Daniel Wilson

CONFERENCISTA

"Aprender no es un proceso individual"

Daniel Wilson, director del Proyecto Cero de Harvard, habló con SEMANA Educación sobre su conferencia en la Cumbre Líderes por la Educación.

1 de mayo de 2014

El 26 de marzo de este año, Daniel Wilson, doctor en educación e investigador de la Escuela de Educación de Harvard fue nombrado director del prestigioso Proyecto Cero de la misma universidad. Esta iniciativa que ya lleva 47 años estudiando la educación hoy está enfocada en una variedad de temas como desarrollo de la inteligencia, condiciones que facilitan el aprendizaje, visibilizar el pensamiento, el problema de la evaluación y la renombrada teoría de las inteligencias múltiples entre otras.

“Los objetivos del Proyecto Cero han cambiado a través del tiempo. Constantemente estamos buscando nuevos retos sin importar la forma en la que se presenten, nuestra misión es enfocarnos en una amplia cantidad fenómenos. El mundo continúa cambiando y nosotros seguimos aprendiendo y ajustando nuestras metas”, dice Wilson refiriéndose al proyecto.

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Su investigación se ha centrado en estudiar las tensiones socio psicológicas como los dilemas alrededor de confiar, liderar, tener o no conocimientos, liderar y pertenecer. En esta misma línea se ha dedicado a enseñar a diversos grupos y organizaciones a resolver tensiones y problemas a través de una serie de ejercicios que involucran el lenguaje, nuevas rutinas, roles y artefactos.

Wilson fue uno de los conferencistas destacados de la Cumbre Líderes por la Educación


SEMANA EDUCACIÓN: Su trabajo con grupos se basa en la premisa de que el aprendizaje es un proceso colectivo, ¿cómo es eso?

Daniel Wilson: La más importante contribución de la psicología en los últimos cincuenta años ha sido la noción de que construimos nuestro conocimiento a partir de nuestra visión del mundo, y la manera como obtenemos este conocimiento no es a través de una actividad individual y aislada: lo hacemos a través de una relación con el mundo y las personas que están en él.

Por ejemplo, la forma como los niños aprenden a hablar, y cómo aprendemos a relacionarnos con los demás. Lo hacemos observándonos los unos a los otros, practicando lo que vemos, y esto pasa implícita o explícitamente. El rasgo social del aprendizaje es un elemento crucial y lo vemos hoy en todo. Para no ir más lejos las redes sociales nos muestran cómo los jóvenes aprenden y comparten conocimiento de toda índole todos los días, y eso lo hacen en grupo.

S.E: Ahora, la educación formal tiene otro tipo de formato, con clases y notas…

D.W: Claro, y ahí entramos al tema de la evaluación, que quizá es una de las áreas más complejas de la educación. No sé si decir que evaluar es malo para la educación o si la educación no ha sido hecha para ser evaluada. Pienso que la educación necesita que le levanten la moral. Por ejemplo, en esfuerzo por mejorar la calidad los gobiernos le piden al sector de la salud que adopte estándares y cumpla con requerimientos de calidad, pero esto no es lo más efectivo para mejorar el servicio.

Ahora, cuando levanta la moral al equipo las cosas cambian, la gente recuerda que su propósito más grande es salvar las vidas de las personas y entonces van a ir más allá de su trabajo y van a ganar autonomía más allá de lo que “deben hacer” en el trabajo. Estas decisiones les permiten ver el propósito moral de toda actividad.

Eso mismo pasa con la educación, necesita una moral renovada en donde tanto adultos como niños vean su propósito último y esto se vea reflejado en las decisiones y acciones diarias. Las evaluaciones y juicios complican esto porque a pesar de que uno pueda tener su gran objetivo claro, se ve obligado a tomar decisiones para prepararse para un examen o una prueba estandarizada. Hay otras formas de hacerlo, y hay que encontrarlas para producir un verdadero cambio.

S.E: Habla de la valoración

D.W: Sí. Hay dos tipos de retos a la hora de hablar de la diferencia entre evaluación y valoración. Uno es una cuestión de tiempo y el otro es de escala. En cuanto al tiempo hay dos momentos en los que los maestros debemos ofrecerle a los aprendices algún tipo de retroalimentación para que sepan qué es lo que están aprendiendo. Esos momentos pueden ser durante o después de la experiencia de aprendizaje. Así que el reto está en hacer énfasis en el durante, si el alumno va sabiendo sobre el camino qué sabe o en qué tiene que mejorar, puede cambiarlas. Esa es una valoración.

La evaluación ocurre al final, cuando ya no hay nada para cambiar o mejorar. Se convierte en una corrección. Lo que hemos aprendido de diversas investigaciones es que entre más retroalimentación se da en el camino del aprendizaje más se aprende. Esta valoración puede venir del profesor, de otros alumnos e incluso del mismo aprendiz, reforzando su autonomía. Ahora bien, igual hay que hacer valoraciones al final de la experiencia.

Por otro lado, el problema de la escala es complicado también porque quienes hacen las políticas de educación y otros líderes que invierten en esto necesitan algún tipo de medida para mostrar el progreso y ahí vienen las pruebas estandarizadas y esas siempre son al final y no ayudan al aprendiz en su proceso.

S.E: Este cambio de la evaluación a la valoración, ¿es más difícil para los profesores o para los estudiantes?

D.W: Es difícil decir. Creo que hay diferentes tipos de retos. La valoración debe existir, pero debemos preguntarnos a nosotros mismos qué herramientas le podemos dar a las personas para desarrollar su autonomía. Para los maestros es difícil porque les requiere un gran conocimiento de su campo y un empoderamiento sobre su autonomía, ellos deben guiar el camino de los estudiantes y mostrarles diferentes formas de valoración. El reto de los estudiantes es acostumbrarse a que la meta no es la nota, sino el aprendizaje.

S.E: ¿Usted se considera un buen profesor?

D.W: Diría que soy un buen aprendiz y los buenos aprendices son buenos docentes porque saben lo que es sentirse ansioso, frustrado por no saber, conocen cómo se siente uno cuando se equivoca. Esas experiencias les hacen desarrollar mejores procesos para sus alumnos. Uno de los mayores retos que tengo cuando trabajo con profesores es transmitirles que deben recordar cómo se sentía ser un alumno y deben ponerse en esa situación para así aprender más sobre aprender.