Marta Liliana Ardila es una de las 60 mujeres de Charalá que tejen e hilan con algodón orgánico. | Foto: Jhon Barros

Charalá, Santander

Charalá, el pueblo donde las mujeres cultivan, hilan y tejen el algodón orgánico

Más de 60 mujeres de este municipio santandereano fabrican ruanas, bufandas y bolsos a mano con un algodón cultivado sin químicos y tinturado a punta de cebolla y guayaba. Por medio de una corporación, estas campesinas rescatan una práctica artesanal utilizada por los indígenas guanes

25 de septiembre de 2019

Para graduarse del colegio rural Santuario de Virolín, Marta Liliana Ardila necesitaba presentar un proyecto que resaltara las bondades de Charalá, municipio ubicado en el sur del departamento de Santander que fue fundamental en la campaña libertadora de Simón Bolívar. Era un requisito obligatorio para obtener su cartón como bachiller.

Corría el año 2014. Luego de consultar varios libros de historia, esta mujer de tez blanca, ojos verdes y sonrisa enternecedora, desempolvó los recuerdos que dormitaban en su memoria. Recordó que en sus tierras nacieron próceres como José Antonio Galán, el líder más importante de la revolución de los Comuneros, y José Acevedo y Gómez, ficha clave en la primera independencia de la Nueva Granada.

También llegaron a su mente otros episodios como la batalla del río Pienta en agosto de 1819, en la que durante varios días los habitantes del pueblo lucharon contra las tropas del yugo español. Al parecer, este enfrentamiento evitó que estos europeos llegaran a reforzar la Batalla de Boyacá, donde Colombia alcanzó su independencia. Marta Liliana, con apenas 17 años, comprendió por qué su pueblo es llamado la “Cuna de la Libertad de América”.

Sin embargo, no quiso enfocar su proyecto de grado en la historia libertadora colombiana. No lo hizo por falta de interés, sino por el descubrimiento de una joya oculta que la dejó cautivada. Antes de la llegada de los españoles, Charalá fue habitado por unos indígenas expertos en hilar y tejer algodón, además de teñirlo con sustancias de hortalizas, frutas y árboles, “un tejido conocido como lienzo que perdió mucha fuerza después de la llegada de los españoles. Quedé sorprendida con esa técnica ancestral”, dice esta joven.
 

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Cuando estaba en el colegio, Marta Liliana Ardila aprendió el arte de hilar y tejer con algodón orgánico. Más de 40 mujeres campesinas de Charalá fueron sus maestras. ©Jhon Barros

«Me enteré que sacaban prendas como ruanas, chales, bolsos, bufandas, carteras y cotizas elaboradas en algodón orgánico, algo que llamó más mi curiosidad a pesar de ignorar de qué se trataba»

Marta Liliana Ardila, tejedora de Charalá
 

Los guanes fueron indígenas dedicados a cultivar algodón, maíz, fríjol, tabaco y coca, pero su mayor talento era el trabajo con los hilos que sacaban del primer cultivo. Las mantas hechas en algodón luego las intercambiaban por sal con los muiscas de la sabana de Bogotá o por artesanías de otros pueblos indígenas de la Costa Caribe. 

“Junto con tres compañeros del colegio decidimos enfocar nuestra investigación en corroborar si en las tierras de Virolín, un corregimiento de Charalá, eran aptas para el algodón. Estábamos en décimo de bachillerato, así que teníamos dos años para desarrollar el proyecto. Pero para darle forma necesitábamos de algún experto o el conocimiento de muchas personas que supieran del producto a la perfección. Y la verdad no fue difícil encontrarlos”, asegura Ardila. 

Los vecinos le contaron que en Charalá había una corporación dedicada desde hace varias décadas a rescatar el tejido artesanal de los guanes con el algodón, conformada en su mayoría por mujeres campesinas, mayores, cabezas de hogar y expertas en el manejo de los hilos. “Sumado a esto, me enteré que sacaban prendas como ruanas, chales, bolsos, bufandas, carteras y cotizas elaboradas en algodón orgánico, algo que llamó más mi curiosidad a pesar de ignorar de qué se trataba”.
 

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Mujeres de Charalá rescataron el tejido artesanal de los indígenas guanes. Con un algodón libre de químicos, hilan y tejen piezas como cotizas, ruanas y bufandas. ©Jhon Barros

Rescate cultural

Aunque toda su vida ha vivido en Charalá, esta joven no tenía ni idea de la existencia de Corpolienzo, la Corporación de Recuperación Comunera del Lienzo de la Tierra fundada en 1993 con el fin de rescatar la tradición de los guanes y ayudar a que las madres cabeza de familia generaran ingresos haciendo lo que más les gusta: hilar y tejer pero de una manera sostenible. 

“Corpolienzo nos abrió las puertas en 2014. Las 45 mujeres que trabajaban en esa época como tejedoras e hilanderas nos enseñaron las generalidades del cultivo de algodón y las diferentes formas de trabajarlo, como el hilado, tejido y teñido. Yo tenía apenas 17 años, pero después de hablar con ellas ya sabía que de grande sería una de esas mujeres enamoradas del campo”.
 

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El rescate de la tradición artesanal de los guanes inició hace 35 años, cuando un sociólogo francés encontró a tres señoras tejiendo e hilando como lo hacian estos indígenas. ©Corpolienzo

El proyecto para convertirse en bachiller tuvo como cimientos la historia de Corpolienzo y de los indígenas del territorio. “En las mañanas iba al colegio y en las tardes aprendía con las mujeres campesinas. Lo primero que me enseñaron fue que la tradición del algodón de los guanes se remonta a hace más de 1.500 años, cuando hacían mantas de una forma orgánica y natural. Es decir que solo utilizaban los insumos de la naturaleza para hacer sus creaciones: cultivos libres de químicos y tóxicos, hilar y tejer a mano e hilos de algodón con tintes naturales”. 

Según Marta Liliana, el rescate de esa práctica ancestral en Charalá inició hace 35 años, cuando el sociólogo francés Pierre Raymond llegó a las tierras charaleñas para hacer un estudio con la Universidad Javeriana.

“Se encontró con tres abuelitas que aún tenían esa tradición del algodón de los indígenas. Eso lo motivó a estudiar e investigar la cultura y economía del pueblo, todo con miras a encontrar relevos generacionales que siguieran con la tradición del hilado y el tejido natural, y así conformar una agrupación de mujeres dedicadas a la elaboración de prendas con algodón orgánico”.
 

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El hilado y tejido de las mujeres campesinas de Corpolienzo es manual y libre de sustancias contaminantes. Los tintes para darle color a sus prendas provienen de hortalizas y árboles. ©Corpolienzo

«El algodón orgánico no era nada del otro mundo. Es un proceso sencillo que inicia en los cultivos agroecológicos, llamados así porque están libres de químicos. El despepado, hilado, descrudamiento del hilo y tejido son manuales y sin insumos industriales»

Tejedora de Corpolienzo en Charalá
 

Las 45 tejedoras e hilanderas le contaron que en 1993, luego de varios años de investigación y con el apoyo financiero de una fundación suiza, el sociólogo francés pudo adquirir una casa antigua ubicada en el casco urbano del pueblo para que las campesinas hilaran y tejieran el algodón que sacaban de cinco fincas, materia prima libre de químicos, fertilizantes y sustancias tóxicas.

Para comprender bien de qué se trataba el algodón orgánico, Marta Liliana se untó de tierra fértil, recogió el algodón y le sacó las pepas. Aprendió a tejer y a hilar, conoció los tintes de la naturaleza para teñir los hilos y fue empapándose poco a poco sobre el manejo de la rueca y el telar horizontal. Las casi 50 mujeres campesinas fueron sus maestras por más de dos años.  

“El algodón orgánico no era nada del otro mundo. Es un proceso sencillo que inicia en los cultivos agroecológicos, llamados así porque están libres de químicos o fertilizantes contaminantes. El despepado, hilado, descrudamiento del hilo y tejido horizontal son totalmente manuales y sin insumos industriales".
 

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Los cultivos de algodón y los procesos de hilado, tejido y teñido de Corporlienzo son orgánicos y manuales. ©Jhon Barros

Otra actividad que convierte al algodón de Charalá en orgánico es el tinturado. "No utilizamos tintes químicos. Solo sustancias provenientes de plantas nativas de la región como la cáscara de la cebolla y la guayaba o partes de las cortezas de los árboles de encino y aro, con las que le damos color a los hilos. No hay contaminación, por eso es una producción orgánica”.

En su investigación sobre el algodón, que duró dos años, Marta Liliana ratificó que Charalá es el único pueblo de Colombia donde las mujeres utilizan algodón orgánico o agroecológico para la elaboración de sus productos. “Corpolienzo es la única organización que cultiva algodón orgánico y lo utiliza de una forma natural y manual para hacer piezas artesanales. Todos los tintes vienen de la naturaleza, sin químicos. Al sol de hoy no he encontrado otra iniciativa que haga este proceso ancestral y sostenible en todo el país”.

A finales de 2015, ya con la mayoría de edad, esta joven se graduó con honores de bachiller por destacar el trabajo de las mujeres campesinas de su pueblo con el algodón. Pero fue una recompensa agridulce, ya que cuando culminó su proyecto dejó parte de su alma y corazón en medio de los cultivos, telares, hilados y ruecas. “Yo soñaba con quedarme en la corporación. Las mujeres me convirtieron en una tejedora y a eso me quería dedicar”.
 

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Las mujeres de Corpolienzo en Charalá tiñen los hilos de algodón con la cáscara de la cebolla y la guayaba o partes de las cortezas de los árboles de encino y aro. ©Copolienzo

De estudiante a tejedora

Con el cartón de bachiller en sus manos, Marta Liliana no tuvo muchas opciones laborales en Charalá. Por eso decidió buscar suerte en San Gil, un municipio turístico y comercial de Santander ubicado a casi una hora de su tierra natal.

“Estuve dos años por allá, entre 2016 y 2017, y no sé cómo me aguanté tanto tiempo. Encontré trabajo en un almacén de ropa, pero no me sentía feliz. A mí me gusta el campo, la tranquilidad y la paz, cosas que no tenía en San Gil. Regresé al pueblo y trabajé un tiempo corto en un almacén, hasta que recién iniciado 2018 me llamaron de Corpolienzo. Fue la mejor noticia que pude recibir”.

La vida le cambió con una llamada telefónica de doña Mercedes, una de las campesinas más antiguas de la corporación. El mensaje era corto y contundente: necesitaban una tejedora. “Me dio susto al comienzo, porque había pasado mucho tiempo desde la última vez que cogí un telar. Pero esas cosas no se olvidan. Yo vivo enamorada de los tejidos y del aprendizaje que me dieron esas grandes tejedoras”.
 

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Luego de graduarse del colegio, Marta Liliana tuvo que buscar mejor suerte en San Gil. Dos años después, una llamada le cambió la vida: la contrataron como tejedora en Corpolienzo. ©Jhon Barros

Corpolienzo hoy cuenta con más de 60 mujeres campesinas expertas en cultivar, hilar, tejer y teñir algodón orgnánico. Marta Liliana Ardila es la más joven, por lo cual hoy le ayuda a las demás a manejar la tecnología.
 

Con el apoyo de las mujeres que le robaron el corazón siendo aún una colegiala, Marta Liliana perfeccionó su técnica para tejer y empezó a experimentar con los tintes naturales. Para ella, ser parte de Corpolienzo es un aprendizaje diario y un aporte a la cultura ancestral de su departamento.

El grupo aumentó a más de 60 representantes del género femenino, casi todas mayores de 60 años. Ella es la más joven, por lo cual hoy le ayuda a las demás a manejar la tecnología, las nuevas estrategias de ventas y los canales de difusión. 

“Estoy a punto de cumplir 22 años. Soy la más joven del grupo y sigo recibiendo aprendizajes y lecciones casi que a diario de las mujeres mayores. Lo que a uno le apasiona lo hace con más amor. Pero ahora también soy una maestra para ellas, ya que me encargo de manejar las redes sociales de la corporación".

Marta Liliana les enseña a sus compañeras a manejar los celulares y sus diferentes aplicaciones, además de tomar fotos y videos de los productos que hilan y tejen a diario. También es una experta para subir contenidos a la página web de Corpolienzo (www.lienzodelatierra.org). "No es fácil encontrar gente joven que se interese por estos procesos”, comenta. 
 

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Las mujeres de Corpolienzo tienen un taller en el casco urbano para tejer con el algodón orgánico. Casi todas las hilanderas trabajan desde sus casas. ©Corpolienzo

Trabajo mancomunado

En la antigua casa colonial que logró adquirir el sociólogo francés en el casco urbano de Charalá, la cual es patrimonio cultural de Colombia, Corpolienzo tiene un taller lleno de telares, una sala de confección y un almacén para vender los productos. Allí trabajan siete de las 11 tejedoras que dejan volar su imaginación para crear prendas con los hilos del algodón. 

Las otras cuatro tejedoras laboran en un taller ubicado en la zona rural de Charalá, territorio extenso y frío donde también viven las más de 50 hilanderas que convierten la mota en hilo. Por su parte, el algodón orgánico es cultivado en cuatro hectáreas de cinco familias campesinas del municipio de Socorro, un pueblo más cálido y apto para este tipo de producto.

Para Marta Liliana, quien vive con sus papás y su hijo Santiago, de 22 meses de nacido, Corpolienzo es un trabajo mancomunado en pro del campesinado. “Nosotras le compramos la cosecha a los cultivadores del Socorro, quienes fueron capacitados para hacer una producción sin químicos. También le prestamos las ruecas a las hilanderas para que trabajen desde su casa. A cada una de ellas le damos como tres libras de algodón con pepa para que los despepen, arreglen e hilen, material que luego no lo pasan a las tejedoras para hacer los productos”.

En la actualidad, la corporación beneficia a más de 80 familias de la región, entre tejedoras, hilanderas y cultivadores. El año pasado, elaboraron más de 1.000 productos en algodón orgánico, los cuales están agrupados en tres líneas de producción: personal (ruanas, camisas, faldas, pantalones, chales, ponchos y cotizas abiertas y cerradas); hogar (individuales, cubrecamas, cortinas y manteles); y accesorios (bolsos, bufandas y carteras).
 

Corpolienzo beneficia a más de 80 familias de Charalá, entre tejedoras, hilanderas y cultivadores. El año pasado, elaboraron más de 1.000 productos en algodón orgánico.
 

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Con el algodón orgánico, las mujeres de Charalá tejen ruanas, chales, bufandas, ponchos, cotizas, individuales y hasta cortinas. ©Corpolienzo

Experta en algodón

Muchas de las personas que visitan Charalá o los turistas que recorren las ferias artesanales donde Corpolienzo exhibe sus productos, le preguntan a Marta Liliana sobre la diferencia entre un algodón normal y uno orgánico. Ella siempre inicia con el tiempo de la cosecha. “Un cultivo de algodón con químicos está listo en cuatro meses, mientras que el nuestro, que es libre de todos esos productos, se demora hasta nueve meses. Desde el cultivo empieza todo el proceso del algodón orgánico”.

Luego les explica que los procesos del hilado y el tejido también son naturales y manuales. Muchas ruanas y chales son elaborados con hilazas hechas con algodón industrial. Eso no pasa en la corporación: todo lo hacemos con nuestras manos. Para hacer una libra de hilo, una hilandera se demora hasta 18 horas. Es un trabajo gigantesco. El tejido también lo hacemos a mano en un telar. Por eso nuestro algodón es cien por ciento orgánico”.

El tinturado natural es una práctica que la apasiona. “Lo más bonito es que hace parte de la tradición de los indígenas. Para tinturar un hilo de gris o negro utilizamos como base la cáscara de la guayaba. Para uno verde la corteza del árbol aro, para uno café la cáscara de encino y para los tonos amarillos las cáscaras de la cebolla cabezona. Tinturar los hilos puede demorar más de 15 días, dependiendo de la cantidad”.
 

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Corpolienzo está presente en la mayoría de ferias artesanales de Colombia. Sin embargo, últimamente venden más por los encargos que la gente hace por las redes sociales. ©Corpolienzo

Como una imagen vale más que mil palabras, Marta Liliana les muestra a los turistas y visitantes de su pueblo el Museo del Algodón y Lienzo de la Tierra, construído en 2010 dentro de la casona de Corpolienzo con el fin de contar la historia de los indígenas guanes y la práctica ancestral del algodón orgánico.

El museo está dividido en tres salas: la primera narra el descubrimiento de las telas guanes en la Mesa de los Santos y describe los aspectos técnicos y culturales de esta actividad. “Muestra las fibras que utilizaban los guanes y describe el hilado y tinturado del algodón. La sala también exhibe dos herramientas de la tradición textil santandereana: un molino de despepar y un torno de hilar. Además, cuenta la violencia extrema que acompañó la conquista y la resistencia y exterminación de los guanes”.

La segunda plasma la historia de los textiles socorranos en la época colonial y su decadencia en el transcurso del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX. Los campesinos y artesanos tuvieron una época de bonanza, exportando sus telas por gran parte de la Nueva Granada. En este espacio también se relata el desarrollo de la industria textil inglesa y su incidencia en el declive de la producción santandereana”.

La última resalta los hallazgos de los investigadores de la Universidad Javeriana sobre las últimas huellas de la industria textil casera en Charalá y Ocamonte, así como al renacimiento de esta producción artesanal en Charalá. “Plasma el presente y pasado de la Corporación de Recuperación Comunera del Lienzo de la Tierra. Contiene un antiguo telar y muestras de hilos teñidos con productos naturales”.
 

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En 2010, en la casa donde funciona Corpolienzo, fue construido el Museo del Algodón y Lienzo de la Tierra, el cual plasma la historia de este cultivo y de los indígenas guanes. ©Corpolienzo

Alianzas y tecnología

Aunque el almacén del pueblo es la única tienda donde estas mujeres exhiben sus productos de algodón orgánico, las mayores ventas de ruanas, bufandas y cotizas provienen de las ferias en las que participan, un apoyo que han recibido desde hace varios años por parte de Artesanías de Colombia.

“Es nuestro más grande aliado, una empresa que lleva a las tejedoras e hilanderas a todas las ferias artesanales que se realizan en el país. Además de Expoartesanías, hacemos parte de la feria 20 etnias, las mejores iniciativas artesanales rurales. Nuestro gran plus es ser una empresa social sostenible que le da empleo a la mujer rural y recupera la identidad cultural. Somos únicos porque utilizamos algodón orgánico y una artesanía hilada y tejida a mano. Por eso Artesanías de Colombia lleva muchos años apoyándonos, llevándonos a ferias y capacitándonos en diseño y ventas”, apunta Marta Liliana.
 

«Somos únicos porque utilizamos algodón orgánico y una artesanía hilada y tejida a mano. Artesanías de Colombia lleva muchos años apoyándonos, llevándonos a ferias y capacitándonos»

Marta Liliana, tejedora de Corpolienzo
 

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Artesanías de Colombia lleva a las mujeres tejedoras e hilanderas de Charalá a varias ferias alrededor de todo el país. ©Jhon Barros

Además de las ferias y el almacén en Charalá, las redes sociales ganan cada vez más terreno en el mundo comercial de la corporación. “Nos piden muchos productos por Facebook, Twitter e Instagram, al igual que WhatsApp. Como soy la más joven del grupo, yo manejo ese mercadeo digital, algo que aprendo cada día más con la gente experta en esas cosas tecnológicas”.

Pero los inconvenientes siempre están a la vuelta de la esquina. Aunque las tejedoras e hilanderas no paran de convertir el algodón en hilo y el hilo en piezas de tela, el taller del pueblo está a punto de caerse.

“El techo de la casa está muy deteriorado, y como es patrimonio cultural, no podemos hacer nada sin el respectivo permiso. La Alcaldía y los demás entes municipales no nos ayudan a sacar un proyecto para arreglarlo. Es un riesgo enorme. En Charalá llueve mucho y en cualquier momento se nos puede caer el techo encima”, denuncia esta joven tejedora. 
 

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Los productos en algodón orgánico de las mujeres de Charalá hacen parte de ferias como Expoartesanías. ©Corpolienzo

Los sueños no paran

Aprender a tejer, hacer parte de una corporación de mujeres campesinas que recuperan la tradición artesanal y convertirse en madre, son los sueños más grandes que Marta Liliana ha alcanzado. Pero ya tiene varias metas concretas para los próximos años.

“La más grande es poder hacer un verdadero cambio generacional con las tejedoras. Casi todas las mujeres de la corporación son mayores, así que necesitamos que la gente joven aprenda, se enamore como yo de esta actividad y siga con la tradición de nuestros antepasados. Sumado a esto, necesitamos ampliar el taller donde tejemos y remodelar la casa antes de que ocurra una tragedia”.

Por último, la tejedora más joven de Corpolienzo apunta que buscará más alianzas con diferentes comerciantes del país, “para que así toda Colombia conozca que en un municipio de Santander hay más de 60 mujeres emprendedoras que producen el único algodón orgánico del país y lo convierten en piezas y artesanías que nos recuerdan nuestras raíces indígenas. Somos manos que tejen a diario sueños y reconstruyen la tradición”.
 

«En un municipio de Santander hay más de 60 mujeres que producen el único algodón orgánico del país y lo convierten en piezas y artesanías. Somos manos que tejen a diario sueños y reconstruyen la tradición»

Marta Liliana Ardila, la tejedora más joven de Corpolienzo
 

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Corpolienzo busca que las mujeres más jóvenes de Charalá se interesen más por aprender las tradiciones ancestrales de sus antepasados. ©Corpolienzo