JUVENTUD

Embarazo adolescente: ¿falta educación sexual o proyecto de vida?

Susana Martínez-Restrepo, investigadora de Fedesarrollo, habla de la importancia de estos dos factores y de que las mujeres vean su rol en la sociedad más allá de ser madres.

Susana Martínez-Restrepo
29 de junio de 2014

Se ha demostrado en diversas investigaciones que factores como más educación y mejores oportunidades de trabajo y mejores ingresos para la mujer tienden a reducir el número de hijos y a aumentar la edad promedio del primer embarazo. Esto se explica ya que el costo de quedar embarazadas es mayor para las mujeres de alto nivel educativo, pues ellas podrían tener mejores salarios en el futuro.

Por un lado, según datos de la Gran Encuesta Integrada de Hogares (GEIH), el nivel educativo de las mujeres ha aumentado significativamente, pasando de 6.7 años de educación a 8.4, entre 1995 y 2012, y la participación en el mercado laboral, de menos del 50% a 62% en el mismo período.

Por otro lado, según datos del Banco Mundial, el embarazo en la adolescencia ha aumentado de 17% a cerca de 20% en esos años ¿Es el embarazo en la adolescencia producto de falta de educación sexual o un proyecto de vida?

Se asume, generalmente, que muchos de los embarazos en la adolescencia son resultado de accidentes y/o falta de educación sexual en el hogar y en la escuela. Para responder a esta problemática se han aumentado y mejorado los cursos de educación sexual en los colegios y centros médicos, entre otros.

Dicha solución supone que el problema, o al menos parte de él, es la falta de información. Por eso, los programas de educación sexual incluyen la enseñanza, la difusión y la comunicación sobre las relaciones sexuales, la reproducción, la planificación familiar y el uso de anticonceptivos, el sexo seguro, las enfermedades de transmisión sexual y las normas culturales sobre este tema.

Actualmente, programas como Más Familias en Acción desarrollan proyectos de educación sexual para prevenir el embarazo en la adolescencia. Igualmente, el Ministerio de Salud y Protección Social, y la Alta Consejería para la Equidad de la Mujer, lanzaron la campaña masiva de comunicación llamada “Por mí, yo decido”, la cual cuestiona las normas sociales y culturales vigentes que promueven el embarazo a temprana edad.

Asimismo, pone en tela de juicio la creencia de que la única forma de realizarse como mujer es a través de la maternidad, o el pensar que los “verdaderos hombres” son aquellos que tienen varias mujeres, y no se protegen ni responden por sus actos.

Sin embargo, existen algunas tendencias que podrían revelar una historia más compleja. Como lo muestra el siguiente gráfico, el porcentaje de embarazos en la adolescencia es más alto para los quintiles más pobres, y ha aumentado en todos los quintiles de ingreso, pero particularmente entre mujeres adolescentes de los quintiles dos y tres, con una diferencia en total de 7% y 9% respectivamente, entre 1990 y 2010.



Fuente: Elaboración de la Autora con base en datos de Health Nutrition and Population Statistics by Wealth Quintiles, Banco Mundial.

Existe claramente una relación entre pobreza y embarazo en la adolescencia. Una posible explicación sería que los abortos son más comunes entre las mujeres de quintiles más altos, pero esta hipótesis, difícil de probar, podría explicar solo una parte de la historia, no el 20% de diferencia que existe entre el quintil más pobre y el más rico.

En una evaluación de impacto que realicé sobre un programa educativo en Brasil (Projeto Agente Jovem) encontré que, no desertar de la escuela, los efectos positivos de pares y la educación sexual, reducen la probabilidad de tener un embarazo no deseado en la adolescencia.

Al indagar más en el tema, encontré estudios cualitativos sociológicos que sugerían que, muchas adolescentes, reportaban haber planeado los embarazos para ganar independencia y poder de decisión con respecto a sus padres, para irse de la casa de sus padres con novios mayores, o como símbolo de estatus en favelas con altos índices de violencia, pasando así de ser vistas como niñas, a mujeres y madres.

Esto es consistente con relatos que encontré en diferentes estudios que he realizado en Colombia, en una evaluación de la Red UNIDOS, y en el diseño del Programa de Jóvenes en Acción en zonas rurales.

Por ejemplo, en zonas rurales de Colombia, la situación de oportunidades laborales para las mujeres es dramática: aunque tienen mayores niveles educativos que los hombres, solo el 67.5%, participa en el mercado laboral, y la informalidad llega al 90.6%.

Según datos de la Encuesta de Calidad de Vida de 2011, el 60% de las mujeres de 18 a 24 años en pobreza extrema y moderada (Sisben I y Sisben II) están inactivas, es decir que no estudian, no trabajan y no están buscando trabajo. Esto podría explicar porque su proyecto de vida podría centrarse sólo en ser mamás a una edad temprana.

En mi opinión, la educación sexual es necesaria, y puede llegar a prevenir cierto número de embarazos no deseados. No obstante, el problema va más allá del acceso a la información. Algo importante, y que frecuentemente no está contemplado en los programas es la participación de los padres de familia en estos cursos.

Igualmente, los costos de los métodos de contracepción pueden ser muy altos para los adolescentes. Algunas otras barreras como distancia a los centros de salud, o la condicionalidad de ir con los padres, llevan a los adolescentes a no acceder a los servicios o productos que son gratis.

Finalmente, aunque hemos avanzado mucho en cuestiones sociales en los últimos años, en mi opinión el factor más importante, es que falta, por parte de las adolescentes de bajos ingresos, el desarrollo de proyectos de vida en los cuales no solo se vean como madres sino como mujeres con numerosas dimensiones y potencialidades, que les permitan acceder a posibilidades de movilidad social reales, y a su realización personal y colectiva.