante, una voluntaria del programa de inglés como segundo idioma, había dejado su cartera sola en un aula vacía; cuando volvió, descubrió a las dos niñas paradas ahí con una expresión extraña en sus caras. Una de las jóvenes inmediatamente se dirigió al  baño, donde escondió el dinero. Más tarde, los encargados de seguridad lo encontraron en el basurero”.

En la reunión restaurativa, prosiguió en el texto, “la visitante le contó a todos cómo la había afectado el incidente: su esposo estaba enfermo y desempleado, lo que la dejaba a ella como el único sostén de su familia, de manera que 20 dólares significaban mucho para ella. Cuando las jóvenes escucharon esto, se pusieron a llorar. La que había tomado el dinero dijo, ‘!No me había dado cuenta de cómo lo que hice afectó a todos!’”.

La manera en que los padres pueden implementar las prácticas restaurativas en su cotidianidad será el tema que tratará Jean Schmitz el próximo 2 de julio en Cartagena, durante el I Congreso Internacional Red PaPaz. El encuentro, que se extenderá por tres días dentro del marco del Congreso Colombiano de Pediatría, estará enfocado en el tema de entornos protectores para el cuidado de la infancia y de la adolescencia. Contará con expertos nacionales e internacionales en temas de disciplina positiva, hábitos saludables yresponsables, prevención y el manejo de situaciones de riesgo.