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ANÁLISIS

¿Cómo Duque y Petro han logrado atraer a sus electorados?

El profesor Yann Basset analiza los resultados de la última encuesta Invamer, contratada por SEMANA, Blu Radio y Noticias Caracol, a la luz de los antecedentes que dejaron las votaciones del plebiscito.

Yann Basset*
30 de abril de 2018

A menos de un mes de la primera vuelta de las elecciones presidenciales, las tendencias parecen consolidarse. La encuesta Invamer indica por primera vez que el orden de preferencia entre los candidatos no ha cambiado en el espacio de un mes. Por lo demás, disminuyó la intención de voto en blanco por debajo de 2 por ciento. En este contexto, es interesante analizar la estructura de las intenciones de voto con respecto a la experiencia pasada.

Ivan Duque se ha mantenido como puntero con más de 40 por ciento de las intenciones de votos desde marzo, aunque con leve tendencia a la baja en abril. Su posición de favorito se debe a la consistencia del electorado uribista. En efecto, la encuesta Invamer indica que Duque es fuerte sobre todo en la zona Cafetera (Antioquia y Eje cafetero), y en la zona centro-oriental (cordillera Oriental y Llanos). Estas zonas corresponden exactamente a los departamentos donde ganó Óscar Iván Zuluaga en 2014 en la segunda vuelta. Si fuera solo por estas zonas centrales del país en las cuales el uribismo electoral está muy consolidado, Iván Duque ganaría en primera vuelta.

Departamentos

En cambio, en Bogotá, la zona Caribe, y el sur-occidente, las intenciones de voto a favor de Duque oscilan entre 30 y 35 por ciento. Ahí, fue Santos quien superó a Zuluaga en 2014. En Bogotá, Zuluaga superó a Santos en primera vuelta, pero perdió la segunda, de hecho, la capital, junto a la costa Caribe, fue decisiva en la reelección del presidente Santos en este momento.

De este modo, la fuerza de Duque radica en su capacidad de movilizar un electorado sólidamente arraigado en el centro del país, particularmente en los pequeños municipios rurales de las cordilleras. Otro dato interesante de la Invamer en este sentido es que Duque también ganaría en primera vuelta si fuera solo por el voto rural, cuando en las ciudades, tiene una ventaja mucho más reducida sobre Petro.

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Esto es finalmente la clave que explica la fuerza de la intención de voto de Duque. Se apoya sobre el uribismo consistente del campo y de los pueblos del centro del país. Esto lo favorece no solo porque le asegura un importante piso de votantes que lo propulsaron al primer puesto en las encuestas, sino también porque se trata de un electorado bastante sólido, que efectivamente vota en las elecciones.

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Pero este electorado rural del centro no será suficiente para asegurar la victoria de Duque. Necesitará también el apoyo de una parte substancial del voto urbano, particularmente en las capitales del centro del país. En este ámbito, el uribismo tiene también mucha tradición, pero se trata de un electorado más volátil y menos consistente. Por lo tanto, la campaña de Duque le deberá apostar a movilizar este electorado urbano en el cual tiene simpatías, pero que no es tan seguro de salir a votar.

Por su parte, Gustavo Petro ha logrado consolidarse como un candidato fuerte desde el principio del año, marcando en las encuestas una tendencia a un crecimiento lento pero continuo. La explicación de estos buenos resultados tiene que encontrarse en una campaña eficaz y muy activa, que ha logrado enfocarse correctamente a nivel territorial. Según la encuesta Invamer, Petro le gana a Duque en Bogotá, y sobre todo en la zona Caribe que si fuera sola, estaría a punto de otorgarle una victoria en primera vuelta. Se han subrayado los orígenes costeños de Petro para explicar este apoyo de la región Caribe, y en efecto, es una constante que ya encontrábamos en su aspiración presidencial de 2010. Sin embargo, no es el único factor. Existe en la costa Caribe un apoyo importante para los candidatos de izquierda en la presidencial, que no se traduce tanto en votos en las legislativas. En 2006, Carlos Gaviria había tenido también buenos resultados en la costa, y La Guajira fue uno de los dos únicos departamentos en apoyarlo más que a Uribe.

En definitiva, Petro parece estar logrando reconstruir la coalición de territorios pro-paz que había votado por Santos en 2014. Su campaña lo ha llevado a consolidar este apoyo territorial al visitar muchas ciudades, incluso medianas o pequeñas de la costa Caribe. También ha tratado de llegar a la zona sur-occidente, donde la izquierda tiene igualmente antecedentes. Nariño fue el otro departamento en dar la victoria a Gaviria en 2006, y Petro consiguió también buenos apoyos por ahí en 2010. Se trata además de una zona pro-paz en la que Santos le ganó a Zuluaga en 2014. Ahí, Petro le está pisando los talones a Duque sin lograr pasarlo.

Muy consecuentemente, la campaña de Petro le apuesta a consolidarse en estas zonas donde puede lograr apoyos para llegar a la primera vuelta. También ha empezado a visitar departamentos que tuvieron una inclinación menos marcada entre Santos y Zuluaga en 2014, como Boyacá y Santander. Esta coherencia es la que lo tiene a punto de ganar esta apuesta, aunque no puede confiarse. La costa Caribe y Bogotá son las zonas en las cuales los electores han mostrado menos consistencia a la hora de salir a votar en la presidencial. La costa no le respondió a Santos tanto como lo esperaba en la primera vuelta de 2014, y Bogotá tampoco a Mockus en 2010.

Las dificultades de Fajardo y Vargas Lleras se leen a contrario en un patrón territorial de apoyo revelado por las encuestas adverso a las configuraciones pasadas de los resultados electorales.

Fajardo conserva apoyos relativamente fuertes en Bogotá y la zona cafetera (unos 21,5% en ambos según la encuesta Invamer), pero estás zonas son difíciles de compatibilizar electoralmente. Bogotá fue determinante en la reelección de Santos y en la defensa del acuerdo de paz.

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La zona cafetera fue el bastión más fuerte de Zuluaga, y punta de lanza del No al plebiscito. El apoyo de Fajardo en esta zona se explica obviamente porque es su región. Ha sido bien recordado como alcalde de Medellín y gobernador de Antioquia. No obstante, Fajardo es un “pro-paz” en la zona uribista. Esto hubiera podido ser una ventaja decisiva si hubiera logrado conquistar el apoyo de los territorios santistas de 2014, pero es precisamente el problema de Fajardo, no lo ha logrado. En Bogotá, ha podido obtener el respaldo de personalidades decisivas de su coalición, empezando por su candidata a vicepresidente Claudia López, y el exalcalde Antanas Mockus, pero no ha logrado llegar ni a la Costa Caribe, ni en el sur-occidente.

En el caso de la costa, la falta de apoyo a la candidatura de Fajardo es catastrófica (menos de 1 por ciento de intención de voto según Invamer), y es muy difícil que una candidatura pro-acuerdo de paz tenga éxito sin el apoyo de la costa. Ni el Polo, ni los verdes ni las fuerzas propias del fajardismo han tenido antecedentes suficientes en esta zona, y esto pesa sobre las posibilidades de la coalición. Tampoco ha hecho esfuerzos suficientes para llegar al sur-occidente, zona en la cual tanto los verdes como el Polo tienen bases, pero donde Fajardo no marca más de 13,4 por ciento de intención de voto.

De este modo, la campaña de Fajardo se dejó encerrar en un dilema. O hacía campaña en el centro del país, en una zona donde Fajardo tenía buena imagen personal pero que constituía un terreno políticamente adverso a la coalición Colombia, o trataba de llegar a las zonas que habían defendido los acuerdos de paz y reelecto a Santos en 2014, pero en las cuales era menos conocido y tenía menos apoyos locales salvo en Bogotá. La imposibilidad de resolver esta disyuntiva se tradujo en tensiones cada vez más claras entre sus apoyos antioqueños, particularmente sus financiadores del Grupo Empresarial Antioqueño, y las cabezas bogotanas de su coalición (Claudia López, Jorge Enrique Robledo, etc.). Así, a pesar de una primera etapa en que tuvo buena recepción, la candidatura de Fajardo no ha podido consolidarse hasta ahora por esta imposibilidad de instalarse coherentemente en el territorio.

De cierta forma, Humberto de la Calle tuvo el mismo problema, y nunca logró llegar a la Costa Caribe, aunque en su caso, las dificultades a encajar su candidatura con el Partido Liberal ha sido probablemente el obstáculo mayor a su candidatura.

Vargas Lleras tiene un problema un poco parecido aunque opuesto a nivel territorial. Sus principales apoyos están en la costa Caribe, donde tiene el apoyo de la gran mayoría de la clase política. En consecuencia, es ahí donde tiene la intención de voto más alta (un 13,3% según Invamer, que de todos modos, está lejos de lo que los congresistas que lo apoyan obtuvieron en marzo). Sin embargo, Vargas Lleras empezó su campaña con un giro a la derecha y una marcada crítica a los acuerdos de paz que probablemente desconcertaron en sus bases. Con esto, trató de ocupar el espacio del candidato uribista que tardó mucho a despegar en la intención de voto, pero finalmente, el ascenso de Duque a partir de marzo vetó esta posibilidad.

Cuando Vargas Lleras trató de volver a sus bases naturales, ya era tarde. La costa Caribe ya se había polarizado entre Petro y Duque, mientras Bogotá estaba duramente peleada entre estos dos y Fajardo.

Añadamos a eso que los apoyos locales de Vargas Lleras solo contribuyeron a reforzar una imagen estructuralmente desfavorable del candidato. En Bogotá, Vargas Lleras ha sido uno de los principales aliados del alcalde Peñalosa, cuya impopularidad es muy importante, al punto que el candidato ha tenido que lanzar algunas criticas a su gestión. En la costa Caribe como en el resto del país, Vargas Lleras está asociado a una clase política regional muchas veces criticada por temas de corrupción.

En este contexto, Vargas ha tratado de replegarse sobre el antiguo espacio santista y espera que un eventual “voto oculto” de la maquinaria pueda salvarlo. Esto parece un posicionamiento más lógico, pero habrá que ver si no es demasiado tarde para él.

*Profesor de Ciencia Política, Universidad del Rosario.

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